Una persona retorciéndose de dolor en urgencias, un diagnóstico rápido y una palabra que impone: cólico nefrítico. Este episodio, relacionado con las conocidas “piedras en el riñón”, es una de las causas más comunes de asistencia médica urgente por dolor intenso. A pesar de su frecuencia, el cólico renal genera aún muchas dudas entre quienes lo sufren por primera vez.
Afecta tanto a hombres como mujeres y puede aparecer a cualquier edad, aunque es más frecuente entre los 30 y los 60 años. Se produce cuando un cálculo renal alojado en las cavidades renales, se pone en marcha intentando salir al exterior. En este desplazamiento puede quedarse atrapado en alguna zona crítica de la anatomía ureteral bloqueando la salida de la orina, y generando un aumento de presión dentro del riñón lo que genera un dolor agudo, intenso, insoportable. La intensidad del dolor hace que muchas personas necesiten acudir directamente a urgencias solicitando analgésico para esta terrible dolencia.
Aunque muchas veces estos cólicos se consideran simples y se resuelven con tratamiento farmacológico, existen escenarios en los que el problema se convierte en una amenaza para la salud renal e incluso para la vida del paciente.
¿Cuándo hay que preocuparse?
¿Qué signos indican que no se trata de un cólico “simple”?
¿Y qué opciones terapéuticas existen cuando la situación se complica?
¿Por qué duele tanto un cólico renal?
Cuando un cálculo renal (“piedra”) obstruye el paso de la orina desde el riñón al uréter, se produce un aumento de presión en el interior del sistema urinario por encima de la obstrucción. Esta hiperpresión distiende las cavidades renales y estimula terminaciones nerviosas, provocando un dolor visceral que muchos pacientes describen como insoportable. Puede irradiarse desde la zona lumbar, donde el riñón esta alojado, hacia el abdomen, zona inguinal y genitales. Suele acompañarse de malestar general, náuseas, vómitos o sudoración.
“Siendo el cólico renal uno de los dolores más terribles que existen y que puede sufrir el ser humano, el tratamiento va a ser antiinflamatorios y analgésicos muy potentes. No podemos buscar un analgésico suave porque no le vamos a poder quitar el dolor al paciente”, explica la doctora Carmen González Enguita, jefa de servicio de Urología de la Fundación Jiménez Díaz y presidenta de la Asociación Española de Urología (AEU).
El abordaje inicial: analgésicos y vigilancia
El tratamiento inmediato suele centrarse en aliviar el dolor y ayudar a facilitar el paso del cálculo de manera natural, espontáneamente. La administración de analgesia potente, en algunos casos derivada de la morfina, se combina con antiinflamatorios y fármacos que ayudan a controlar los síntomas asociados.
“Elegiremos analgésicos potentes y rápidos en cuanto a la actuación, de la familia de las morfinas en muchos casos, en ocasiones antiinflamatorios que van a ayudar, pero fundamentalmente analgésicos potentes”, indica la especialista.
Además, el tratamiento puede incluir medidas para controlar náuseas y vómitos, frecuentes en estos cuadros clínicos, y pautas de hidratación controlada. “Tendremos que acompañar a aquellos tratamientos que alivien esa situación de malestar general, de náuseas, de vómitos que el paciente tenga, e hidratar lo suficiente pero no forzar en ese momento la producción de orina que el riñón produce, ya que aumentaría el dolor”, añade.
Las señales de alarma: cuándo un cólico es una urgencia médica
No todos los cólicos renales son iguales. La mayoría evolucionan de forma favorable con la expulsión espontánea del cálculo, mientras que hay otros que presentando signos y sintomas graves, obligan a actuar con urgencia. La fiebre, la presencia de infección urinaria, el deterioro del estado general, la hipotensión, alteraciones analticas concretas o la ausencia de micción pueden indicar que la situación es más grave de lo que parece.
“Si estamos ante un cólico que además va acompañado de fiebre o de falta de emisión de orina como consecuencia de la obstrucción renal, el planteamiento es completamente diferente”, advierte la doctora González Enguita.
Y es que, cuando hay una infección urinaria asociada a una obstrucción, la acumulación de orina infectada en el riñón puede desencadenar una sepsis, un cuadro médico de extrema gravedad. “Lo importante en este momento no va a ser el cálculo que está ocasionando el problema, ni siquiera el dolor, que lo sabremos mejorar con analgésicos, sino salvar la situación grave, grave, grave del riñón y del paciente que la sufre”.
“Tenemos que estar muy alertas, estar muy expectantes, avispados, para ser lo suficientemente identificadores de que estamos ante una situación grave, que el paciente se puede llegar a morir”, insiste la uróloga.
Cómo se actúa en casos graves: catéteres y nefrostomías
Cuando se detecta una obstrucción urinaria con infección activa o sepsis, la prioridad es drenar la orina del riñón afectado. Esto se puede hacer mediante la colocación de un catéter interno (doble J) o una nefrostomía, un tubo que comunica directamente el riñón con el exterior a través de la piel. El objetivo es drenar esa orina infectada lo que se denomina derivación urinaria, bien de manera interna a través de un catéter doble J (CDJ) o directamente al exterior a través de un catéter de nefrostomía en el caso de que no se hubiese podido pasar un CDJ por impedimento del propio calculo, explica la especialista.
“Tendrá que estar dirigida hacia una derivación urinaria, bien con la colocación de un catéter doble J, bien con la colocación de la nefrostomía en el caso de que no hubiésemos podido pasar un catéter”, explica la especialista.
Procedimientos quirúrgicos que requieren anestesia y que se realizan en un entorno hospitalario. “Son procedimientos que se hacen bajo anestesia, que se hacen en quirófano y que consiste simplemente en sacar esa orina que está infectada de las cavidades renales al exterior gracias a un catéter interno ureteral, como es el catéter doble J, o bien mediante una nefrostomía”.
Y después, ¿qué pasa con la piedra?
Una vez resuelta la urgencia y estabilizado el paciente, llega el momento de abordar el tratamiento definitivo del cálculo responsable. Dependiendo del tamaño, la localización y la composición del mismo, existen varias técnicas disponibles.
“Salvada la situación y pasados unos días en el que el paciente ya se haya recuperado de todo esto, ya nos ocuparemos de la litiasis responsable”, afirma la doctora González Enguita.
Entre las opciones menos invasivas destaca la LEOC (Litotricia Extracorpórea por Ondas de Choque), que permite fragmentar los cálculos desde el exterior sin necesidad de incisiones. Pero en casos más complejos, pueden requerirse procedimientos como la ureterorrenoscopia (URS) o la nefrolitotomía percutánea (NLP).
“La litotricia extracorpórea es importante para una resolución sin invasión, pero también la cirugía renal intracorpórea como es la ureterorrenoscopia (URS) y el RIRS (Retrograde IntraRenal Surgery) o la Nefrolitotomía Percutánea (NLP)en el caso de que sean cálculos que estén altos en las cavidades renales”, concluye.