Castilla La-Mancha es una tierra de arraigo cristiano y costumbres de antaño que, pese al paso del tiempo, permanecen arraigadas en sus gentes. Debido a que es una de las zonas de España donde más impregnado está el cristianismo, la presencia de iglesias y tradiciones vinculadas con la religión, ya sea en Semana Santa u otras festividades de santos, no resulta extraño que robos y sacrilegios a templos y cementerios estén a la orden del día. Vírgenes, santos y otras simbologías cristianas son un blanco seguro para los ladrones.
No hace falta irse muy atrás en el tiempo para encontrar ejemplos de este histórico fenómeno que, sin un móvil fijo, se ha visto más que acuciado en los últimos meses. Toledo, Ciudad Real o Albacete han sido epicentro de estos incidentes que han saltado al interés mediático nacional. Sin embargo, cabe no olvidarse que esta práctica, incluso la posesión de estas reliquias religiosas, ha llevado incluso a la rivalidad de pueblos hermanos. Pero todo a su tiempo.
Vírgenes y crucifijos despojados de sus templos
Santa Cruz de Mudela, en Ciudad Real, ha sido uno de los ejemplos más recientes tras la desaparición de su patrona. El pasado mes de junio llegó acompañado de una de las peores noticias: alguien había robado la imagen de la Virgen de las Virtudes.
La población compareció completamente consternada en programas de televisión como TardeAR e incluso los informativos de laSexta se desplazaron hasta la localidad de Ciudad Real. El robo fue "intencionado" y así se corroboró tras comprobar las cámaras de seguridad, donde se grabó a distintas personas en el acto.
A fecha de publicación de esta noticia, la Virgen de las Virtudes no se ha recuperado, pero sí se produjo una detención. Un ciudadano con un amplio historial delictivo fue arrestado en una localidad de Toledo, sin que trascendiesen muchos más datos. Por el momento, nada se sabe de la patrona de Santa Cruz de Mudela.
Centrados ahora en la provincia de Toledo, la Guardia Civil desarticuló una banda criminal conocida por robar crucifijos de cobre en los cementerios de la región. La denominada como 'Operación Pasmulo' culminó con la detención de siete personas, devolviendo la tranquilidad a los municipios afectados.
Las autoridades lograron esclarecer qué fue lo ocurrido en 19 robos que se produjeron varias localidades de la provincia, perjudicando a más de 2.000 personas. Los seis hombres detenidos se encargaban de robar y recibir los enseres sustraídos para, más tarde, fundirlos y poder venderlos. Durante la operación, se logró recuperar 90 crucifijos robados, se incautó un total de 1.000 kilos de piezas fundidas y 17.440 euros en efectivo.
Y es que el cementerio de Lagartera, Toledo, sufrió el robo de varias imágenes de vírgenes y unos 15 crucifijos, sumándose a otros delitos de sustracción en Cebolla y Lucillos. Entonces, el concejal Jesús Fernández del Pino lamentó que estos actos impedían "descansar en paz a los muertos". Señaló también la supuesta existencia de un mercado negro especializado en el robo de este tipo de símbolos religiosos.
Otro caso expuesto en los medios de comunicación data del pasado mes de diciembre. La Guardia Civil recibió la llamada del párroco de la iglesia de Cebolla tras descubrir que un cepillo y un velillero habían sido forzados: se robaron más de 200 euros en efectivo.
Después de que el autor de los hechos aprovechase que la iglesia estaba abierta y vacía para cometer el robo, las autoridades iniciaron la 'Operación Feligrés' para investigar el caso. Tras revisar las cámaras de seguridad, la Guardia Civil logró identificar al sospechoso.
La leyenda del Cristo de Villajos, una enemistad entre pueblos
Para dar evidencia de que estos hechos más actuales no son aislados, lo cierto es que siglos atrás se dio un episodio de similares características que a punto estuvo de despertar una batalla campal entre dos pueblos.
El santuario que venera al Cristo de Villajos, al término de los territorios de Campo de Criptana (Ciudad Real), ostenta en su historia un acontecimiento que enfrentó a los vecinos de esta localidad con la vecina, Alcázar de San Juan, quienes se disputaron la posesión de dicho santo.
Todo se remonta siglos atrás, sobre el encargo que realizó el cura a cargo del templo a un artista alcazareño para esculpir una imagen del cristo para que acudieran los más devotos a la Ermita. Pese a las insistencias por premura que le requería el clérigo al escultor, el artista se demoró más de lo acordado en su realización.
Sin embargo, cuando el cura no pudo localizar al escultor para saber cómo iban las tareas de finalización de la obra, se encontró con que, en el taller del artista, dicha escultura, como si fuera obra de un milagro, ya estaba finalizada. Cuando localizó al autor de la imagen, éste quedó perplejo, y lo sucedido corrió como la pólvora en la localidad manchega.
Ante la confusión y la expectación de los vecinos, surgió otro milagro. Los alcazareños, queriendo poseer la imagen, trataron de cargar con ella para trasladarla a un lugar más adecuado, pero ésta resultaba imposible de transportar por su gran peso. No obstante, cuando los criptanenses hicieron lo propio, se encontraron con la sorpresa de que la imagen tenía un peso similar al de una pluma, lo que les permitió llevarla sin dificultades a la Ermita de Villajos, dentro de los límites de Campo de Criptana.
He aquí cuando se originó la rivalidad entre ambos pueblos vecinos, puesto que la talla del Cristo de Villajos, ya asentado en su templo, fue víctima de un arrebato de los alcazareños, que trataron de llevársela sin éxito. Cuenta la leyenda popular que, en el momento en que los habitantes de la localidad próxima trataron de usurpar la imagen, la propia talla extendió sus brazos antes de cruzar la puerta del templo, impidiendo así esta operación.