Cuando se produce un ictus, el tiempo es oro y cada minuto cuenta. Tratar al paciente lo antes posible puede evitar un deterioro irreversible en el sistema nervioso.

Cada año se registran aproximadamente 250 casos nuevos por cada 100.000 habitantes. Se trata de episodios de inicio brusco en el que se produce una alteración en el flujo sanguíneo cerebral. En función de cómo sea esta, el ictus es hemorrágico o isquémico. En el primero de los casos la sangre se sale de la arteria y daña el cerebro directamente; en el segundo, se produce una trombosis, una interrupción del flujo sanguíneo que impide que la sangre llegue a la parte que depende de la arteria afectada.

Aproximadamente el 80 por ciento de los ictus son de este último tipo. Se le conoce también como infarto cerebral y tres de cada diez “se deben a una oclusión de ‘gran vaso’, que  acaba ocasionando que las células nerviosas dejen de funcionar por falta de oxígeno y glucosa”, explica el Dr. Claudio Rodríguez, jefe de la Unidad de Neurorradiología Intervencionista de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz  de Madrid y Rey Juan Carlos de Móstoles.

La forma más eficaz de tratar estos casos se ha demostrado que es la trombectomía mecánica, una técnica que permite la recanalización de la arteria ocluida “introduciendo las guías, catéteres y stents por la arteria femoral y ascendiendo a través de ella hasta la arteria del cerebro donde está la oclusión”, aclara este especialista.

Y de nuevo en este punto, el tiempo es clave. El éxito depende de la rapidez con la que se haga. “No se debe esperar porque, en estos casos, ‘tiempo es cerebro’, y eliminar el trombo lo antes posible y recanalizar la arteria obstruida es la mejor estrategia neuroprotectora que conocemos en la actualidad”, recalca el Dr. Rodríguez.

Este es el motivo por el que tanto él como otros especialistas de los hospitales de Quirónsalud integrados en la red pública madrileña -los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz (Madrid), Rey Juan Carlos (Móstoles), Infanta Elena (Valdemoro) y General de Villalba (Collado Villalba)- decidieron poner en marcha un estudio con el objetivo de determinar retrospectivamente cuál es la forma más rápida y eficaz de tratar a un paciente que llega a un servicio de Urgencias Hospitalarias con un ictus.

La investigación analiza retrospectivamente los casos atendidos en estos hospitales entre abril de 2014 y se extendió hasta marzo de 2021; y para llevarla a cabo se empleó el registro de los tiempos de atención a pacientes con ictus isquémico por oclusión del gran vaso atendidos en tres de estos hospitales madrileños, comparando los casos en los que el neurorradiólogo intervencionista se desplazó hasta el hospital para realizar el tratamiento con  aquellos en los que se trasladó al paciente a otro centro.

Modelo drive-the-doctor

A pesar de que el Plan de Ictus de la Comunidad de Madrid establece que los pacientes que se encuentren en un hospital sin equipo de Neurorradiología Intervencionista deben ser trasladados de forma urgente a un centro que sí cuente con una Unidad de Ictus y con un equipo intervencionista preparado para realizar una trombectomía mecánica, estos especialistas han comprobado que se gana tiempo trabajando en dirección contraria.  “Mientras el neurorradiólogo intervencionista se desplaza hasta el centro en el que está el paciente, se prepara a este último y la sala de hemodinámica”, explica el Dr. José Carlos Fernández Ferro, jefe del Servicio Integrado de Neurología del Rey Juan Carlos, el Infanta Elena y el General de Villalba y autor principal de la investigación.

Dres. Claudio Rodríguez y José Carlos Fernández Ferro

Este modelo de atención es el conocido en la literatura científica como drive-the-doctor o drip&drive y su éxito se ha probado ya en otras regiones del mundo.   “Cuando es el equipo asistencial el que se desplaza al hospital en el que está el paciente se reduce de forma considerable el tiempo transcurrido hasta recanalización de la arteria obstruida”, precisa.

Los resultados del estudio, publicados en la revista científica Neurological Sciences y recogidos en el artículo ‘Times to endovascular treatment following two triage models’, han confirmado que “la decisión de trasladar al paciente puede suponer un retraso de entre una hora y media y dos horas respecto a las situaciones en las que es el neurorradiólogo intervencionista quien se desplaza al hospital”, afirman los Dres. Rodríguez y Fernández.  Esta demora significa “mucho tiempo y confirma que es preferible que el equipo intervencionista se traslade al lugar donde está el paciente y no al revés”, añaden.

A esta misma conclusión habían llegado ya otros estudios similares realizados con anterioridad en Nueva York y Alemania, pero, “para nosotros como investigadores, el hecho de que nuestros datos reproduzcan aquellos obtenidos en otros lugares del mundo aporta coherencia a las observaciones realizadas”, remarca el Dr. Rodríguez.

El reto está ahora en continuar investigando nuevas formas que permitan reducir aún más los tiempos.  “Que el ‘Tiempo es cerebro’ sigue estando plenamente vigente como estrategia de tratamiento en el ictus isquémico”, insiste el Dr. Fernández Ferro, que todavía va más allá y precisa: “minutos son cerebro”. “Cada minuto de retraso puede suponer una pérdida considerable de neuronas, lo que se traduce en pérdida de autonomía, funcionalidad y problemas cognitivos futuros”, concluye.