La biodiversidad marina y las playas andaluzas están en peligro por un alga asiática conocida como Rugulopterix okamurae. Esta especie invasora fue detectada por primera vez en 2015 en la costa de Ceuta y cuatro años después, ya ha ocupado la costa de Cádiz y amenaza tanto el litoral de Málaga como el de Huelva. Se cree que proviene de China, Corea, Filipinas y Japón y su llegada fue a bordo de uno de los tantos de buques que cruzan la ruta del Estrecho de Gibraltar. Debido a su parecido con las especies locales se tardó demasiado en conocer su existencia. Era demasiado tarde.

Los pescadores gaditanos viven un drama, ya que sus redes ya no atrapan casi peces. En su mayoría, lo que capturan es una masa de color pardo que, al mismo tiempo, asola las playas convirtiéndolas en prados vegetales. Es más, se estima que ocupa casi el 50% del espacio que existe entre los cinco y 25 metros de profundidad. Así actúa la Rugulopterix okamurae. Su impacto en la zona ya afecta de una forma evidente tanto a la diversidad, como a la economía local y al turismo.

Según la Junta de Andalucía , la propagación de "una de las invasoras más peligrosas",  "ha supuesto un importante quiebro económico para el sector pesquero, pues muchos pescadores se han visto obligados a dejar de utilizar sus redes, que sacaban del agua completamente cubiertas por este alga". Por otra parte, se añade que "la expansión de muchas especies exóticas con comportamiento invasor supone grandes pérdidas económicas, que afectan a una gran diversidad de sectores productivos" así como que "puesto que la divulgación de este problema ha sido intensa en los últimos años, la alerta social que se produce cuando una de estas especies aparece en el medio natural es significativa".

Por otra parte, resulta difícil de eliminar por varias razones. En primer lugar, se trata de una especie con gran capacidad reproductiva. Por otra parte es capaz de adherirse fácilmente a elementos tan dispares como suelos rocosos de las profundidades, otras especies como cangrejos o ruedas. Incluso sobre otras algas. Por otra parte, no existen depredadores que se alimenten de ella y de forma involuntaria, los pescadores propagan millones de esporas al devolverla al mar.