El camarote de los hermanos Marx es una metáfora perfecta de lo que ha acontecido en el Tribunal Supremo en relación con el juez Baltasar Garzón. Asociaciones de dudosa credibilidad democrática como Manos Limpias, Libertad e Identidad o Falange Española se han agolpado en el particular camarote de este alto tribunal junto a presuntos delincuentes acusados de graves delitos de corrupción y a oportunistas abogados sedientos de notoriedad para incriminar al magistrado en sendos delitos de prevaricación por investigar los crímenes del franquismo, por intervenir las comunicaciones entre presos y abogados ante la presunción de que los letrados pudieran hacer de enlace con la supuesta organización delictiva y, en último lugar, por solicitar financiación para unos cursos celebrados en la Universidad de Nueva York bajo su dirección.

Había muy escasas posibilidades de que Garzón saliese indemne de este feroz asedio y así ocurrió. En febrero del presente año una sentencia del Tribunal Supremo le condenaba  por delito de prevaricación a 11 años de inhabilitación y, en consecuencia, su expulsión de la carrera judicial por la tercera, en orden cronológico, de las causas abiertas en su contra: la intervención de las comunicaciones en prisión entre los principales acusados de la trama de corrupción Gürtel -que afecta a destacados miembros del Partido Popular y a sus abogados-.

Pero faltaban los “dos huevos duros” de la comanda ordenada por el particular groucho del Supremo camarote y este pasado miércoles se ha hecho efectiva. La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo ha obligado al ex juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, a pagar 482,26 euros al procurador de Francisco Correa, el cabecilla de la trama Gürtel. Esta cantidad corresponde a las costas judiciales de la condena que lo apartó de la judicatura.

Una única consideración ... que no está el horno para bollos. En el diario Público un lector, que se identificaba como Faragar, hacía el siguiente comentario a la noticia: Parece como si todo estuviera encaminado a hacer que el pueblo español se subleve”. ¡A mí no se me ocurre ninguna reflexión tan acertada como ésta!

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas