Michelle Bachmann, precandidata a la presidencia de los EE.UU. por el Partido Republicano, lo afirma con rotundidad: “El huracán 'Irene' y el terremoto del pasado martes en la zona de Washington son un mensaje de Dios para que se recorte el gasto público. No sé qué tiene que hacer Dios para que los políticos le presten atención”

En los países de orientación cristiana, la derecha tiende a apropiarse de Dios hasta el punto de que los que  discrepan de sus principios se colocan frente a la divinidad como un desafío a su poder y su querer. Esta actitud fanática y participada por la Iglesia católica, los hace impermeables a un laicismo. Piénsese en la visión de Benedicto XVI en sus visitas a España o en la postura de la jerarquía episcopal española.

Debería estar prohibido llamarle Irene a un huracán que destruye vidas y bienes. Quien ama la paz (Irene) nunca puede entrañar destrucción y aniquilamiento. ¿Pero puede Irene ser el fruto de la voluntad de Dios? Desde el Papa hasta el cura rural del último pueblo responderían afirmativamente. Preguntados por los muertos, por la orfandad, por el llanto de madres, por el dolor de la vida, nos responderían que corresponde a la penumbra del misterio. Y escondidos tras esa oscuridad, seguirían implicando a Dios en el recorte  del  gasto público.

Con esta postura tan simplista, la Jerarquía eclesiástica, una gran mayoría cristiana y por supuesto la derecha política de muchos países denigran a una izquierda laica, la tachan de anticristiana y la condenan por ser perseguidora de la Iglesia. El pronunciamiento de Michell Bachmann es la actitud de nuestra derecha española y de una jerarquía eclesiástica cansada de repetir que se siente perseguida por un gobierno de izquierdas, aunque haya que dudar de su izquierdismo por ciertos resultados de su gestión.

Cuando la vida queda reducida a la exclusiva voluntad de Dios, se anula al hombre como  creador de su propia existencia. El hombre no existe si SOLO  existe Dios. Y demos a ese término el valor  profundo que encierra. Dios es una infinita soledad y una infinita soledad es el hombre. La grandeza de esa soledad constituye la grandeza de existir. Unicamente cuando el hombre es hombre puede Dios ser Dios. Este es el laicismo que ninguna iglesia ni ninguna fuerza política pueden anular. Cuando la derecha política coincide con la visión de una iglesia excluyente se convierte en excluyente a sí misma y por tanto ambas son repudiables por inhumanas.

Dios habló con el viento de su amistad con el mar.

Rafael Fernando Navarro es filósofo
http://marpalabra.blogspot.com