Hace pocos días saltaba a los medios la adquisición por parte del Museo del Prado de un cuadro no exento de polémica. El sátiro de Antonio Fillol. Una obra que nos remonta a un tema constante en la historia, aquellas imágenes que no se pueden ver.

En ocasiones hemos hablado en esta sección de censura en la historia de España, pero esto quizá vaya más allá. Hablamos de pinturas no solo prohibidas por tal o cual normativa (como los abanicos con escenas eróticas que censuró la Inquisición en 1806), sino también prohibidas por resultar aberrantes a algo tan complejo como la conciencia humana.

Con esta descripción uno podría pensar en representaciones abyectas o con trazos o colores estridentes (tal caso podría ser el recopilatorio de acuarelas llamadas Los Borbones en pelota, donde las escenas son más llamativas por su procacidad que por su técnica), pero no, en este caso hablamos de pinturas que, pese a tener una técnica impecable, su trasfondo nos coloca al borde del abismo moral.

El sátiro, obra de Antonio Fillol adquirida recientemente por el Museo del Prado

El sátiro, obra de Antonio Fillol adquirida recientemente por el Museo del Prado.

Una buena representación, de lo impactantes que fueron algunas imágenes, lo vemos en un evento que hasta mediados del siglo XX se hizo en España: Las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes.

Estas muestras, ideadas en tiempos de Isabel II, sirvieron para dar a conocer a los grandes artistas decimonónicos como Casado del Alisal, Eduardo Rosales o Moreno Carbonero, pero lógicamente para celebrar dichas exposiciones era imprescindible un jurado que valorase la calidad técnica y, cómo no, lo apropiado de las temáticas.

Como era de esperar, la pintura de aquella segunda mitad del siglo XIX se vio influida por la literatura que, con Émile Zola a la cabeza, apostaba por la crudeza del naturalismo y así lo vemos en el parecido entre el anuncio que en 1889 se hizo de  la novela La bestia humana (La Bête humaine) de Émile Zola y el cuadro Tentación de José Bermudo Mateos presentado al año siguiente a una de estas exposiciones nacionales.

El cuadro Tentación parece claramente inspirado en la portada de la novela de Zola

El cuadro Tentación parece claramente inspirado en la portada de la novela de Zola.

Dicho lienzo fue rechazado en 1890 y se le consideró mal pintado, pero, sobre todo, inapropiado “para ofrecerse a los ojos del público”.

De igual manera, y solo dos años más tarde, Joaquín Sorolla también se inspiró en la literatura para poner los pinceles al servicio de la denuncia social, con su cuadro La otra margarita como alusión a la Margarita de Fausto en la novela de Goethe.

Sin embargo, pese a que Sorolla tendió a otras inquietudes distintas a la denuncia social, si que hubo un pintor que se centró en este tema, Antonio Fillol, quien, como decíamos al inicio, ha recuperado protagonismo en los últimos días.

En La otra Margarita Sorolla trató la cruda realidad del infanticidio

En La otra Margarita Sorolla trató la cruda realidad del infanticidio.

Antonio Fillol Granell, nacido en Valencia en 1870, también pintó La bestia humana en 1897 y también fue uno de esos pintores rechazados. Y no por su calidad técnica (que es perfectamente comparable a Sorolla) sino por las temáticas y por cómo incide en unos temas que incomodan al espectador, de tal manera que sus lienzos se vuelven tan admirablemente pintados como incómodos de ver.

En su versión de La bestia humana, Antonio Fillol focaliza la atención entre una anciana proxeneta y un indolente putañero que angustian a una joven desdichada. Pero fue su obra El Sátiro la que más conmoción causó.

La bestia humana pintada por Antonio Fillol

La bestia humana pintada por Antonio Fillol.

Presentada a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1906 fue rotundamente rechazada al ser considerada inmoral al igual que otras tres obras: Vividoras del amor de Julio Romero de Torres, Esperando de Juan Hidalgo Linares y Nana de José Bermejo (estas dos últimas se enceuntran hoy en paradero desconocido).

Esta obra de Fillol resulta terrible en su trasfondo, pues relata la rueda de reconocimiento en la que una niña ha de identificar a su violador. Mientras tanto, funcionarios aburridos, observan a cuatro hombres entre los cuales está el culpable sin que todavía se sepa quién es.

Dicho lo cual, resulta injusto considerar a Fillol como un pintor inmoral, pues pues sus pinceles tratan de hacer todo lo contrario, denunciar unos hechos terribles contra la que deberíamos combatir en lugar de ignorarlos.