En estas fechas en las que el Cometa Verde (C/2022 E3) se cierne sobre nuestras cabezas echamos un vistazo a la historia para conocer cómo estaban algunas mentes cuando sobre ellas merodearon estos cuerpos celestes.

Cometa Verde

No estaríamos tan tranquilos viendo pasar el cometa C/2022 E3 si la ciencia no nos hubiese despejado la mente de supercherías y creencias disparatadas. (Fuente: www.softonic.com)

En el siglo XVI, antes de que naciese Edmund Halley, el cometa que lleva su nombre sobrevoló Burgos, dando pie a que Juan Maldonado escribiese, lo que parece ser, la primera novela de ciencia ficción en castellano: Somnium. No nos vamos a perder en sus deliciosas aventuras pero si en la opinión que semejante fenómeno estelar produjo entre la población:

“Eran muchísimos los que se levantaban antes del amanecer para verlo, aterrorizados por la rareza del fenómeno y convencidos de que presagiaba grandes catástrofes”.

Pero ¿por qué ser tan agoreros con los cuerpos celestes? Cierto es que en ocasiones hay motivos de sobra, el caso más evidente ocurrió en los valles de Valdivielso (Burgos) donde sus habitantes creyeron estar viviendo el apocalipsis cuando el 5 de noviembre 1180 una serie de meteoritos se precipitaron sobre sus casas.  Pero de ahí a echarle la culpa a los cometas de las pestes y las guerras hay un trecho muy largo.

Cometa en Praga

Cuando en 1577 se vio este cometa en la ciudad de Praga (representado por Jiri Daschitzky) infinidad de augurios podían salir a relucir

Esta mala costumbre tiene infinidad de ejemplos en la historia. En el año 1618 un cometa surcó los cielos madrileños suscitando todo tipo de elucubraciones como reconoció el cronista José Pellicer cuando dijo “andan varios juicios de astrólogos”. Entre dichas opiniones estaba la del siempre peculiar Juan de Espina, que quiso ver en aquel fenómeno celeste un fatídico presagio sobre la música, ya que el cometa tenía forma de bocina.

Afortunadamente también observaron aquel cometa los cosmógrafos del rey con Juan Cedillo Díaz a la cabeza, quienes hicieron cálculos y buscaron un sentido más científico al asunto. De hecho, llegaron a escribir un estudio monográfico al respecto: Discurso sobre los dos cometas, que se vieron por el mes de Noviembre del año pasado de 1618.

Mientras unos veían profecías Juan Cedillo y los cosmógrafos del rey escribían este tratado astronómico

Mientras unos veían profecías Juan Cedillo y los cosmógrafos del rey escribían este tratado astronómico

Aun así, en el siglo XIX, autores como Fernando Patxot y Ferrer dejaron constancia de como todavía en 1858 se seguía creyendo en este tipo de augurios: “Hubo quien atribuyó la consternación al brillante cometa que se dejó ver por espacio de quince días en nuestro horizonte, presagiando al decir de las gentes males y desgracias”.

En el fondo, creencias supersticiosas y conocimientos científicos se entremezclaron durante siglos y es normal que tales creencias perdurasen, pues voces autorizadas por el mundo académico las introducían en sus teorías.

Un ejemplo muy evidente es Juan Eusebio Nieremberg (1595-1658). Catedrático de Historia Natural y autor de La curiosa filosofía, fue capaz de avanzar por la senda científica con planteamientos tan sensatos como comparar las observaciones astronómicas de Europa con información que llegaba desde la otra punta del Globo como: “cartas de Goa de los padres de nuestra Compañía (compañía de Jesús), que están en la India Oriental, puntualmente con las mismas observaciones que acá hicieron”.

Juan Eusebio Nieremberg

Juan Eusebio Nieremberg fue capaz de mezclar ciencia y creencias en cóctel verdaderamente singular

Pero al mismo tiempo Nieremberg fue capaz de perderse por los fantasiosos jardines de las creencias explicando así para qué sirven los cometas:
“Al modo que los cometas, y prodigios nos avisan del enojo divino, y los sigue alguna calamidad, si no se sigue nuestra penitencia”.

Quiere esto decir, que el Dios infinitamente bueno del cristianismo tiene una excusa fantástica para eludir su inevitable responsabilidad en las tragedias naturales. Efectivamente Dios puede mandar riadas, volcanes, hambrunas. pestes y todo tipo de calamidades, pero siempre lo hace avisando con una primera señal, los cometas. Eso sí, si nosotros los humanos no sabemos verlo luego no tendremos derecho a quejarnos porque Dios puede mandar una catástrofe natural… pero quien avisa no es traidor.