Repasando la historia de Madrid nos damos cuenta que desde hace décadas el Ayuntamiento de Madrid hace distingos entre sus vecinos. Un clasismo que, en la historia, se aprecia mejor que en cualquier otro ámbito social.

Vayámonos a mediados del siglo XX. El éxodo rural hizo que Madrid, como otras tantas grandes ciudades, creciese exponencialmente, barriadas chabolistas se expandieron por su extrarradio generando nuevos planes urbanísticos que supusieron la absorción de los pueblos limítrofes a la capital.

Aquellos municipios que absorbió Madrid dieron origen incluso a movimientos artísticos como la Escuela de Vallecas. En la imagen Alegoría de la era (Benjamín Palencia).

Aquellos municipios que absorbió Madrid dieron origen incluso a movimientos artísticos como la Escuela de Vallecas. En la imagen Alegoría de la era (Benjamín Palencia).

De esta manera, se convirtieron en barrios de Madrid: Los dos Carabancheles y Chamartín (en 1948); Canillas, Canillejas, Hortaleza, Barajas y Vallecas (en 1950); El Pardo, Fuencarral, Vicálvaro y Aravaca (en 1951) y Villaverde (en 1954).

Desde entonces, los habitantes de dichos municipios se convirtieron en madrileños, pero de segunda categoría. Infraestructuras básicas tardaron décadas en llegar y cuando lo hicieron fue para la construcción descontrolada que se llevó por delante buena parte del patrimonio cultural de dichas villas haciéndolas perder su identidad por completo.

El caso más evidente es Canillejas, que pese a remontar su historia (como mínimo) al siglo XIII perdió incluso el nombre pues por delante de su historia estaba el adular al ministro de la gobernación, Blas Pérez González, haciendo que todo su territorio dejase de llamarse Canillejas para convertirse en el distrito San Blas. Tuvieron que pasar 63 años, (hasta que en 2012) para que el nombre de Canillejas volviese a aparecer, eso sí, siempre como secundario del actual distrito San Blas – Canillejas.

La historia de Canillejas está llena de tesoros como este artesonado mudéjar con más de 500 años historia, pero cuando se convirtió en distrito de Madrid hubo que ponerle el nombre del ministro Blas Pérez.

La historia de Canillejas está llena de tesoros como este artesonado mudéjar con más de 500 años historia, pero cuando se convirtió en distrito de Madrid hubo que ponerle el nombre del ministro Blas Pérez.

De igual modo se podría hablar de los destrozos indiscriminados que se hicieron en todos estos barrios, desde la demolición del ayuntamiento de Vicálvaro (del siglo XVII), hasta la cárcel de Carabanchel, un edificio icónico para el desarrollo político de nuestro país y que fue reducido a escombro a pesar de las luchas vecinales por darle un nuevo uso educativo.

Así podríamos seguir con La Ciudad Lineal (obra cumbre del ingeniero Arturo Soria) cuyos palacetes fueron pasto de la especulación urbanística por puro abandono municipal.
Con la llegada de la democracia la diferencia entre barrios continuó hasta que en 1990 ocurrió un hecho paradigmático que evidencia este clasismo. El alcalde entonces, Agustín Rodríguez Sahagún, puso en marcha distintas iniciativas para que Madrid estuviese a la altura de la candidatura de Capital Europea de la Cultura, y para ello el Ayuntamiento propuso el Plan Memoria de Madrid. Una idea que consistía en poner una serie de placas conmemorativas en las fachadas de la ciudad resaltando personajes, episodios o edificios singulares.

Un icónico edificio como la cárcel de Carabanchel se redujo a este descampado a pesar de las propuestas vecinales para reutilizarlo con fines educativos.

Un icónico edificio como la cárcel de Carabanchel se redujo a este descampado a pesar de las propuestas vecinales para reutilizarlo con fines educativos.

Este plan en el que incluso aparece el Ratón Pérez, se fue extendiendo desde 1990 hasta alcanzar las 410 de la actualidad. Ahora bien ¿Cuántas hay en los barrios de la periferia? La respuesta es sencillamente humillante: Según la web municipal, solo cinco. 

Es decir, que la historia milenaria de Vicálvaro (desde la edad del Bronce) o el foco cultural que crearon en Barajas los duques de Osuna con su palacio del Capricho, no significan nada. Tampoco así Carabanchel con su Finca de Vista Alegre y la Colonia de la Prensa, o Vallecas, granero de la corte y fundamental en los distintos asedios a Madrid, además de ser patria de la familia Aragón y en cuyo cementerio reposa el mítico Fofó.

Esta situación ha provocado que auténticos tesoros del patrimonio de estos barrios hayan tenido que ser defendidos por los vecinos frente a las intenciones del ayuntamiento. Tal es el caso de la Quinta de Torre Arias (en Canillejas) que en tiempos de Ana Botella estuvo a punto de dejar de ser municipal para pasar a formar parte de los dominios de Opus Dei.

Otras asociaciones como Vicus Albus llevan décadas salvaguardando el patrimonio de Vicálvaro ante la indolencia del ayuntamiento y la propia Comunidad de Madrid. Este caso quizá sea el más flagrante. Los vicalvareños han planteado al ayuntamiento todo un listado de enclaves ilustres (dignos de decenas de placas) e incluso han recopilado un sinfín de piezas de incalculable valor histórico (que dan de sobra para un museo). Pero pese que todas esas donaciones vecinales (que de otra forma hubiesen sido pasto de la especulación urbanística) han sido ofrecidas así como toda la labor documental gratuitamente al ayuntamiento de Madrid y la respuesta aún sigue sin llegar.

La cantidad de piezas, fotografías, documentos… recuperados por los vecinos de Vicálvaro es un auténtico tesoro que desde el ayuntamiento de Madrid se ignora.

La cantidad de piezas, fotografías, documentos… recuperados por los vecinos de Vicálvaro es un auténtico tesoro que desde el ayuntamiento de Madrid se ignora.

No es por tanto una falta de fondos, ni de medios, ni siquiera fruto de un irresponsable desconocimiento. Es sencillamente percibir la periferia madrileña como un granero de votos dónde la historia no conviene ser recordada no fuera a ser que descubran que llevan más de medio siglo siendo ciudadanos de segunda.