Recientemente el Tribunal Supremo consideraba que Franco fue “Jefe de Estado desde el 1 octubre de 1936”. A decir verdad, solo lo fue para el bando sublevado y ni siquiera al completo pues otros generales como Mola también tenían sus partidarios.

Por eso hoy nos ocupamos de aquellos personajes históricos que, por designio de historiadores, o en su defecto el Tribunal Supremo, fueron borrados de la historia. La artimaña que popularmente se conoce como damnatio memoriae no es otra cosa que eliminar de la historia aquellas personas desafectas o simplemente incómodas para quien escribe el pasado.

Damnatio memoriae

La expresión damnatio memoriae nace de la obra Damnatione Memoriae  (convicción de la memoria) escrita en 1689 por Christoph Schreiter

Bajo este pretexto infinidad de personajes han desaparecido sin piedad alguna de las páginas de la historia, desde el tercer milenio antes de Cristo con faraones egipcios como Adyib hasta personajes del siglo XX como el arquitecto Ignacio de Cárdenas cuya autoría del edificio de la Telefónica, en la Gran Vía madrileña, fue silenciada precisamente por el bando franquista. Así podríamos seguir con otros tantos personajes que como Grigoriy Nelyubov fueron pulverizados por los dirigentes soviéticos.

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En tiempos más recientes los regímenes totalitarios borraron literalmente a determinadas personas incluso de las fotografías

Como vemos, la damnatio memoriae es de todo tiempo y todo lugar, incluso en pasajes bíblicos se habla de este lamentable comportamiento humano con la segunda muerte de Lázaro, el hombre al que Jesús resucitó y que a posteriori según el evangelio de san Juan, fue asesinado por “los jefes de los sacerdotes” para ocultar de esta manera cualquier milagro del Mesías.

En el mundo romano es más que evidente donde emperadores, como Nerón o Cómodo fueron borrados de inscripciones e incluso de monedas tratando de hacerlos desaparecer de la historia.

En la Edad Media tampoco fue muy diferente y se ocultaron ya no solo personas si no culturas enteras como pasó con el Islam, que fue deliberadamente omitido en mapas como el mapamundi conservado en la Real Biblioteca del Monasterio del Escorial donde se representa un mundo incompresible sin multitud de tierra donde triunfó la fe de Mahoma.

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En las religiones también hay damnatio memoriae por ejemplo Lázaro, que fue asesinado para borrar las pruebas de los milagros de Cristo

En otras ocasiones la inquina llegó a tal punto que se pulverizaron cadáveres para que no quedase rastro alguno de tal o cual personaje, numerosos condenado por la Inquisición nos sirven de muestra, llegándose a calcinar los huesos de condenados ya difuntos para borrarlos por completo de la memoria.

A veces la vergüenza de algunos personajes históricos, aniquiló la presencia de otros. Este es el caso de Juan Martín Diaz conocido popularmente como ‘El Empecinado’ y del que no sabemos por qué fue condenado a muerte dado que Isabel II mandó quemar los documentos históricos que comprometían la memoria de su padre. Entre ellos la sentencia de muerte injusta y execrable que llevó a este guerrillero a la horca.

Más adelante en el tiempo nos encontramos historias más sutiles, pero igualmente intencionadas de condenar a alguien al olvido. Sucedió incluso con personajes de altísimo renombre, tal es el caso del general Espartero (al que recordemos se le ofreció nada menos que la corona de España).

Este político y militar decimonónico que marcó la moda de su época (a los niños se les vestía de esparteritos para hacer la primera comunión y su perilla, conocida popularmente como luchana, por la batalla que ganó en Bilbao se puso de moda entre los caballeros del momento) pasó de ser un héroe y un verdadero influencer en el siglo XIX a ser ninguneado en el siglo XX cuando curiosamente los mandos franquistas le quitaron su calle para dedicársela al general Mola (luego dirán de Carmena…) y la que tenía en Bilbao fue renombrada por el PNV para dedicársela al dirigente de este partido, Juan Ajuriaguerra.

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Ni siquiera el general Baldomero Espartero resistió el borrado de la historia

Para colmo de males el pobre Baldomero Espartero recuperó su calle madrileña e incluso su parada de Metro pero claro… ¿quién recuerda hoy que por renunciar elegantemente a la corona de España Espartero fue nombrado Príncipe de Vergara?