Afortunadamente, el genial García Silva de Figueroa no es uno de esos españoles olvidados, los historiadores siguen recordándole, pero no así el común de los mortales a quien nos asombra que un extremeño acabase en Ispahán a principios del siglo XVII.

Toda esta historia comienza en el reinado de Felipe III durante el cual, las noticias sobre las derrotas que los españoles infligieron a los turcos llegaron a Persia, en las actuales tierras de Irán.

Embajada persa en Venecia por Carlo Caliari

A comienzos del siglo XVII las relaciones entre los persas y los europeos se centraban en un enemigo común, los turcos. En la imagen parte de la embajada persa en Venecia pintada por Carlo Caliari.

En ese fluir de cartas y embajadas entre el rey español y el sah Abbás I de Persia es cuando surge la figura del antiguo capitán Don García Silva de Figueroa, que habiendo sido corregidor de Badajoz y Jaén y con una trayectoria académica y militar excelente se convirtió en el diplomático perfecto para tan larga misión.

Las consecuencias y los términos políticos en los que ocurrió han sido ampliamente estudiados, pero no así los detalles y anécdotas de este viaje que convierten a García Silva no solo en un embajador si no en un naturalista, un geógrafo, un arqueólogo y casi me atrevería a decir que en un corresponsal periodístico de la época capaz de narrar las historias más peculiares que quepa imaginar.

Retrato del embajador García Silva de Figueroa, por Miguel Zorita

Los viajeros que lo conocieron lo describieron como robusto de barba blanca y vestido a la usanza española. Así podría haber sido el embajador García Silva de Figueroa.

La minuciosa descripción del periplo (narrada en tercera persona y día a día) recuerda a la Guerra de las Galias de Julio Cesar, ahora bien, trufada de anécdotas. Las descripciones de monstruos marinos resultan fantásticas en su lenguaje, pero veraces en lo que cuentan, basta fijarse en la ferocidad de los marrajos (tiburones). No obstante, otros animales descritos como el “basilisco” que ven en Goa, la especie de “gato montés” “que volaba doscientos pasos” en las montañas de Gate o el “extraño animal” que le muestran en Ispahán convierten a nuestro embajador en una especie de criptozoólogo capaz de enviar a España las pieles de algunos de estos seres.

Viaje de García Silva y Figueroa

El viaje de García Silva de Figueroa duró más de diez años, recopilados en su magna obra Comentarios de D. García de Silva y Figueroa de la Embajada que de parte del Rey de España D. Felipe III hizo al Rey Xa Abas de Persia

Como etnógrafo le debemos infinitas pistas sobre cuáles eran los usos y costumbres en Oriente Medio. Para ello hace geniales paralelismos como los trajes de las mujeres árabes y los hábitos de las monjas bernardas, la ciudad de Xiras con Córdoba y los juegos y fiestas de los persas con los de los labradores extremeños.

En su vertiente arqueológica se le deben las primeras descripciones occidentales de Persépolis y Palmira e incluso advirtió con acierto que el cuneiforme no era decoración si no “inscripciones de letras del todo incógnitas, siendo de mayor antigüedad que las hebraicas, caldeas y arábigas, no teniendo semejanza alguna con ellas, y mucho menos con las griegas y latinas".

Inscripciones cuneiformes

Dentro de los dibujos que incluyó en su viaje estas inscripciones cuneiformes indican su interés por esta escritura

Su gran conocimiento de la historia sorprendió incluso a los persianos (como él les llama) contándolo así en su crónica:

“Conocieron que sabía más de las cosas de Persia que ellos mesmos, mayormente como les refiriese todo lo sucedido en el tiempo del Sofi Hismael y de Xeque Aidar (…) Xa Thamas abuelo, visabuelo y tercero abuelo de este presente rey.

(…) infirieron de aquí que (García Silva) uviese estado otra vez por embajador (hace) mucho tiempo en estos reinos de Persia y que por lo menos fuese (…) en ochenta y más años antes, dándole en aquella sazón pudiese tener quarenta años de edad, que juntos con los ochenta hazían ciento vente años”.

Dedujeron que el embajador era una especie de inmortal y esto les hizo entender un comportamiento extraño para los persas y es que García Silva de Figueroa, que recordemos viajaba con toda su familia, rechazaba permanentemente las concubinas con las que le pretendían agasajar y por lo tanto:

“Se divulgó no gustar de que mujeres le visitasen, atribuyéndolo como a la verdad parescía verosímil, no a virtud si no a la impotencia de la mucha edad”.

El cachondeo duró todo el viaje y finalmente el embajador tuvo que responder que no aceptaba tales mujeres porque ni “los más mozos” aceptarían tal compañía, fue entonces cuando el embajador de Laor le enseñó un puñal en cuyo mango había labrada la efigie de una mujer romana. García Silva reconoció de inmediato su estilo clásico y no solo indagó de donde había sacado el otro embajador semejante antigüedad, si no que rápidamente lo relacionó con esculturas halladas en Mérida durante su gobierno como corregidor.

Un personaje como vemos, con infinitas facetas aún por descubrir.