Fardar de vacaciones es de todo tiempo y de todo lugar y desde que las redes sociales han hecho pública la intimidad de mucha gente, es frecuente comprobar como hay patrones que se repiten. Los presuntos viajes idílicos y superexóticos resultan ser idénticos a los del vecino y en tales casos solo queda exagerar.

Esta repetición de patrones tiene una explicación histórica. De modo que el selfie con una tribu masái, con el brahmán de la India o con el monje del Himalaya, no es nada moderno, porque en el fondo esas fotografías no tratan de captar el recuerdo de esa persona en concreto si no lo exótico de su apariencia.

Esto nos hace recordar a infinidad de personajes de los que hablaron viajeros en la historia, exagerando (como ahora) lo exótico de aquellas gentes, para dar así más valor a su viaje.

En ciertas ocasiones las gentes exóticas ni siquiera eran personas como tal, y así nos lo demuestra el viaje de Hannón de Cartago donde contactaron con la tribu africana de los gorilae, famosos por tener mucho pelo y hablar poco…

Los pigmeos

Eso mismo parece que ocurrió con Alejandro Magno y sus encuentros con primates en Asia y de otra manera con los pigmeos de los que hablan Heródoto y Homero. Posiblemente desde tiempos egipcios ya se había tenido contacto con las tribus de escasa estatura que poblaban las selvas ecuatoriales de África, pero el continuo discurrir de leyendas y exageraciones disminuyó su altura hasta decir que tenían una guerra declarada contra las garzas y que cabalgaban en carros tirados por perdices.

Pigmeos representados en uno de los mosaicos de Itálica

Pigmeos representados en uno de los mosaicos de Itálica.

Los cinamolgos

Ante tantas exageraciones en la Edad Media se abrió la puerta a infinidad de personajes de lo más disparatado, habitantes de tierras inhóspitas, donde todo era posible. Es entonces cuando surgen los cinamolgos o cinoféfalos, es decir, los hombres con cabeza de perro. Marco Polo y Beato Odorico los sitúan en la India pero Vincencio Burgundio afirmó que en Francia se vio uno que: “tenía la cabeza de perro, los demás miembros humanos, los nuestros, el cuello también, y era blanco, pero en las espaldas tenía pelos, estaba derecho como hombre, sentabase como nosotros, comía carne cocida, bebía de muy buena gana vino y con decencia y modestia tomaba el bocado en la mano, y lo llevaba a la boca”.

La descripción del cinamolgo que visitó Francia le muestra más educado que miles de turistas

La descripción del cinamolgo que visitó Francia le muestra más educado que miles de turistas. 
 

Los blemias

También conocidos como acéfalos eran directamente hombres y mujeres sin cabeza, con el rostro en el pecho. Es posible que todo surgiese de la indumentaria militar de algunos pueblos africanos que gracias a una coraza, que abarcaba de la nariz a las rodillas, creasen ese mito en uno de sus ataques al antiguo Egipto. De ahí se transmitió a Plinio y de este a san Agustín y como tenía carta blanca a nivel de credulidad, transmitió la leyenda a todos los demás. Llegando a la exageración máxima con Jean de Mandeville quien cuenta todo tipo de películas sobre los blemias. Curiosamente esta criatura fue trasladada al imaginario americano como así aparecen en numerosos mapas del Nuevo Mundo, eso sí bajo el nombre de ewaipanoma.

Hasta bien entrado el siglo XVIII se seguía creyendo en los belmias

Hasta bien entrado el siglo XVIII se seguía creyendo en los belmias. Se ve que es más fácil admitir que alguien pueda sobrevivir en este mundo sin cabeza que con seis brazos y cosas así. 

Los esciápodos

En un mundo inexplorado cualquier viajero lejano podía ser creído a su regreso. Y si el calor aumenta hacia las zonas ecuatoriales del planeta, es de imaginar que allende esa línea el calor era insufrible, salvo que fueses un esciápodo, es decir, los hombres de un solo pie que a base de saltos adquirían enorme velocidad. Eso sí en momentos de calor agotador no dudaban en tirarse panza arriba para protegerse cual sombrilla con su pie.

Los esciápodos, unas criaturas perfectamente adaptadas a las olas de calor

Los esciápodos, unas criaturas perfectamente adaptadas a las olas de calor. Esciápodo representado en el mapamundi del Beato de Burgo de Osma. 
 

Los panotti

A veces estas extrañas gentes infunden terror, pero en otras ocasiones solo mueven a la ternura o incluso a la lástima como ocurre con los panotti. Hombres de enormes orejas que usan a modo de ropa para cubrirse en las frías noches del Caspio. Allí los sitúa Plinio aunque Pomponio Mela dice que habitan las islas Orcadas (Escocia). Sea como fuere, todas estas gentes parecen venir del país más grande de todos. El reino de la imaginación, donde fanfarrones y exagerados tienen su segunda residencia a lo largo de todo el año.

Antonio de Pigafetta recogió leyendas de marineros molucos

Antonio de Pigafetta recogió leyendas de marineros molucos que hablaban de hombres y mujeres que tenían las orejas tan grandes que con una hacían el lecho y con otra se arropaban.