Que la estupidez no conoce ni tiempo ni lugar, es sabido hasta por los patriarcas bíblicos, pues el mismo libro del Eclesiastés comienza avisándonos del infinito número de imbéciles que en el mundo han sido. De hecho, me temo que esto solo será una primera entrega.

Por ello, y como diariamente tenemos notables ejemplos de la estupidez en nuestra sociedad, dedicamos la sección de hoy a la estulticia en la historia.

Más allá de la gracieta inicial que podrían suponer los estúpidos albergan una amenaza terrible para el resto de la humanidad, las consecuencias de sus disparatados actos en los que tanto ellos mismos como aquellos que les rodean terminan perjudicados. Los estúpidos por lo tanto y tal como lo consideró el economista Carlo Cipolla, serían los elementos más peligrosos de la sociedad.

El economista Carlo María Cipolla en su libro Allegro ma non troppo llegó a considerar a los estúpidos como un sector de la sociedad más peligroso que la mismísima mafia.
El economista Carlo María Cipolla en su libro Allegro ma non troppo llegó a considerar a los estúpidos como un sector de la sociedad más peligroso que la mismísima mafia.

Ya lo advirtió, santo Tomás de Aquino, que consideró la estupidez pecado o siglos más tarde Lope de Vega cuando en sus versos dijo:

“De cuantas cosas me cansan,

fácilmente me defiendo;

pero no puedo guardarme

de los peligros de un necio”

El peligro más evidente de un necio es haber alcanzado el poder. En el mundo clásico lo vemos con ejemplos como el del emperador Honorio un gobernante del que el historiador Procopio nos habla así:

“Se cuenta que entonces en Rávena uno de sus eunucos, evidentemente un cuidador de aves, le comunicó al emperador Honorio que Roma había perecido. Y éste, a voz en grito, exclamó: «¡Y, sin embargo, hace un momento que ha comido de mi mano!». El caso es que él tenía un gallo de gran tamaño cuyo nombre era Roma. El eunuco, comprendiendo el significado de sus palabras, le aclaró que era la ciudad de Roma la que había perecido a manos de Alarico y el emperador, sintiéndose aliviado, le atajó diciendo: «Pero yo, amigo mío, había pensado que era mi gallo Roma el que había muerto.» A tal grado de estupidez, según dicen, había llegado este emperador".

El emperador Honorio un mentecato que pasó a la historia por haber llevado el imperio romano a la más absurda debacle.
El emperador Honorio un mentecato que pasó a la historia por haber llevado el imperio romano a la más absurda debacle.

Pero no podemos achacar esta estupidez al endiosamiento que hacía a los emperadores romanos vivir ajenos a la realidad del mundo, otros gobernantes mucho más cercanos en el tiempo también han dado síntomas de notable estupidez. A Carlos IV cuando era príncipe de Asturias, se le atribuye la frase:

“Padre hay una cosa que no comprendo… si todos los reyes somos designados por la gracia de Dios ¿Cómo pueden existir malos reyes? ¿No deberían ser todos buenos reyes?”.
 
Siempre se ha hablado de la compleja situación geopolítica durante el reinado de Carlos IV pero convendría valorar cuanta dificultad aportaba él con su corto entendimiento.
Siempre se ha hablado de la compleja situación geopolítica durante el reinado de Carlos IV pero convendría valorar cuanta dificultad aportaba él con su corto entendimiento.

Y ni siquiera el absolutismo es excusa para que un dirigente sea idiota, otros cargos tan humildes como alcaldes rurales han demostrado ser unos zopencos absolutos como fue el caso de Gregorio González Arranz, alcalde de Roa que pasó a la historia como el asesino del de Juan Martín Díaz “El Empecinado” y especialmente por ser uno de los mayores cretinos de la humanidad.

La situación era la siguiente. En un alarde de inconsciencia Gregorio González había detenido al Empecinado, un héroe de la guerra de la Independencia cuya muerte traería fatales consecuencias, especialmente a él como responsable de tal atrocidad. Precisamente por ello, su suegro Tomás Bredón le advirtió que tal decisión supondría la ruina a toda la familia, (como así sucedió) pero ¿qué… respondió el obtuso alcalde?:

“Por decírmelas (estas advertencias) quién me las dijo, tuve que sufrirlas, pues de ser otro lo meto en la cárcel. Tanto fue mi disgusto que nunca más volví a hablarle.”

Para colmo de males las subnormalidades de Gregorio González Arranz las conocemos ya que le dio por escribir unas memorias donde no olvidó contar ninguna de sus brillanteces.

La autobiografía de Gregorio González, toda una apología de la insensatez y la estupidez humana.

La autobiografía de Gregorio González, toda una apología de la insensatez y la estupidez humana.

Pedro Voltes en su libro Historia de la estupidez humana considera la envidia como madre la estupidez, pero en el fondo todo apunta a que es la irracionalidad en sí misma la que genera la mayoría de los males. Lo único seguro y así lo ha demostrado la historia es que solo con educación se erradica la ignorancia. Una epidemia que, aunque la porten los estúpidos la sufrimos todos.