Pocos personajes históricos han sido más controvertidos en los últimos años que Cristóbal Colón. La superficialidad con la que se juzga al personaje histórico no solo impide tener una visión realista del marino, también impide conocer aspectos tan desconocidos como los que hoy vamos a abordar.

Genocida, descubridor, héroe o villano son algunos apelativos con los que se ha tildado a Colón

Genocida, descubridor, héroe o villano son algunos apelativos con los que se ha tildado a Colón. Pero ¿y su faceta profética?

Tal día como hoy, pero de 1504, el famoso almirante pisaba por última vez tierra americana. Y aunque este episodio si es conocido, poco se habla de la redacción por esas mismas fechas de una obra singular como pocas, el Libro de las Profecías.

Este pequeño volumen revela un aspecto fascinante del más famoso marino, su faceta como descubridor y protagonista de profecías bíblicas.

Libro de Profecías
Libro de las profecías.

Centrémonos, en primer lugar, en el contexto histórico. ¿Qué pudo hacer que Colón se viese imbuido en este tipo de creencias?

La solución aparece en dos ámbitos de gran trayectoria mediática: La política y la religión. Ambos sectores eran plenamente conscientes de que las historias fantasiosas son tan contrarias a la razón como eficaces para manipular a las masas. (El Santo Niño de la Guardia es un buen ejemplo).

Es por ello, que no se dudó en echar mano de las profecías  para revestir a Fernando el Católico de todo un halo mesiánico, que convenientemente fue difundido por una pléyade de beatas y frailes afines al rey.

El milenarismo, las profecías y el mesianismo llegaron a influir en personajes políticos como el mismo Cardenal Cisneros

El milenarismo, las profecías y el mesianismo llegaron a influir en personajes políticos como el mismo Cardenal Cisneros.

Lo que fue más sorprendente es que Cristóbal Colón fraguase de sí mismo una imagen profética mediante la que se convirtió en una especie de elegido por Dios.

La osadía del marino era enorme. En primer lugar reconocía haber interpretado a su gusto las sagradas escrituras, además lo había hecho buscando una profecía ignota en el Antiguo Testamento (concretamente en el libro de Isaías). Y por si todo está fuera poco le añadió un aliciente más: Esa interpretación y esa profecía estaban plenamente justificados. Porque de lo que hablaban los vaticinios bíblicos era del descubrimiento de América y por lo tanto de Cristóbal Colón.

De esta manera, Colón entendió que tal descubrimiento obedecía un plan divino y que si habían llegado a unas tierras nuevas, estás no podían ser otras que el lugar donde estaban las minas de Ofir, de donde Salomón extrajo las riquezas con las que construyó el Templo de Jerusalén. Por lo tanto y como le confesó en una carta al papa Alejandro VI… Había llegado la hora de volver a construir el templo más sagrado de todos.

Una de las profecías con las que se identificó Colón fue la que Séneca incluyó en Medea. Visible hoy día en el monumento de la madrileña plaza de Colón

Una de las profecías con las que se identificó Colón fue la que Séneca incluyó en Medea. Visible hoy día en el monumento de la madrileña plaza de Colón.

Está idea que hoy nos resulta casi inconcebible, no era tan extraña en aquel entonces. Fray Bartolomé de las Casas, fray Toribio de Benavente e incluso el mismísimo cardenal Cisneros fueron crédulos ante estas profecías.

Es entonces cuando surge la pregunta de rigor ¿Creía realmente Colón en estos vaticinios bíblicos? ¿O fue todo una maniobra mediática?

En los textos que escribió Colón (cartas, el diario de abordo…) nos encontramos una y otra vez más menciones a ese plan divino: Un hombre sencillo que sin tener conocimientos teológicos se ve envuelto en un plan divino según el cual, descubriría unas lejanas tierras con cuyas riquezas los Reyes Católicos conquistarían Jerusalén y con el dinero sobrante reconstruir el famoso Templo.

Crédulo o no, Colón argumentó ante los Reyes y el Papa mismo su protagonismo en toda esta historia y lo hizo de tal manera que teológicamente nada se le podía reprochar.

Pero si hay una prueba que aclare la verdad es un documento fechado el 1 de abril de 1502, cuando Colón firma un testamento a raíz de su último viaje a América. Es ahí cuando el almirante deposita buena parte de su fortuna en el mítico proyecto de Jerusalén. ¿De veras de sintió Colón un elegido?