Muchos personajes célebres de nuestra historia han sufrido un fenómeno que he venido a llamar la “callificación”, es decir, que han dejado de ser seres humanos, para convertirse en calles, avenidas, plazas e incluso barrios de nuestras grandes ciudades.

Por eso, quizá hoy muchos madrileños y barceloneses descubrirán que Castelló fue mucho más que una de sus calles. Sencillamente fue un médico genial.

Doctor Castelló, primer cirujano real.

Profesor, cirujano real y ahora también calle en Madrid y Barcelona, el doctor Castelló esconde una historia maravillosa a sus espaldas.

Dicen, que la verdadera inteligencia se demuestra no con los muchos conocimientos, sino con el uso que se haga de estos. En el caso del doctor Pedro Castelló y Ginesta hablaríamos de un verdadero erudito y al mismo tiempo un tipo sagaz, que supo sacar partido a la adversidad como poca gente hubiese podido.

Nacido en Guisona (Lérida) en 1771 donde pronto descubrirá su vocación médica y al amparo de su tío Agustín Ginesta fue alcanzando diferentes puestos en los que no hubo enfermedad que se le resistiese. Desde el campo militar, donde sirvió como médico para regimiento de caballería de Alcántara, a la docencia donde destacó como catedrático.

Su fama llegó a tal punto que en 1801 logró ser cirujano de la familia real. Como tal le debió conocer siete años más tarde al general Murat. El militar napoleónico sabedor de la pericia de Castelló quiso ficharle como médico para sus tropas, pero nuestro protagonista se opuso, y en 1809, dicen que disfrazado del criado de un amigo suyo, abandonó Madrid por temor a las represalias, poniendo rumbo a Mallorca.

Retrato del general Joachim Murat.

Conociendo la represión que Joachim Murat ejerció en Madrid, es lógico que Castelló huyese de este cuñado de Napoleón.

En 1814 regresó a la capital donde no solo recuperó su prestigio sino que lo acrecentó al ocupar la plaza vacante de su difunto tío Agustín Ginesta, especializándose así en enfermedades de mujeres y niños. Esta disciplina le hizo ser asistente en el parto de la reina María Cristina de Borbón ayudando a traer al mundo a la futura Isabel II.

Nada hacía temer a Castelló que su puesto volviese a peligrar como había ocurrido con los franceses, pero los derroteros que toma historia le volvieron a poner en el punto de mira. El 18 de marzo de 1824 el pésimo Fernando VII, tomó represalias contra todos aquellos liberales y a golpe de decreto encarceló a la plana mayor del colegio de San Carlos, al que pertenecía Castelló.

Retrato de Fernando VII.
Fernando VII fue perjudicial hasta para sí mismo, como demuestran sus ataques de gota.

De este modo, un monarca que no supo gobernar ni su propia familia, se permitió el lujo de opinar sobre la ciencia determinando quien sí y quién no podía ser profesor en medicina. Pero como en ocasiones el destino tiene guiños memorables, quiso la fortuna que tan solo unos meses después (en febrero de 1825) el rey felón se revolviese de dolor a causa de la gota.

Los excesos del monarca le habían puesto contra las cuerdas, en una situación tan peligrosa que se llegó a temer por su vida, y de la que paradójicamente solo le podía salvar una persona, el doctor Pedro Castelló.

Castelló, que conocía Fernando VII desde hacía décadas y todos los médicos le señalaban cuando no sabían remediar los dolores regios. Castelló venciendo la animadversión que un paciente así suscitaba y tras 24 días de tratamiento logró derrotar la enfermedad, consiguiendo tras ello lisonjeras palabras del rey, tales como que después de Dios debía la vida a Castelló y cuestiones así.

Los agasajos con los que Fernando VII pretendía tapar el ridículo que había hecho defenestrando a Castelló fueron bien aprovechados por el médico que, vuelto a colocar en su plaza de cirujano real, intervino a favor de sus compañeros y estudiantes represaliados, pidiendo al rey que todos sin faltar ninguno fuesen repuestos de sus cátedras. Y lo consiguió.

Estaba claro que el doctor Castelló fue alguien imprescindible para el Rey pero también para toda la sociedad española, quien años más tarde le reconoció su labor al concedérsele uno de los títulos nobiliarios más curiosos de todos. Marqués de la Salud.

Placa de la calle que Castelló tiene en Madrid y escultura con la que se le recuerda en barcelon. Pobles de Catalunya.

Placa de la calle que Castelló tiene en Madrid y escultura con la que se le recuerda en Barcelona (Fuente. www.poblesdecatalunya.cat)