Vox lo ha hecho otra vez. El partido que más presume de tener una palabra y solo una; el que más celosamente posa de quisquilloso en cuestiones de honor; el que más se jacta de anteponer sus principios a cualesquiera contingencias por muy adversas que resulten ser; el partido, en fin, cuya retórica proclama con más énfasis ‘fiat iustitia et pereat mundus’… a la postre está resultando ser el que con más facilidad se desdice de lo dicho, incumple sus amenazas, transige con las circunstancias o recula en sus bravatas.

Dirigido por un político que vocifera como ninguno contra los chiringuitos aunque él vivió durante años de uno de ellos, el partido neofranquista español ha protagonizada su enésima marcha atrás. Esta vez, con motivo de la declaración por la Asamblea de Ceuta de Santiago Abascal como persona non grata en la ciudad autónoma.

El estigma que, gracias a la abstención del PP, Ceuta le ha grabado a Abascal en la frente parecía haber sobrepasado todos los límites que el jefe nacional de Vox podía soportar. El eurodiputado ultra Jorge Buxadé dijo el lunes en una emisora amiga que su partido “rompía relaciones” con el PP ante la agresión personal sufrida por su líder, pero 24 horas después rebajaba su órdago con una matización que en realidad era una rectificación en toda regla: cuando dijo “romper relaciones” en realidad quería decir “tomar nota”.

Aunque las palinodias ultras han sido muchas y sonadas, tal vez sea en Andalucía donde Vox acumula un historial más apretado de ellas. Han sido varias las ocasiones en que Vox ha amagado con retirarle su apoyo parlamentario al PP, pero nunca ha hecho efectivas unas amenazas que los populares se toman cada vez menos en serio. “Vox: acaba con el Gobierno del cambio si te atreves”, vienen a decirle, aunque con otras palabras, Juan Manuel Moreno y los suyos una y otra vez.

Donde más estrepitosamente han quedado en nada las amenazas de Vox ha sido en la controvertida cuestión del veto parental, que autorizaría a los padres a proscribir en la escuela determinadas actividades curriculares.

Tras haberlo hecho a conciencia en Murcia, donde en un principio parecía que iba a salirse con la suya, a principios de año Vox se pasó semanas haciendo ruido en Andalucía con el pin parental. Su entonces portavoz, Alejandro Hernández, llegó a decir que se olvidaran de su voto para sacar adelante los Presupuestos de 2021 si la Consejería de Educación no implantaba el pin parental en las escuelas.

El consejero de Educación Javier Imbroda se plantó y no hubo tal pin, aunque sí la firma de un documento que inicialmente Vox interpretó que era una luz verde a su exigencia pero que en realidad nunca lo fue.

Aun así, hubo que esperar al 17 de marzo para que se confirmara la marcha atrás de vox. Su líder Santiago Abascal dio en pleno centro de Sevilla una rueda de prensa-mitin en la que dijo sin despeinarse que “jamás se le había pasado por la cabeza” poner en riesgo la estabilidad del Gobierno andaluz.

En una larga cambiada, Abascal ni siquiera mencionó el pin parental que hasta entonces había sido cuestión de vida o muerte y puso el foco en Cs: “Estamos aquí para decir que nosotros no somos el problema; es el presidente quien tiene que reflexionar si el cambio en Andalucía está garantizado” con un socio como Cs.

Antes de desdecirse a propósito del señalamiento de Abascal como persona non grata en Ceuta, Vox ya lo hizo en Andalucía a propósito de los menores no acompañados llegados de Marruecos a la ciudad autónoma: si la Junta insistía en acoger el cupo de ‘menas’ que le había sido asignado, que dejara de contar con los votos de Vox. De nuevo, dicho y… no hecho.

También en Murcia o Madrid Vox ha reculado en distintas ocasiones. En la primera comunidad a propósito del pin parental, aunque no por falta de ganas de implantarlo por parte del presidente popular Fernando López Miras, sino porque la pretensión ultra era inconstitucional.

Antes de la rectificación del caso Ceuta, la penúltima y más reciente tuvo en Madrid. Vox se había comprometido a apoyar que la Asamblea de Madrid investigara, como quería la oposición de izquierdas, los controvertidos protocolos que bloquearon las derivaciones de ancianos a los hospitales durante la pandemia. Sin embargo, llegado el momento optaron por la abstención y la comisión de investigación no salió adelante.

La pricipal incógnita de cara al futuro quizá esté en cómo gestionará Vox el ridículo que está haciendo con unas rectificaciones que puede que no gusten a su electorado más motaraz. No es aventurado conjeturar que Abascal esté acumulando un resentimiento contra Pablo Casado que, antes o después, acabe desbordándose.