La historia política de España está repleta de “enemistades íntimas” entre líderes del mismo partido: “¡Al suelo, que vienen los nuestros!” Frase mítica atribuible al exministro franquista y de UCD, Pío Cabanillas, que recoge la esencia de las pugnas internas entre dirigentes de las mismas siglas políticas. El enfrentamiento entre Suárez y Landelino Lavilla (con el Rey Juan Carlos por medio); Santiago Carrillo y Nicolás Sartorius; Manuel Fraga y Antonio Hernández Mancha; Pepe Bono y Alfonso Guerra; Pedro Sánchez y Susana Díaz; Pablo Iglesias e Íñigo Errejón (con Espinar en el papel de Bruto) … la lista es amplia y copiosa y se cierra, por ahora, con el irreconciliable duelo genovés entre María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. Esta es la historia de una amistad imposible.

En Valencia comenzó todo

Cuando Mariano Rajoy se llevó el XVI Congreso del PP a Valencia, en junio de 2008, rompiendo así una tradición de 18 años, ya que los cónclaves “populares” venían celebrándose en Madrid, buscando ningunear a la lideresa de los críticos, Esperanza Aguirre, intuyó que la capital del Turia sería el principio de una “bonita enemistad” entre las dos “mujeres de su vida”: María Dolores de Cospedal, nombrada en esta ciudad secretaria general del PP, y Soraya Sáenz de Santamaría, elegida en el mismo contubernio mediterráneo portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados en sustitución del hoy presidiario Eduardo Zaplana.

La “guerra” entre ambas mujeres había comenzado, y Rajoy lo supo desde el principio y no hizo nada por impedir este enfrentamiento cainita (si cabe lo alentó: divide y vencerás) del que en estas fechas se cumple, precisamente, una década cargada de duros reproches, zancadillas, codazos y una larga lista de agravios de los que pocos partidos pueden presumir, al menos de tan extensa duración en el tiempo.

Los casos Gürtel y Bárcenas

Mientras que Sáenz de Santamaría se hacía fuerte en el Congreso de los Diputados, controlando desde el principio al Grupo Popular, María Dolores de Cospedal hacía frente a la caótica gestión de los casos de corrupción Gürtel y Bárcenas. Con el extesorero tuvo un duro enfrentamiento, y es que “Dolores nunca rehúye una batalla; le encanta llevarse mal con la gente”, asegura un diputado del PP castellanomanchego a ElPlural. Tanto es así, que Luis Bárcenas no dudó en implicarla en la contabilidad B del partido y en la supuesta mordida de 200.000 euros que Sacyr pagó para financiar su campaña autonómica en 2007 en Castilla-La Mancha.

Soraya Sáenz de Santamaría disfrutaba desde la barrera de las “cornadas” que recibía a diario su “enemiga íntima”. Desde el famoso “finiquito en diferido” y los papeles de Bárcenas donde, mira tú por dónde, aparecía supuestamente el nombre de su marido: Ignacio López del Hierro, aunque Cospedal siempre ha negado que ese apunte en las anotaciones del extesorero del PP corresponda con la identidad de su esposo.

Guerra de esposos y enchufismos

Alcanzado el Gobierno y con Rajoy en La Moncloa, Sáenz de Santamaría sube a los altares políticos para colocarse a la derecha del presidente, que la nombra nada más y nada menos que vicepresidenta y portavoz del Ejecutivo del PP, partido que rápidamente comienza a repartir cargos, puestos y enchufes a los suyos, siendo el más sonado el del marido de Cospedal, nombrado consejero de Red Eléctrica Española (180.000 euros al año). Sin embargo, la presión ejercida por la vicepresidenta obliga a López del Hierro renunciar para “no perjudicar el buen nombre de mi esposa”, dijo en un comunicado.

La venganza de Soraya por ser relegada por María Dolores en importantes debates al tercer sillón en el Congreso de los Diputados, a pesar de que la secretaria general no era diputada, aunque sí senadora autonómica, no sólo sorprendió a propios y extraños, sino que a los pocos días Telefónica fichaba a su marido, Iván Rosa, para su gabinete jurídico. Las protestas de Cospedal no sirvieron para nada.

Enfrentadas por la peineta y la mantilla

La rivalidad entre ambas llegó, incluso, al vestuario protocolario, haciendo el ridículo más lamentable en la visita que ambas realizaron al Vaticano en octubre de 2012 para asistir a la concesión del título de Doctor de la Iglesia al santo español Juan de Ávila. Pues bien, no hubo forma de ponerse de acuerdo en el atuendo utilizado por las dos “enemigas”, y mientras Cospedal volvía a lucir su decimonónica peineta y mantilla, impropia de una representante política, Sáenz de Santamaría lucía una mantilla y un vestido negro propio de una novicia.

El G-8 y Javier Arenas

Cospedal había perdido el control del Grupo Popular y en el Gobierno mandaba Sáenz de Santamaría, que para desestabilizar a la presidenta no dudó en apoyar al denominado G-8, un grupo de ministros amigos personales de Rajoy y enfrentados a la vicepresidenta, que a su vez se alió con el enemigo número uno de Cospedal: Javier Arenas. El andaluz frenó en seco las aspiraciones de la secretaria general de hacerse con las riendas del PP de Andalucía, con la inestimable ayuda de su amiga Soraya Sáenz de Santamaría, lo que irritó hasta la desesperación a Cospedal, que ordenó a su “machaca” castellanomanchega, Carmen Riolobos, enviar un recadito al vicesecretario territorial de la Ejecutiva del PP.

Riolobos firmó un comunicado en el que sin señalar a Arenas, dijo: “: “A escasos días de las elecciones autonómicas y municipales, en un ejercicio supino de irresponsabilidad, esos perdedores (en alusión a Arenas) se están dedicando a desestabilizar al partido, a su presidente, Mariano Rajoy, y a su secretaria general, María Dolores de Cospedal, filtrando a la prensa supuestas decisiones que solo existen en sus cabezas”. Los “sorayos” lo consideraron un ataque frontal contra ellos.

A cara de perro por el CNI

“Sorayos” que brindaron con cava cuando en la primavera de 2015 Cospedal era apeada de la presidencia del Gobierno de Castilla-La Mancha. Sin embargo, la “felicidad” duraría muy poco, ya que un año y medio después, la secretaria general entraba en el Gobierno de Rajoy ocupando la cartera de Defensa. La batalla por el control del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que Cospedal reclamaba para su ministerio, a punto estuvo de dar al traste con los planes de Rajoy para configurar un Ejecutivo capaz de entenderse con el resto de las fuerzas políticas al haber perdido la mayoría absoluta. Finalmente, la vicepresidenta mantuvo en su poder la red de espías españoles.

La enmienda anti-Cospedal

Y llegó febrero de 2017, y los “Sorayos” movilizaron todas sus influencias para convencer a Rajoy de la incompatibilidad de Cospedal de concentrar en su persona la titularidad de un ministerio de Estado, la presidencia del PP de Castilla-La Mancha, diputada por Toledo y secretaria general del partido. Tanto es así, que un compromisario castellano-manchego, dicen que alentado por Sáenz de Santamaría, logró poner a Cospedal contra las cuerdas al presentar una enmienda que pedía suprimir la duplicidad de cargos.

Al final, y por solo 25 votos de diferencia, María Dolores de Cospedal fue ratificada en la secretaría, no sin extenderse la sombra de dudas sobre el recuento de votos, que para muchos se trato de un “pucherazo”, como así lo catalogó el autor de la enmienda.

El bolso de Soraya y la rueda de prensa de Cospedal

Enemistad, rivalidad, enfrentamiento que todavía dura y que se exteriorizó en las últimas horas de Mariano Rajoy como presidente. Mientras que Soraya Sáenz de Santamaría ocupaba la bancada del Gobierno, depositando su bolso en el sillón de Rajoy, ausente y reunido en un restaurante cercano a la Carrera de San Jerónimo, Cospedal daba una rueda de prensa para desmentir la dimisión de Rajoy, impidiendo así que la vicepresidenta alcanzara la presidencia del Gobierno y con ellos toda posibilidad de que el PP mantuviera el Ejecutivo.

“Perdimos el Gobierno por un exceso de envidia malsana de Dolores”, añaden nuestras fuentes, “si Rajoy llega a dimitir, hoy seguiríamos en La Moncloa”. Y todo por culpa de una amistad imposible.