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En algunos casos, la 'germofobia' parece que Trump la supera mejor que en otros, y ofrece la mano abierta...

Se define como "miedo patológico a la suciedad y los gérmenes". Lo que en latinajo (o más bien, en griegajo) se denomina misofobia. Una enfermedad que en 1999 Donald Trump reconoció que él la padecía. Claro que lo hizo a su manera. En el programa nocturno de la televisión norteamericana Dateline en 1999 lo explicó diciendo que la costumbre de dar la mano era "bárbara". Un forma de resumir lo que en realidad ya había escrito en un libro de 1997, y cuyo título ahora tan oportuno parece: "El arte del recuperarse" (The art of the Comeback).

En aquel libro Trump escribió: "Una de las maldiciones de la sociedad americana es el simple acto de estrechar las manos, y cuanto más exito y fama tienes peor tiene a convertirse esta terrible costumbre. Yo soy un pirado (freak) de lavarse las manos. Me sientos mucho mejo depués de lavarme las manos, lo que hago tanto como puedo".

Parece que la razón para esta enfermedad mental (en su caso la 'germenofobia' parece alcanzar este punto), como sucede a menudo, está en la familia. Aparentemente el bisabuelo paterno del nuevo presidente de Estados Unidos, el hombre que, esta vez metafóricamente, tiene sus manos en nuestro cuello, murió prematuramente a la edad de 49 años durante la Pandemia de Gripe, la llamada gripe española, en 1918. Frederick Christ Trump se llamaba el hombre cuya muerte ha pasado por generaciones perturbando la salud mental de la familia.

Por cierto, evidentemente Trump no es el único afectado por esta manía. Otro político, incluso más peculiar y que dio más miedo que Trump (al menos de momento), también tenía esta misma aversión. Hablarmos de Benito Mussolini que, de hecho, llegó a prohibir el estrechamiento de manos. Bien es verdad que en este caso ayudó su obsesión porque los italianos se saludaran conforme al llamado 'saludo romano'. Y que desde entonces, los españoles lo saben bien, pasó a conocerse como 'saludo fascista'.

Es lo que hay.