La alcaldía de Barcelona pende de unos miles de votos entre Ada Colau y Ernest Maragall y también el liderazgo del movimiento de independentista entre Oriol Junqueras y Carles Puigdemont que va a decidirse transitoriamente en las elecciones europeas. En el caso de las europeas, la lucha entre ERC y JxCat puede beneficiar a Josep Borrell, el portaestandarte en Cataluña del 155 según sus adversarios. La victoria del candidato socialista entre el electorado catalán supondría un fracaso por todo lo alto del soberanismo.

Puigdemont y Junqueras han sido los alcaldables honorarios de sus respectivos partidos en todos los municipios catalanes. En “nuestros presos” como suele denominarlos Ernest Maragall, han depositado su suerte los centenares de aspirantes soberanistas; mucho más acentuado en el caso de JxCat que en el de los republicanos. Este ha sido el principal argumento electoral durante toda la campaña, acentuándose la tendencia en las últimas horas tras la suspensión de los diputados procesados. La diferencia esencial entre los rivales independentistas es que JxCat tiene pocas esperanzas en el éxito municipal (salvo la suma de muchos municipios de escasa población), mientras que ERC mantiene sus opciones de ganar la alcaldía de Barcelona y consolidar su presencia en el área metropolitana, uno de sus objetivos históricos.

La batalla por Europa es la que realmente emociona al independentismo, no tanto por tener ninguna aportación específica al gobierno de la Unión como por liderar el protagonismo en un escenario internacional de la promoción de su causa y la denuncia del Estado español. Una presencia pendiente de interpretaciones jurídicas sobre el acceso al acta de diputados y la presencia real en el Parlamento europeo.

Puigdemont se presenta en solitario tras la ruptura con el PNV, impulsado por el contencioso con la Junta Electoral Central, cuyos réditos podrían ser suficientes para neutralizar a Junqueras y su candidatura conjunta con EH Bildu y BNG. En este campo no hay que descartar la circunstancia de que Puigdemont fuera el más votado en Cataluña pero que Junqueras obtuviera más votos dada su coalición con vascos y gallegos. Y de rebote, la eventual victoria de Borell, que en los sondeos siempre ha resistido a unas décimas de los dos aspirantes soberanistas.

Una victoria en Barcelona podría consolar al perdedor de las europeas por parte independentista. Esta opción solo está al alcance de ERC, aunque la campaña no ha despejado el empate técnico existente con Ada Colau. La campaña sí que ha servido para exhibir la distancia actual entre republicanos y comunes, contradiciendo una de las hipótesis más glosadas hace unos meses, cuando ERC cambió a su candidato, teóricamente para suavizar las relaciones con Colau en la perspectiva de un gobierno de izquierdas en Barcelona como ensayo general de un cambio en la Generalitat. De lo dicho estos días habría que deducir que el pacto Colau-Maragall es improbable, aunque el lunes todo podría cambiar en función de la aritmética del nuevo consistorio y el empeoramiento de la convivencia en el gobierno Torra.

La otra clave del futuro de la alcaldía barcelonesa está en la relación Colau-PSC. El candidato socialista, Jaume Collboni, mantiene con Colau una distancia ostentosa explicada por el precedente del pacto de gobierno roto con ocasión del 155. El enojo no parece que vaya a truncar un acuerdo de naturalidad manifiesta, mucho más desde que Colau es una de las grandes defensoras del pacto de Podemos con Pedro Sánchez. El PSC va a remontar según los sondeos, sin alcanzar un número de concejales suficientes para garantizar la mayoría con Barcelona en Comú, lo que deja a Colau, en primera instancia, en manos de una victoria a los puntos frente a Maragall.

El PSC tiene otros objetivos relevantes: salvar Tarragona (ahora gobernada con PP) y Lleida (ahora con el apoyo de Ciudadanos) , consolidar sus feudos metropolitanos con l’Hospitalet, Santa Coloma y Cornellà a la cabeza y dar la batalla en Badalona. Badalona es a la vez la única esperanza del PP de sacar la cabeza en el mapa municipal catalán, aunque su candidato Xavier García Albiol haya preferido una campaña mucho más personalista que partidista, dadas la pobres expectativas de los populares en Cataluña.

En esta ciudad, todo es posible. Aquí, ERC concurre asociada a Guanyem Badalona en Comú, en la que conviven la CUP y los comunes soberanistas, en apoyo de la ex alcaldesa Solors Sabater, derrotada por una moción de censura encabezada por el PSC. Los comunes no soberanistas compiten bajo el paraguas de Badalona en Comú. En este galimatías de la pluralidad de la izquierda, los pactos van a resultar de extrema complejidad.

La fórmula Guanyem, impulsada por la CUP en diversas ciudades, va a resultar un problema para el independentismo oficial. Girona, la única capital de provincia gobernada por JxCat, la ciudad que Quim Torra cree que actúa como auténtica capital de Cataluña por supuesta incompetencia nacionalista de Barcelona, va a ser escenario de una de estas batallas. Aquí, Guanyem Girona suma la CUP, MES (ex socialistas soberanistas que hace cuatro años estaban con ERC), el Comú de Girona, Piratas y Som Alternativa. Esta amalgama cuenta con enormes simpatías de seguidores de ERC, comenzando por la actual portavoz republicana en el consistorio, la escritora María Mercè Roca, que justo antes de finalizar la campaña anunció su apoyo a Guanyem y el abandono de su militancia en ERC.

De quien no se esperan noticias municipales es de Ciudadanos. El partido de Rivera lo apostó todo a la carta de Manuel Valls en Barcelona y Valls ha optado por ser él el protagonista, relegando la marca de Ciudadanos tanto en la lista (el número tres es Celestino Corbacho, ex alcalde socialista de l’Hospitalet y ex ministro de Zapatero) como en la campaña. Todos los sondeos anuncian una ligera mejora de resultados, siempre por detrás del PSC, un resultado por debajo de las expectativas del ex primer ministro francés, cuyo futuro en la política barcelonesa quedará muy comprometido, casi tanto como el de Ciudadanos.