Empieza una segunda campaña electoral dos semanas después de que acabara la carrera para las elecciones generales. El mensaje ha cambiado después de analizar los resultados del 28 de abril, la hoja de ruta se diluye en función de guerras internas y del objetivo marcado en el horizonte: sumar con el resto de fuerzas de la misma cuerda ideológica o conseguir frenar a aquellos que luchan por el mismo ‘target’ para abanderar un proyecto parcial.

Ahora los cabezas de cartel son otros, aunque contarán con el respaldo del núcleo fuerte de cada una de las estructuras. El PSOE consiguió imponerse en las generales en la mayoría de las plazas en las que toca jugarse el futuro dentro de dos semanas. Sin embargo, la derecha se muestra reacia al conformismo y peleará por teñir el escenario de naranja o azul. La lucha fratricida entre Ciudadanos y PP recuerda a las riñas internas y características de la izquierda. Mientras tanto, PSOE y Podemos muestran sintonía en cada una de las apariciones y saborean las mieles de un terreno asfaltado por la contienda de sus adversarios.

En estas elecciones, además de por su propio peso, reside un interés especial. Dependiendo de los resultados y la capacidad dialógica de cada cual, el escenario nacional puede variar. La derecha se muestra reacia a aupar a los del puño y la rosa, al menos en la mayoría de envites. Diferente puede ser en aquellas regiones comandadas por líderes socialistas “disidentes” al mensaje del presidente del Gobierno en funciones.

¿Cómo afronta cada partido el inicio de campaña?

La macroencuesta realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) le ha añadido picante a un pistoletazo de salida ya de por sí cargado de incógnitas. La izquierda seguiría contando con el rédito de los electores, pero si se tienen en cuenta los votos recontados, la derecha empieza a ascender peligrosamente. El PSOE ha empezado la campaña aguantando la respiración por la delicada situación de su exvicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba. 

A nivel político, afronta la campaña con pies de plomo y, con el tono sosegado y cauto que caracteriza sus mensajes de cara al exterior, vuelve a pedir una movilización masiva para asegurarse el resultado que esperan. Además, son conocedores de que el próximo 26 de mayo se juegan más de lo que marca la demoscopia. Unas elecciones futuras para proteger la comodidad de los resultados en las generales. Juegos de poder, cambios de opinión sobre la bocina y cesiones interesadas que no interesa tener que afrontar. Dejarlo todo atado y afrontar la política de pactos -municipal, regional y nacional- desde el primer puesto es el objetivo.

Podemos, sin embargo, observa cómo las escisiones internas, la cantidad de nombres que se suman a la amalgama electoral, pasan factura. El batacazo el pasado 28 de abril evidenció la falta de confianza de parte del electorado. Ahora, se juegan el tipo y mantienen un pulso interesante con aquellos que, haciendo saltar por los aires el plan del núcleo fuerte, llamando la atención de los detractores que se frotaban las manos viendo cómo sus dos pesos pesados se lanzaban ataques frontales en público, se disponen ahora a competir de forma abierta y sin secretismos de tú a tú.

Madrid es el emplazamiento fetiche. Carmena consiguió el Consistorio envolviéndose en el apoyo morado. Tras ello, Más Madrid vino para agitar, aún más, a un Podemos que no consigue librarse de la crítica interna. Errejón fue de la mano de la alcaldesa, y aspira, teniendo en cuenta el CIS, a quedar por encima del partido que él mismo fundó. Dura pugna por el control de una plaza marcada por la desazón de tiempos pasados.

Quien también busca cambios y nuevas caras es la extrema derecha española. Si hace cuatro años les hubieran dicho dónde llegarían, habrían firmado sin pensarlo. Sin embargo, Vox esperaba más. Los grandes mítines y el tirón social en las redes sociales hacían que sus votantes pensasen en gestas mayores. Además, la fractura de la derecha provocó una caída en escaños que sus competidores tratan de poner sobre la mesa y repetir hasta la saciedad. Los de Abascal se desangran según las cifras, e Iván Espinosa de los Monteros, flamante director de campaña, escoltado por personalidades como Rocío Monasterio y Ortega Smith, tratará de volver a marcar la agenda política.

Mientras tanto, naranjas y populares viven su momento más tenso. Más allá de los resultados, que siguen desconcertando de puertas para adentro, la sensación de que su otrora buena relación se tambalea es evidente. Ataques directos y frontales entre sus líderes, malas formas en público y un manejo de los tiempos que demuestra que el 28 de abril supuso un auténtico descalabro. Recomponerse y virar el argumentario en tan poco tiempo es complicado. Más si cabe teniendo en cuenta que quienes están llamados a hacerlo invitaban a la mesa a Vox y se fotografiaban con ellos hace nada.

Demasiado poco tiempo para recomponerse. Nadie imaginaría que quedar segundos sería el objetivo, que todo se ceñiría en ganar una batalla por liderar la oposición. Sin embargo, a ojos de los resultados cosechados y de la demoscopia, salvar el tipo entre la derecha española parece el único objetivo factible en la mayoría de envites.