La Comunidad de Madrid enfila la recta final de cara a las elecciones del 4 de mayo y la izquierda ha tomado una importante ventaja para estos últimos días. La presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, blandía la batuta de la campaña desde sus comienzos. Su lema, Comunismo o Libertad se erigió como el eje vertebrador, dominando por completo el debate público. Pero la izquierda ha conseguido revertirlo y, ahora, el marco de campaña es otro bien distinto: Fascismo o Democracia. Unidas Podemos, PSOE y Más Madrid han aprovechado el rebufo de algunas dinámicas de campaña que han permitido este cambio que, a buen seguro, será fundamental en las urnas para determinar si el PP reedita gobierno apoyado en esa ocasión por la ultraderecha o si la izquierda logra mayoría para articular un gobierno progresista.

El pasado 5 de abril, a un mes vista de los comicios, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicó un barómetro que avivó las esperanzas para la izquierda. El sondeo esbozaba una Asamblea partida en dos bloques idénticos, empatados a 68. No obstante, se produjo un error en la proyección de los datos y, al corregirse, PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos lograrían mayoría absoluta.

Esta encuesta fue clave, pues recogía por primera vez la idea de que había partido. Y es que, Ciudadanos sería fuerza extraparlamentaria al no superar la barrera del 5% y Vox, fagocitado por Ayuso, apenas superaba ese umbral en cuatro décimas. Conclusión: la candidata del PP podía morir de éxito.

Cuatro balas

Todo cambió la pasada semana. El secretario general de Podemos y candidato, Pablo Iglesiasrecibió una carta con amenazas de muertes y cuatro balas CEMET. La infame misiva fue recibida también por el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska; y María Gámez, directora de la Guardia Civil. Situaciones como esta son horrorosas, pero la izquierda, y en concreto Iglesias, supo capitalizar las amenazas gracias a la desfachatez y la torpeza de Vox.

La candidata ultra, Rocío Monasterio, cuestionó la veracidad de las amenazas, lo que dio pie a que Iglesias advirtiera en una entrevista en TVE que si no se retractaba no compartir ningún espacio con Vox. Dicho y hecho. Unas horas después, durante el debate electoral en la Cadena SER, el exvicepresidente conminó a Monasterio a condenar la violencia sin paliativos. No lo hizo y, además, exhibió una actitud bravucona, chulesca y maleducada. Iglesias recogió sus bártulos y se marchó, provocando una reacción unánime: tanto Ángel Gabilondo, como Edmundo Bal como Mónica García pidieron a Monasterio que fuera “decente”, pues ante amenazas de muertes no cabe tibieza posible.

El candidato socialista y la candidata de Más Madrid, al ver que Iglesias no regresó al debate, pidieron dar por concluido el mismo.

Un frente común

El espectáculo ofrecido por Monasterio fue bochornoso. Las críticas llovieron desde todos los sectores. Incluso el PP condenó el episodio -eso sí, tras publicar un tuit celebrándolo-. La campaña adquirió entonces un cariz diferente: esto ya iba de defender la democracia.

Fue así cómo se paso del Comunismo o Libertad al Fascismo o Democracia, con una izquierda aparcando diferencias sustanciales y haciendo frente común ante el descaro, la insolencia y la desvergüenza de Vox.

La estrategia de los de Santiago Abascal forzando situaciones extremas con sus mítines en Vallecas, en Parla, los carteles sobre los MENAs son consecuencia del éxito de Ayuso. Y esta guerra fratricida ha modificado los issues de la campaña.

Quedan siete día para echar el telón el próximo domingo y dejar a los ciudadanos reflexionar el lunes sobre el voto del martes. Una semana en la que la izquierda pisará el acelerador y, gracias a la competencia virtuosa y a un pacto de no agresión mutua, su posición en la recta final es mejor de lo que cabría esperarse. Tras la negativa de Mónica García de diluirse en una candidatura con Iglesias, la izquierda estaba ante un enorme desafío: conseguir movilizar al electorado de izquierdas pese a la división en tres partidos. Y parece que lo están consiguiendo. Según el CIS, en torno al 80% de los encuestados acudirá con toda seguridad a votar. Una movilización que históricamente favorece a la izquierda y que, en esta ocasión, ha generado un marco ideal: no hay codazos entre las distintas formaciones y se ha levantado un frente común contra Vox, el fascismo con el que pretende pactar Ayuso.