Doble noticia de alcance esta semana en Madrid y Sevilla: el jueves 25 Gobierno de España de PSOE y Unidas Podemos sacaba adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2022 con 188 votos de 11 partidos; la noche anterior, el Gobierno de Andalucía del PP y Cs fracasaba al intentar aprobar los suyos debido a la deserción de Vox después de tres años de alianza y tres presupuestos aprobados.

Al mismo tiempo, tampoco en la Comunidad de Madrid las derechas han logrado juramentarse para sacar adelante las cuentas del año que viene. El próximo jueves 2 de diciembre se votan en la Asamblea las enmiendas a la totalidad, donde Isabel Díaz Ayuso necesita a los diputados de la extrema derecha, que se resisten a darle su voto.

Frankenstein goza de buena salud

La España plural configurada por una compleja amalgama de izquierdistas, localistas, regionalistas, nacionalistas e independentistas está demostrando ser parlamentariamente más fiable que la España maciza que integran al alimón el Partido Popular y vox, pues la presencia en ella de Cs fue importante pero hoy es terminal y tiene las horas contadas.

Monstruo artificial de dudosa estirpe, el Gobierno Frankenstein bautizado con ingenio letal por Alfredo Pérez Rubalcaba goza de buena salud y hasta puede presumir de patriota al haber superado con holgura sus desavenencias y dotado al país de presupuestos en un momento crucial, con decenas de miles de millones de fondos europeos esperando a ser inyectados en la maltrecha economía del país.

Mientras, la hidra nacional de dos cabezas –pongamos dos y media para no menospreciar a Cs– desatiende los intereses de la patria dando prioridad a sus urgencias electorales. Muerto Cs, los estrategas del PP y Vox buscan la manera de afianzar posiciones ante la inminencia de un calendario electoral que tendrá su primera gran cita en Andalucía.

Si en Andalucía Vox ya ha oficializado su ruptura con el presidente Juan Manuel Moreno y el Partido Popular, en Madrid se lo está pensando. Lo más probable es que repitan en la Comunidad que preside Isabel Díaz Ayuso la misma jugada que en Sevilla y voten la devolución del Proyecto de Ley de Presupuestos al Ejecutivo.

¡Que viene ETA!

El argumento nuclear de las derechas para no ya desacreditar sino directamente deslegitimar el acuerdo presupuestario alcanzado en el Congreso es que Bildu forma parte de él.

La idea la vienen repitiendo machaconamente Pablo Casado, Teodoro García Egea, Juan Manuel Moreno, Elías Bendodo o Isabel Díaz Ayuso: todos se ceban en ese flanco porque intuyen que es ahí donde Pedro Sánchez tiene mayores dificultades para repeler con éxito la ofensiva de sus adversarios.

El PP y Vox son conscientes de que a una parte significativa del electorado socialista le repugna toda alianza con la coalición Bildu, cuya cara pública es el líder abertzale Arnaldo Otegi, hoy alejado de ETA pero en el pasado uno de sus más tenebrosos valedores.

Aunque ETA dejó de matar hace diez años, como recordaba esta semana Odón Elorza, y a ello ayudó decisivamente Otegi, el entendimiento presupuestario con Bildu es deletéreo para el Partido Socialista.

También es problemático el apoyo de ERC, pero sus contraindicaciones ante la opinión pública al sur del Ebro oscilan en función de la conducta concreta de los independentistas: si dan rienda suelta a su gen antiespañol, encienden a los españoles de este lado, pero si lo atan corto y se centran las cosas de comer, el electorado nacional tiende a una cierta indulgencia con ellos.

Con Bildu es distinto. Su reprobación por la inmensa mayoría de españoles no depende de cómo se comporte: sea cual sea su conducta, a Otegi nunca le perdonarán su pasado. No es del todo justo, pero es así.

En realidad, la condena escandalizada de todo pacto con Bildu porque en el pasado apoyó y justificó a ETA no es una muy distinta a la de quienes en 1976 rechazaban todo entendimiento con Manuel Fraga porque en el pasado había justificado, apoyado y has sido ministro de Franco. Al final se impuso la idea de que, puesto que ya no había franquismo, valía la pena darle a Fraga la oportunidad de demostrar que ya no era franquista o que, como mínimo, había dejado de comportarse como el ministro de Franco que fue.

¡Que vuelve pinza!

En Andalucía, en cambio, el relato del fracaso de Moreno al no aprobar unos presupuestos también fuertemente expansivos tiene como argumento nuclear la pinza. La idea consiste en equiparar lo que ahora está sucediendo en el Parlamento con lo sucedido en la legislatura 1994-1996, cuando el PP de Javier Arenas y la Izquierda Unida de Luis Carlos Rejón se conjuraron explícitamente para asfixiar el mandato de Manuel Chaves.

El relato de la pinza cuajó entonces en la opinión pública andaluza. Y lo hizo porque era cierto y porque ni Arenas ni Rejón –que despreciaban a Chaves no menos de lo que se admiraban a sí mismos– se preocuparon demasiado de desmentirlo. Pese al empeño de las terminales mediáticas conservadoras, esta vez es más difícil que tal relato triunfe, pues la razón principal de que Andalucía no vaya a tener presupuestos en 2022 es que una de las tres patas que sostenían al Gobierno se ha retirado de la mesa.

El hecho central ahora no es que el PSOE haya votado en contra de los presupuestos de 2022 –no es un hecho nuevo: ya lo hizo en los de 2019, 2020 y 2021–, sino que Vox le ha retirado su apoyo a Moreno. San Telmo suma peras con manzanas y el resultado es una fruta inverosímil llamada pinza, de incierto sabor pero muy apreciada por los paladares de la derecha.

Vender como pinza la coincidencia circunstancial de Vox y las izquierdas es mucho vender. Hay que ser un comprador o bien muy cándido o bien muy interesado para comprar un género de tan dudosa trazabilidad.

¿Por qué no me llamas?

No obstante, hay un hecho innegable: a la postre, la más severa contraindicación de la estrategia de ‘grosse koalition presupuestaria’ ensayada por el socialista Juan Espadas está siendo que la disposición de éste al entendimiento ha dado pie a la derecha y a sus analistas de cabecera para meter alegremente en el mismo saco el no de Vox y el no del Partido Socialista.

Aun así, Espadas quiere demostrar que su disposición al pacto es sincera manteniéndola en sus mismos términos que hasta ahora. La devolución del proyecto al Gobierno no impide a éste llevarlo de nuevo a la cámara debidamente modificado. Si Moreno quiere presupuestos, no tiene más que descolgar el teléfono: ¿por qué no me llamas?, pregunta Espadas. Al presidente no se le será fácil explicar por qué no lo hace… y que la gente crea sus razones.