En plena recta final de la campaña electoral para el 23 de julio todo está aún en el aire. El giro que ha dado el panorama político en los últimos días a cuenta de las mentiras de Alberto Núñez Feijóo ha hecho tambalear la euforia del Partido Popular, que hace solo diez días se veía en la Moncloa con bastante claridad y retaba a Vox a dinamitar las mayorías en Murcia y Aragón bajo el argumento de que les "beneficia" de cara a las generales. También celebraron con mucho optimismo el resultado del cara a cara con Pedro Sánchez. Sin embargo, a lo largo de estas semanas los populares han comenzado a ponerse la tirita antes de la herida y han rebajado el tono situando a Santiago Abascal en el ala moderada de la formación frente a la falangista que representa Jorge Buxadé para despejar el camino hacia un posible pacto nacional. Todo mientras apelan al voto útil contra el "sanchismo" pero también contra "los extremos". Y es que ahora Génova rebaja sus expectativas y se apuesta todo a solicitar una mayoría suficiente con la concentración del voto útil al tiempo que dirigentes de la cúpula tildan al líder de extrema derecha de "compañero".

El PP blanquea al Vox suave

El Partido Popular ve a la vez en Vox un socio necesario y de emergencia. Pese a haber llevado a cabo más de una centena de acuerdos en ayuntamientos y gobiernos regionales, como el de Extremadura, para quitar el mando al PSOE -la lista más votada en muchos de ellos-, los de Alberto Núñez Feijóo han intentado deshacerse de puertas para afuera de la idea de que los ultraderechistas son su aliado preferente en el caso de que el resultado de las urnas el próximo 23 de julio no sea una mayoría absoluta o "suficiente" para hacerlo en solitario. No han sido pocas las veces en las que el voto útil ha sido el principal argumento de campaña del PP para intentar aglutinar el apoyo. "A todos los españoles que quieran un cambio, decirles que la única papeleta para ello es la del Partido Popular", ha sostenido en varias ocasiones el propio líder popular, que ha contrapuesto su modelo con el del PSOE y también el de Vox, del que dicen solo quieren asientos en los gobiernos.

Pero al mismo tiempo que han intentando desligarse de los ultras, los populares han firmado sendos acuerdos de coalición. Mientras han intentando debilitar a la formación de extrema derecha, en el Partido Popular preparan el camino para pactar con Vox a nivel nacional si el escenario les lleva a ello. Y es que en Génova hablan desde hace varias semanas de una suerte de dos bandas en el seno de los ultras que están muy diferenciadas: una más ultra capitaneada por Jorge Buxadé y Kiko Méndez Monasterio; y otra más blanda en la que colocan al propio Santiago Abascal. Este mismo lunes el vicesecretario de acción institucional del PP y candidato por Valencia, Esteban González Pons, ha ahondado en estas diferencias internas en la formación a su derecha, en la que ha detectado "dos almas" pero en la que se encuentran "compañeros", empezando por el dirigente, tal y como ha dicho textualmente en una entrevista publicada por el diario ABC.

"Dos almas" en la ultraderecha

"A muchos dirigentes de Vox, empezando por el máximo, seguimos considerándolos compañeros nuestros", ha sostenido el dirigente, que en las últimas horas ha protagonizado varias sonadas polémicas marcadas por el machismo contra la ministra de Ciencia, Diana Morant, y las críticas a TVE por poner de manifiesto y demostrar las falsedades lanzadas en directo por el presidente popular. A su juicio, en la formación asentada en la madrileña calle Bambú "hay un alma conservadora que una vez perteneció al Partido Popular y compartió principios y valores y que tiene para siempre abiertas las puertas del PP". Una sección que considera más moderada y en la que enmarca a Abascal, frente a otra más radical en la que se encontrarían los ideólogos del partido. "Y hay un alma fortísimamente ideologizada que quiere que el PP pierda porque se sienten más cómodos en la oposición al sanchismo que con un PP en el Gobierno", continúa argumentado, apuntando a una suerte de división interna.

Estas ideas no son novedosas. La cúpula de la formación lleva buscando alimentar estas diferencias en el seno de Vox pese a asegurar tener cifras mucho más beneficiosas para ellos en las encuestas frente a una extrema derecha cada vez más debilitada. Una de la principal discrepancia vendría de parte del líder, a quien colocan en la parte blanda del partido frente al yugo de la parte más dura y quien estaría dirigiendo las negociaciones. El propio Feijóo aseguró a principios de este mes de julio que Abascal "tiene una cultura orgánica que probablemente otros miembros de su partido no tengan". "Tiene una vocación de interés general y probablemente algunos de su partido no han pertenecido a partidos que han sido determinantes en la construcción de la transición y la democracia española", afirmó en un encuentro con La Razón. Este fin de semana Feijóo subrayó en El Español la "intranquilidad" que le generan los "ideólogos" del partido, en el que no sitúa al dirigente extremista.

Buxadé vs Abascal

Pero también de antes. En medio de las conversaciones para cerrar los gobiernos en Murcia o Aragón fuentes de Génova afirmaron haber detectado dos corrientes "diferentes": una parte "muy dura" que representaría el equipo negociador, encabezado por Jorge Buxadé y Kiko Méndez Monasterio y que "quiere que el mundo arda" y "busca el reemplazo y debilitar" al PP; y por otro lado el ala de Abascal que es "más baja" y al que definen como más "pragmático". Según sus palabras, este tiene una "cultura orgánica" de la política y es más consciente de las dinámicas de partido. "Sabe lo que se puede o no hacer", afirman desde el equipo cercano a Feijóo. A su juicio, precisamente esa sección ultra es la que ha estado dificultando los acuerdos autonómicos. Ese mismo día, estas mismas fuentes aseguraron a los medios en plenas tensiones en Murcia que cualquiera de los resultados supone "un win win" para Feijóo incluso a nivel nacional y llegó a retar a los ultras a dinamitar los diálogos y las mayorías que podían alcanzar conjuntamente. 

Los populares incluyen en esta parte reaccionaria a Buxadé, a Ignacio de las Hoces o a Méndez Monasterio, este último uno de los principales asesores de Abascal pese a descartar al dirigente y subrayar la buena sintonía entre él y Feijóo. Asimismo descartan a Iván Espinosa de los Monteros, al que ven como "el perfil más ministeriable". En Génova ven un "tono y discurso" distanciado del resto y que puede llegar a sumir el líder popular en el caso de introducirle en el gobierno. Y es que las diferencias que se empeñan en mostrar con los ultraderechistas son más en la forma que en el fondo, y ya el propio Feijóo ha dejado la puerta abierta a pactar con ellos tras el 23 de julio. Eso sí, por culpa de Pedro Sánchez y tras una rebaja en las expectativas, que le colocaban hasta ahora casi en una mayoría absoluta en solitario. "Si el PP está en el entorno de los 150 escaños sería un resultado extraordinario. Todo lo que sea subir de ahí es un resultado magnífico y yo no me resigno a conseguir un resultado magnífico", ha dicho ya este lunes.

Preguntados desde ElPlural.com a la cúpula popular por si, en el caso de necesitarles para gobernar, intentarían descartar a los más reaccionarios para crear un Ejecutivo más "moderado", las fuentes cercanas evitan contestar y emplazan a esperar al resultado de las urnas para determinar después el movimiento del PP. Siguen confiando en su empuje ya que destacan que "el objetivo es gobernar en solitario". "Dejemos que se celebren las elecciones y con los resultados en las manos, el partido verá cómo procede en ese escenario", aseguran ante la insistencia de este diario. Pero el Partido Popular de Feijóo ya está elaborando una lista de supuestos ministros para su futuro Ejecutivo. Sobre esto, las mismas fuentes insisten en que no se trata de lo mismo ya que el líder no ha puesto encima de la mesa todavía ningún nombre. "Todo se decidirá tras las elecciones", esgrimen de nuevo, apelando al final de la campaña electoral. Con todo, los populares están intentado elaborar una imagen amable de los de extrema derecha, en especial su presidente, para allanar la senda hacia la coalición.