Política es esa actividad que persigue establecer un orden de prioridades con el fin de dar respuestas ajustadas a las necesidades sociales y actuar en la resolución de conflictos.

Para poder gobernar dichas necesidades sociales es imprescindible el poder, que demasiado manido, es el medio que permite marcar el camino a seguir para llegar a los objetivos que definen un proyecto común.

En este sentido, la acción política exige actitud negociadora y de conciliación frente a la confrontación permanente, que sólo persigue impedir la realización de un proyecto que es común porque nos concierne a todos y todas; es común porque actuamos como sociedad y, como tal, sólo avanzamos cuando defendemos que sea el interés general el sostenga la definición de medidas y la toma de decisiones, que bajo la premisa de no dejar a nadie atrás ha de impregnar el imaginario social para que éste a su vez, impregne el comportamiento individual.

Ésta ha sido la semana del debate más político del año en el Congreso de los Diputados. Los Presupuestos Generales del Estado dan la oportunidad a todos los grupos políticos de expresar su modelo de país, así como de aportar a la propuesta que presenta el gobierno e incidir en las decisiones que se toman en los espacios de poder; aunque claro, para ello es necesario percibir el poder como un medio más que como un fin.

Objetivamente, las cuentas sientan las bases para una recuperación económica y social inclusiva, e impulsan la inversión para la modernización de nuestra economía y la generación de empleo como garantía del crecimiento justo para España; objetivamente avalado por la Comisión Europea. Así las cosas, la buena política nos hubiera regalado cuatro días de debate propositivo en el que todas las fuerzas políticas trataran de aportar a la mejora de un proyecto de país ajustado a las exigencias del momento, sin embargo la oposición del oponerse a todo nos ha ofrecido su ritual de ruido habitual para tratar de ensordecer la melodía. Una vez más, confrontación con el apriorismo de argumentario falaz y único, como receta para impedir que España avance.

Por otro lado, la semana también nos ha enseñado que hay esperanza para el encuentro y el debate constructivo como método de resolución de las diferencias que hacen a nuestra sociedad, una sociedad desigual. Es cierto que hoy, la igualdad de oportunidades y de desarrollo equitativo no está garantizada dependiendo del territorio al que miremos dentro de nuestro país, porque mantenemos un déficit de muy difícil solución si no se aborda con verdadero sentido político. Contrariamente al ruido del Congreso de los Diputados, el foro que ha reunido en Santiago a ocho presidencias autonómicas aspira a anteponer el acercamiento y el diálogo a la confrontación, como la única manera de colaborar con el Gobierno de España en su trabajo para minimizar los desequilibrios territoriales.

En algo menos de cuatro días, dos focos de atención de los que depende que miremos hacia delante con expectativas de progreso. Dos ejemplos de espacios de trabajo diferentes, pero con un mismo fin, que es la búsqueda de un futuro mejor para todos y todas.

Estoy segura de que si, como dice Ismael Serrano, se callase el ruido, el interés general centraría la atención y reforzaría cuan necesario es hacer mucha y buena política en tiempos en los que debemos lamentar que haya quien opte por el ritual del ruido ante el ejercicio de su representatividad política.

Belén Fernández es viceportavoz adjunta del Grupo Socialista en el Congreso y secretaria de Cooperación Internacional del PSOE.