Javier Maroto sufrió un auténtico revés electoral. Número uno por Álava en las elecciones generales, el número tres del PP se quedó sin escaño y no logró revalidar su condición de diputado en la Cámara Baja.

Sin embargo, los populares no han tardado mucho en buscarle un nuevo hueco de reconocido prestigio dentro del partido. El pasado martes, Pablo Casado hizo público lo que era un secreto a voces. Dando un giro hacia la derecha y apartando a las voces más proclives a mantener la moderación, el líder azul se rodeó de nombres afines y se hizo fuerte en la Junta Directiva Nacional.

Para ello, dos exponentes de primer nivel y cargos de su plena confianza fueron llamados a ocupar las portavocías del Congreso de los Diputados y la Cámara Alta. Cayetana Álvarez de Toledo y Javier Maroto fueron los elegidos. Este último después de ser nombrado por designación autonómica por el Parlamento de Castilla y León con el apoyo de Ciudadanos.

Para ello, el vicesecretario general de Organización tuvo que empadronarse en Sotosalbos, un pueblo de cerca de 100 habitantes de la provincia de Segovia con el que acceder a un sueldo de 6.000 euros al mes sin tener en cuenta ningún tipo de prima por su cargo como Portavoz.

Los vecinos de la localidad han dicho ante la prensa que no han visto a Maroto nunca por allí. Un empadronamiento forzado por el que el PSOE ha denunciado al dirigente en busca de que la jugada no fructifique. “Se me va a ver mucho por allí”, dijo el popular.

Pero tal y como ha rescatado el periodista Arsenio escolar en Twitter, no es la primera vez que el PP utiliza esta estrategia para buscar acomodo a sus pesos pesados. El propio Aznar lo hizo en 1987, empadronándose en la sede del partido -que no tenía célula de habitabilidad registrada- para poder presentarse a las elecciones autonómicas.

“Acabó de Presidente de Castilla y León y de España. Vas bien Maroto”, alega Escolar de forma irónica en su crítica.