“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”; aunque pueda parecer una afirmación revolucionaria en nuestros días, 72 años atrás la comunidad internacional apuntalaba así los valores intrínsecos a la lucha contra el fascismo y el nazismo.

El horror llevó a la Humanidad a declarar que no es posible invocar libertad sin igualdad; no es posible porque libertad es un término hueco si no se acompaña de dignidad y derechos, no es posible porque libertad y privilegio son incompatibles.

Si le ponemos mirada global adaptada al tiempo que vivimos y comparamos el espíritu que llevó a representantes de todas las regiones del mundo a proclamar una carta común de libertad, justicia e igualdad con la manoseada libertad invocada en nuestros días, no es extraño pensar que el principal propósito del bien común se perdió en alguna parte del camino y, para muestra, botones nos sobran:

Grupos ultraconservadores frente a los derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBI ponen en pie a la población turca ante la deplorable arbitrariedad de Erdogan que, en su retirada del Convenio de Estambul, da luz verde a una de las más graves violaciones de Derechos Humanos: la violencia de género. Solo en 2020 asesinó al menos a 300 mujeres en Turquía.

El despotismo de Bolsonaro bate todos los récords de contagios y muertes por Covid en Brasil. Su recomendación: “Tienen que dejar de ser un país de maricas”. Y, mientras tanto, las denuncias sobre violaciones de Derechos Humanos de las minorías se han multiplicado por 20.

En los últimos años en Colombia se han producido el mayor número de asesinatos de defensoras y defensores de Derechos Humanos.

Las demoliciones de hogares y escuelas en los territorios palestinos ocupados no cesan, a pesar de vivir una crisis sanitaria sin precedentes, toda vez que el pueblo palestino se ve privado del acceso a la vacunación en un gesto más de apartheid del gobierno de Netanyahu, que suma afrentas contra la justicia y los derechos de un pueblo castigado y oprimido.

Pruebas de autoritarismo que sólo son parte de una negra actualidad con la que convivimos, y es que no hay día sin noticias contrarias a la esencia misma de los Derechos Humanos, sin ataques a la justicia social, sin discursos de nacionalización de los derechos. Cada día se hace más apremiante una acción cohesionada de los Estados que asegure con firmeza la defensa de las libertades y la lucha contra todo tipo de discriminación porque, con ello, también estaremos preservando la esencia de la democracia.

Pero no todo es sinrazón y el ruido no puede eclipsar lo importante con banalidades, porque la buena ejemplaridad es una evidencia necesaria. España avanza en justicia social sin poner fronteras y nos afirmamos en una acción exterior que hace de la promoción de unos Derechos Humanos plenos y garantizados su rasgo distintivo.

Mirémonos  y veamos cómo mientras unos avanzan, otros alborotan vaciando de contenido lo más preciado con eslóganes que se convierten en insulto: ¡Libertad! No se posee, no sectariza, no especula.

Belén Fernández, viceportavoz adjunta del Grupo Socialista en el Congreso y secretaría de Cooperación Internacional del PSOE