El levantamiento del secreto del informe de la UCO que señala a Santos Cerdán como el epicentro de una trama corrupta ha agitado el tablero político. Lo ha hecho hasta el punto de acercar lo que parecía una posibilidad remota: un adelanto electoral. Prácticamente todos los partidos han aprovechado la cascada de titulares que cercan al ya ex número tres del PSOE y aún diputado socialista -no ha entregado aún el acta- para ponerse el mono de precampaña. Desde la oposición, por descontado, hasta a la izquierda del socio mayoritario de la coalición. Podemos ha sido el más activo en este sentido, recuperando mantras del pasado para reconectar con su electorado y armar un referente progresista con el morado como motor principal.

Tanto la oposición como los miembros del bloque de la investidura han olido la sangre. Creen que el PSOE, y en especial Pedro Sánchez, están en sus horas más bajas desde 2018. La mayoría entienden – por supuesto, también PP y Vox – que las disculpas y el anuncio de una auditoría interna a cargo de una compañía ajena a sus siglas es del todo insuficiente para paliar la mayor crisis de la era Sánchez. Tanto es así que algunos socios como Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y el Bloque Nacionalista Galego (BNG) sumaron fuerzas para forzar a que el presidente comparezca en el Pleno del Congreso; además de registrar, ya a título republicano, una auditoría del Ministerio de Transportes, epicentro de la trama corrupta.

La presión de los aliados de la investidura es cada vez mayor sobre un PSOE que ahora mismo vive en zozobra. Se espera que este mismo lunes, el presidente del Gobierno comparezca de nuevo. Aunque se desconoce por el momento el lugar, algunas voces prevén que lo haga desde el cuartel general del partido en torno a las 13:00 horas. Lo cierto es que, por el momento, lo único que trasciende de los gruesos muros de Ferraz es que habrá reuniones con todos los grupos parlamentarios y, de hecho, sea el propio presidente del Gobierno el que las tutele. Algunas informaciones apuntan a que ya ha habido primeros unos primeros contactos vía telefónica para exponer su intención de concertar un encuentro con todos los socios.

Modo electoral activado

Pese al intento de Sánchez de agarrar el mismo el toro por los cuernos y mantener alineados a sus socios, algunos de éstos ya han encendido la maquinaria preelectoral por lo que pueda pasar. Especialmente en los grupos de la oposición, donde Partido Popular y Vox se enzarzan en un debate incesante sobre el mejor método para afrontar estos momentos de debilidad de Pedro Sánchez.

Los ultraderechistas urgen a sus socios a presentar una moción de censura contra el jefe del Ejecutivo en el Congreso. “Si el PP quisiera, Sánchez no duraría ni media hora”, repiten altos cargos del partido que preside Santiago Abascal. Lo hacen en público, con luz y taquígrafos, como es el caso de su portavoz parlamentaria, Pepa Millán. En Bambú quieren desviar toda la presión hacia Génova, que sean los conservadores los que mueven ficha y se quemen en el intento, a pesar de que los inputs que emanan del cuartel general conservador son reticentes a usar la herramienta constitucional. Al menos por ahora.

Esa negativa, sin embargo, la quiere aprovechar Vox para recurrir al clásico mantra contra el bipartidismo. Es decir, presentando al Partido Popular como salvador de un Pedro Sánchez tocado y prácticamente hundido con la caída de su segundo secretario de Organización en algo más de ocho años. Un clásico de las batallas intestinas en el sector diestro del arco parlamentario.

Efectivamente, el PP no responde favorablemente a la llamada a la moción. Los ultraderechistas creen que además de presionar a Sánchez, retrataría a los socios del Gobierno al recordarles -especialmente al PNV-, que apoyaron la moción del socialista en 2018 por la corrupción del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Algunos medios como El País apuntan que ya hay voces en Génova que señalan a esa dirección, a pesar de que la respuesta de la planta 7 es la misma: no salen los números.

Por ello, insisten en que la exigencia de Vox no es si no una suerte de salvavidas para Pedro Sánchez. El sentir mayoritario por el momento es que impulsar una moción de censura sin los apoyos correspondientes reforzaría la figura del jefe del Ejecutivo en un momento de máxima zozobra. De ahí que mantengan todas las fichas sobre la exigencia - y la baza - del adelanto electoral. Sobre todo, cuando infieren que habrá más material que dañará su línea de flotación en el corto plazo y algunos de sus socios han activado el modo precampaña.

Toque de corneta a la izquierda del PSOE

En otras formaciones del bloque de la investidura ocurre de igual modo. Huelen la sangre ante la debilidad del Gobierno, a la espera de la determinación que tome el presidente este mismo lunes. Pero lo cierto es que, cuadros a la izquierda del PSOE empiezan a movilizarse por si a Sánchez le diera por accionar el botón del adelanto electoral como vía para frenar el mal mayor. De entre todos los socios, Podemos se ha expresado con mayor vehemencia desde el principio, negando la mayor de encapsular la trama corrupta en el caso Cerdán. “Es el caso PSOE”, dicen en público cuadros morados.

Los de Irene Montero se ponen el traje de la precampaña. De hecho, la candidata morada a la Moncloa lo estrenaba este mismo domingo, liderando la Marcha Republicana que se celebró en Madrid. Desde la cabecera de la manifestación, proclamando “Monarquía no, democracia sí”, la eurodiputada reorientaba toda la presión sobre el jefe del Ejecutivo, clamando por las “muchas explicaciones” que Sánchez le debe a la ciudadanía.

Podemos empieza a reorganizarse, situándose como eje vertebrador de un frente progresista que arrebate al PSOE el liderazgo de la izquierda nacional. Lo hacen recuperando mantras del pasado, tales como citas a una ilusión renovada por la política limpia, la que a la postre representa Podemos como uno de los pocos partidos sin casos de corrupción a sus espaldas. También rearman su ofensiva contra el bipartidismo que encarnan socialistas y populares, canalizando el desapego de la ciudadanía por los viejos vicios de los partidos tradicionales, incapaces, aun con control externo, de alejarse de ellos.

Pese a todo, Montero advierte de que su oposición a Sánchez no se traduce en un eventual apoyo al PP para una moción de censura. Vía descartada, sobre todo porque Podemos no elegirá “entre lo malo y lo peor”. O lo que es lo mismo, “entre la corrupción del PSOE y la del PP”. “Es tiempo de una nueva mayoría electoral feminista, plurinacional y protectora de los servicios públicos”, aseguraba la candidata morada, intentando situar sus siglas frente a las del socio minoritario, Sumar, que navega en un mar de exigencias al aire.

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