2,30 euros. Eso es lo que cobra una camarera de piso, también llamada Kelly, por limpiar una habitación para dejarla lista para un nuevo huésped. Para poder llegar a un salario que siquiera roza la dignidad, se ven obligadas a limpiar decenas de habitaciones a un ritmo que, según denuncian, está acabando con su salud. “Nos están matando en vida”, ha dicho una de sus portavoces a la salida de La Moncloa.

Este jueves el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha recibido a una representación de las Kellys en La Moncloa cumpliendo con su promesa, un compromiso que lanzó un díaa después de la histórica huelga feminista del 8M.

Recibo en La Moncloa, tal y como me comprometí, a representantes de las camareras de piso (Kellys), a quienes he trasladado mi interés en su situación y mi disponibilidad a seguir avanzando en la mejora de las condiciones laborales de este colectivo”, ha dicho Rajoy tras reunirse algo más de una hora con cinco representantes que llegaban a La Moncloa en una furgoneta fletada por el Gobierno.

Aunque las Kellys han asegurado sentirse agradecidas porque, por fin, parece que han escuchado sus reivindicaciones, todavía no hay nada hecho. Es más, lamentan que se las reciba ahora porque estamos en “ambiente de precampaña electoral".

Cómo mínimo, esperan que el presidente se comprometa a modificar el artículo 42 del Estatuto de los Trabajadores, que cambien sus condiciones de trabajo y las externalizaciones que son las culpables de que tengan que trabajar casi como esclavas.

De hecho, una de las cinco mujeres es la portavoz del colectivo en Asturias, María Pilar Cazorla, que tiene reconocido un grado de discapacidad del 33% en una mano "por sobrecarga y sobre esfuerzo" laboral. Y esta era una de las realidades que las Kellys querían que Rajoy viera con sus propios ojos para que reaccione.

"Nos sorprendió que Rajoy se diera por aludido y nos haya abierto las puertas de La Moncloa", explica Muñoz en declaraciones a Europa Press, aunque incidió en que van a seguir "luchando" y "sacándole los colores a los hoteles" que "explotan" a las empleadas.

A día de hoy, unas 200.000 trabajadoras sufren estas condiciones laborales con un nivle de externalización laboral de más de el 70% en Madrid y Barcelona.