En estos momentos la Eurocámara está cuestionando la legalidad de una medida semejante y la idoneidad de adoptarla. Pero lo más sorprendente y lamentable es que, al parecer, para algunos líderes europeos no son dudas de carácter ético o humanístico las que se plantean: es la subordinación en política migratoria de la UE ante Turquía lo que en realidad les produce más inquietud.

Aun así, reconozco que mi asombro es un tanto ingenuo. Recientemente se publicaba una encuesta del CIS en la que figuraba el grado de preocupación de los españoles ante el racismo y los refugiados: 0% en ambos casos.

Recuerdo cuando Günter Grass afirmaba: "Europa no conseguirá sobrevivir sin inmigración. No debería tenerse tanto miedo de eso: todas las grandes culturas surgieron a partir de formas de mestizaje." Parece que hemos olvidado nuestros orígenes, el proceso de formación de las sociedades en el espacio que hoy conocemos como Europa.

Jacques Delors, reconocido por muchos como el “padre” de la actual UE está muy preocupado ante la deriva de su vástago. El político francés siempre pensó que la fuerza y equilibrios de la Unión pivotaban sobre tres pilares: la competencia, la cooperación y la solidaridad.

Solidaridad. No solamente entre las regiones europeas, sino también con quienes nos circundan. Comprensión y ayuda ante un drama humana cuyo origen tiene un cupo importante del que responden las políticas del mundo occidental.

Desde que comenzó la actual crisis de refugiados la reacción de la UE ha sido nefasta. Poner parches en forma de cuotas de acogida por países y no intentar solucionar la raíz del problema nos conduce a esto.

Ideas tan lamentables como el reciente acuerdo con Turquía suponen renunciar al espíritu de apertura y espacio de libre circulación con el que se fundó la moderna estructura de la actual UE.

Decía el propio Delors en un artículo firmado en 2015: “Los refugiados no son ninguna amenaza, sino que son víctimas, y los ciudadanos europeos son lo suficientemente fuertes como para soportar a largo plazo el reto de recibirlos e integrarlos.” Pero no. A tenor de las encuestas y las decisiones de nuestros líderes comunitarios parece que no lo somos.

No se trata de caridad. Porque esta es una ayuda que se ejerce desde una posición de superioridad por parte de quien la dispensa. La solidaridad es entre iguales: seres humanos que comparten un espacio y que buscan las mejores oportunidades para labrarse un futuro.

La UE debe rescindir este bochornoso acuerdo con Turquía y comenzar a ejecutar políticas de magnitud que sean capaces de encontrar una solución a este drama. Parte de ello pasa por reconducir su política internacional y sus normas en materia migratoria y laboral.

Pablo Martín Peré es abogado y exdiputado del PSOE por las Islas Baleares.