La ANC se ha erigido desde su fundación en 2011 como el garante de la unidad cívica y política del independentismo, a partir de una desconfianza manifiesta respecto de los partidos políticos y cuando ha convenido también del gobierno de la Generalitat. Su capacidad movilizadora y financiera le han convertido en la piedra angular del movimiento y de hecho en el único actor soberanista que sigue apostando abiertamente por la vía unilateral, además de Carles Puigdemont, aunque el ex presidente combina la poesía y la prosa épica, para desespero de los militantes de la Assemblea, poco predispuestos a las sutilezas políticas. Ahora, en pleno desconcierto entre ERC y JxCat por la actitud a seguir en el Congreso de los Diputados, la ANC ha puesto proa contra la dirección republicana, actuando como brazo popular de los sueños de Puigdemont.

La música anti partidos de la ANC, que tanto asusta a los ex consellers  de ERC Josep Huguet y Anna Simó (también procesada por desobediencia), como para anunciar que no piensan participar de un 11 de Septiembre que se intuye un “aquelarre” contra ERC por su apuesta por el diálogo, puede leerse en la partitura fundacional de la organización. Los impulsores de la ANC eran gente optimista (los dirigentes tenían mandato de un año porque creían que la llegada de la independencia era cosa inminente) y tenían experiencia personal sobre el final de la histórica Assemblea de Catalunya, colapsada por las diferencias de los partidos.

“Presidente, ponga las urnas”, le reclamó Carme Forcadell, la entonces presidenta de la entidad, a Artur Mas en septiembre de 2014, cuando el gobierno de CDC y sus socios de ERC dudaban de seguir adelante con la consulta del 9-N y Mas siguió hasta el final, aunque con algunas modificaciones substantivas en el decreto inicial de convocatoria. En 2015, con Jordi Sánchez como presidente, la ANC participó del acoso a ERC para que los republicanos accedieran a conformar una candidatura única con CDC, y se formó JxSi. En 2017, con Puigdemont y Junqueras ya enfrentados, la ANC se hizo cargo prácticamente de la organización del 1-O, y en las semanas posteriores presionó para llegar hasta el final.

La llegada de Elisenda Paluzie a la presidencia de la ANC subrayó las distancias con los partidos, especialmente con los republicanos, inmersos en una reflexión colectiva sobre la inviabilidad de sostener la vía unilateral. La abstención de los diputados de ERC en la investidura fallida de Pedro Sánchez, confirmada a los pocos días por una carta de Oriol Junqueras, fue el detonante de una declaración de hostilidades como nunca se había dado hasta el momento, con el objetivo evidente de desestabilizar a la actual dirección de ERC.

Desestabilizar a ERC es un objetivo compartido por Puigdemont desde octubre 2017, como mínimo. Formalmente, el presidente del Consell de la República Catalana con sede en Waterloo hizo una discreta apelación a no demonizar a los partidos independentistas, aunque aprovechó para negar aquellos que todavía creen en “la magia” que un día llevará al gobierno del Estado a sentarse en una mesa de negociación; el camino elegido por los republicanos sería el culpable de la “teoría de la desunión” y en su opinión, y en la de Paluzie, no tiene sentido insistir en el diálogo. Unas horas antes, el propio Puigdemont había abierto la posibilidad de facilitar la investidura de Sánchez, siempre la decisión fuera tomada de común acuerdo entre PDeCat y ERC, pero era un brindis al sol por una unidad de acción enterrada hace meses.

El único partido en el que cree Puigdemont es la Crida Nacional per la República, y tal vez también Paluzie, que mantiene con ERC una hostilidad sorprendente para quien estuvo a punto de entrar en el gobierno de la mano de los republicanos, o quizás precisamente por esto. La Crida más que un partido está pensada como un movimiento (del estilo de la primigenia Convergència) para superar el partidismo y alcanzar la unidad del independentismo, lo que sucede es que no acaba de despegar; en primera instancia porque ERC se negó en redondo a participar del invento desde el minuto uno y en segundo lugar porque en el seno del PDeCat la confusión sobre este extremo y casi sobre cualquier cosa es enorme.

La maniobra de acoso a los republicanos encabezada desde la ANC podría provocar el caos en el universo soberanista, muy descolocado en general desde que se tomó conciencia del fracaso del Procés, aunque no hay que descartar que sea este precisamente el objetivo: acabar de desgastar a los dos partidos del gobierno de la Generalitat, a los que por activa y por pasiva se les atribuye la responsabilidad por haber llegado al punto de desorientación actual, para allanar el terreno a un relanzamiento de la Crida de Puigdemont, como única salida a una situación caótica. El gran inconveniente es que la teoría de la desunión a la que se refiere Puigdemont para acusar a ERC, le ofrece al partido de Junqueras unas perspectivas electorales muy satisfactorias y no va a capitular tan fácilmente como en 2015.