El presidente austríaco, el progresista Alexander Van der Bellen, ha encargado conformar un nuevo Gobierno al líder ultraderechista Herbert Kickl (FPÖ), ganador de las pasadas elecciones, siendo la primera vez en la historia del país que este signo político tendrá esta responsabilidad.
El actual mandatario ha declarado que el ultraderechista se ha declarado "preparado para asumir la tarea", al mismo tiempo que ha destacado que los conservadores del ÖVP han asegurado estar dispuestos a negociar, lo que facilitaría una mayoría parlamentaria de ultraderecha y derecha conservadora.
Este sábado, se rompieron las negociaciones para formar un Gobierno a tres bandas que dejase fuera a los ultras, ganadores de las elecciones con un 28,8% de los votos en la que fue su primera victoria en las legislativas. Como consecuencia, Van der Bellen llamó a Herbert Kickl y le invitó a una tener una conversación, aunque sin especificar que le fuese a proponer formar un nuevo Gobierno. La tradición consiste en entregarle esta responsabilidad al ganador de las elecciones, pero para evitar a la ultraderecha y alegando que todos los partidos habían expresado no querer convivir políticamente con el FPÖ, Van der Bellen dejó caer esa tarea inicialmente en Karl Nehammer, líder conservador. Sin embargo, el ÖVP llevaba meses en negociaciones con los socialdemócratas y los liberales para intentar rubricar un pacto que dejase fuera a la ultraderecha, buscando crear un cordón sanitario que ha fracasado después de que la jefa de los liberales, Beate Meinl-Reisinger, abandonase las conversaciones alegando que los otros dos miembros de la hipotética coalición no estaban dispuestos a aprobar un paquete de reformas para abordar el déficit presupuestario del país. Esta marcha dejaba la reunión en solo dos partes muy distantes: conservadores y socialdemócratas. El ÖVP abandonó también los diálogos y ambas formaciones atribuyeron el fracaso a la intransigencia de su contraparte.
Dimisión del líder conservador
Por su parte, Karl Nehammer, canciller en funciones y ya exlíder del ÖVP, aseguró durante la campaña que no pactaría con la ultraderecha de Kickl, y a la vista del panorama, renunció a todos sus cargos el sábado. Entre los conservadores existen partidarios de que no es un problema pactar con la extrema derecha, ya que comparten parte del ideario, como algunos planteamientos económicos o migratorios. Solo tuvieron que pasar unas horas desde su dimisión para que su partido se abriese a negociar con los ultras: el nuevo jefe del ÖVP, Christian Stocker, aseguraba que la responsabilidad de formar gobierno era de Kickl y compañía, asumiendo así los conservadores un mero rol de socio secundario.
El giro del ÖVP es tan radical como inesperado: Stocker reconoció que hasta este momento había sido muy duro con Kickl, al que llegó a calificar, de igual modo que su predecesor Nehammer, de "peligro para la democracia y para la seguridad de Austria", una amenaza que parece haber desaparecido de repente ahora que pueden negociar una mayoría parlamentaria. Otra posible salida a este bloqueo, si los ultras son incapaces de conformar un Ejecutivo, sería la repetición electoral, que auguraría malos horizontes para los socialdemócratas, que no dejan de bajar en las encuestas desde septiembre.
Congregaciones contra un posible Gobierno de ultraderecha
Paralelamente a esta situación de incertidumbre, medios austríacos han informado de que centenares de personas se han congregado este lunes ante el edificio de la Cancillería para protestar ante la idea de un posible jefe de Gobierno ultra. Para el jueves hay convocada una manifestación con el mismo propósito: mostrar el rechazo a que, por primera vez en democracia, el partido ultra asuma la jefatura del Ejecutivo.
Tener un canciller de ultraderecha sería un escollo grave para la reputación política del progresista Van der Bellen. Jurar el cargo como canciller es una potestad del presidente de Austria, que también tiene la capacidad de vetar el nombramiento de ministros. Van der Bellen, exlíder de Los Verdes y que se presentó al cargo como independiente y triunfó precisamente ante un candidato ultraderechista, ha manifestado en muchas ocasiones su rechazo a los planteamientos radicales del FPÖ. El año pasado, de hecho, afirmó que no le gustaría "favorecer a un partido antieuropeo y que no condena la guerra de Rusia en Ucrania", en referencia directa a Kickl. La respuesta del ultraderechista, por su parte, fue llamar a Van der Bellen "momia, senil y comatoso".
