El debate en Westminster sobre el ya bautizado como Partygate (el escándalo de las fiestas ilegales en Downing Street) fue de lo más tenso. El cerco se estrecha sobre el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, que no sólo ha perdido el apoyo de algunos miembros de su partido, sino que los ‘tories’ ya no ocultan su descontento con el conservador. La propia Theresa May, predecesora de Johnson, encabezó el lunes el ‘fuego amigo’ contra el primer ministro, avivando la llama de la rebelión interna.

El silencio de los tories en plena intervención del líder de la oposición británica, Keir Starmer, ejemplifica la guerra intestina que se libra en el partido conservador tras el estallido del Partygate. Los bramidos habituales se sustituyeron por un inusual mutismo que evidencia el aislamiento de Boris Johnson.

Fuego amigo

La intervención del líder laborista nada tuvo que envidiarle a la de la que fuera primera ministra del Reino Unido, Theresa May. La ex premier tomó la palabra y vertió duros reproches contra su sucesor: “O bien Johnson no se había leído las reglas o bien creyó que no debía cumplirlas”. Una píldora que da voz a la rebelión que se prepara en las entrañas del Partido Conservador.

El descontento entre los tories es mayúsculo y así lo verbalizó otro de los pesos pesados del aparato conservador, Andrew Mitchell, que recordó el respaldo que siempre ha brindado al primer ministro. Sin embargo, inmediatamente después subrayó que había perdido la confianza en él y le retiraba el respaldo a la luz de las últimas informaciones sobre las fiestas ilegales en Downing Street.

O bien Johnson no se había leído las reglas o bien creyó que no debía cumplirlas

 Ante la marabunta de reproches desde su propia formación, Johnson optó por una reunión con sus diputados. La cita se celebró a puerta cerrada, pero la inestabilidad en el seno del partido facilitó un alud de filtraciones que esterilizaron la llamada a la calma del primer ministro.

En un vano intento de demostrar que se toma en serio la pandemia, Boris Johnson recordó a sus correligionarios que el coronavirus casi le quita la vida. Sin embargo, la justificación no frenó las iras de muchos rebeldes.

Rebelión milimetrada

Cada vez se estrecha más el cerco sobre Boris Johnson, aunque los disidentes saben que cada paso ha de estar perfectamente milimetrado. Para activar la votación sobre la confianza en el líder, el presidente del Comité 1992 (en el que se incluye a los tories sin cartera) ha de recibir 54 peticiones formales. Es decir, un 15% de la representación conservadora en el Parlamento. Se desconoce con exactitud el número de requerimientos remitidos, aunque la rumorología esboza una treintena.

Sin embargo, la rebelión tory deberá medir bien los tiempos, pues si fracasa su petición no se podrá cursar una nueva hasta dentro de un año. Este motivo empuja a algunas voces conservadoras a aguardar hasta la celebración de las elecciones locales del próximo mes de mayo, donde se proyecta una debacle en las urnas.

En el escenario actual, el resultado más probable de la rebelión es que se produzca una votación interna que se salde con una victoria por la mínima de Boris Johnson, dejando al primer ministro herido, pero no muerto y se siga dañando la imagen del partido. No obstante, ya hay contrapesos en busca de un cambio en la normativa para establecer otra moción de confianza en el mismo año de alcanzar un cuarto de la representación parlamentaria (90 peticiones).

Todo apunta a que esta votación se llevará a cabo, aunque aún no se sabe cuándo exactamente. Los parlamentarios más leales a Johnson dan por sentada la moción interna. De hecho, en varias videollamadas mantenidas durante estos últimos días para analizar la crisis, Chris Pincher, secretario de Estado de Vivienda, ha advertido de la alta probabilidad de un adelanto electoral en el caso de que se consume la victoria rebelde. Un hecho que en su día ya ocurrió con Theresa May y el actual premier.