Los 32 aliados de la OTAN se reúnen este martes en la ciudad neerlandesa de La Haya en una de las cumbres más tensas de los últimos tiempos. No hay unanimidad entre los socios para cumplir las imposiciones de Donald Trump para las partidas presupuestarias militares de los miembros, pero sí coinciden todos en que el mundo es mucho más peligroso que antaño. Por ello, las pulsiones que Washington ha inoculado en sus socios hacen que Occidente vea imperativo elevar al 5% del PIB el gasto de cada país en Defensa. Frente a esta idea, la España de Pedro Sánchez, que arrancó un acuerdo histórico al secretario general de la Alianza, Mark Rutte, exportando el modelo de la excepción ibérica al ámbito de la seguridad nacional – u occidental -.
En consecuencia, la cumbre transatlántica busca en La Haya, entre otras cosas, mandar un mensaje a Rusia y a otras potencias enemigas: la Alianza sigue unida. Y eso, a pesar de las pulsiones cuasi imperialistas de un Donald Trump que utiliza Oriente como escenario para exhibir el supuesto poder de su país. En parte por su concurso y su potestad para marcar la agenda del cónclave geopolítico, esta será una de las cumbres más controvertidas de su ya extensa vida. De igual modo, tratarán de hacer mella en la idea del magnate de abandonar una organización de la que asume inherente gran parte de su peso.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, subrayaba que a medida que el mundo se convierte en un lugar “más peligroso”, los aliados deberán decidir con mayor audacia para “reforzar nuestra defensa colectiva” para hacer del organismo una “alianza más fuerte, justa y más letal”. De ahí que califique de “histórica” la cumbre de La Haya, que será la que redoble el gasto militar, aunque ello conlleve abrir una brecha entre sus socios.
Tensión por el gasto militar
La declaración final de la cumbre de la OTAN ya ha sido acordada e incluye un ambicioso compromiso: alcanzar el 5% del PIB en gasto en defensa para 2035. De ese porcentaje, un 3,5% se destinará a inversión militar directa y el 1,5% restante a infraestructuras susceptibles de uso militar, como carreteras o redes de comunicaciones. Además, se prevé una revisión del plan en 2029 para evaluar si se mantiene o se ajusta.
Sin embargo, el consenso ha estado a punto de romperse por las reticencias de países como España, que exigía mayor margen de maniobra para aplicar esa subida. El Gobierno español considera que puede alcanzar los objetivos pactados en capacidades militares con un gasto del 2,1% del PIB, muy por debajo del 3,5% exigido para defensa directa. Finalmente, se logró una solución diplomática que evitó el bloqueo, aunque la tensión persiste.
“España cree que puede cumplir con un 2,1%, pero en la OTAN estamos convencidos de que será necesario el 3,5%”, señaló el primer ministro neerlandés, Mark Rutte, en rueda de prensa desde La Haya. Aunque los objetivos militares acordados por los ministros de Defensa siguen siendo confidenciales, Rutte dejó entrever que el salto presupuestario es esencial. Habló de “quintuplicar” la defensa aérea frente a la amenaza rusa, adquirir miles de tanques y blindados, y millones de rondas de artillería.
Washington presiona
El embajador estadounidense ante la OTAN, Matthew Whitaker, también presionó a los socios. Recordó que todos los aliados deben demostrar avances creíbles en sus presupuestos anuales, advirtiendo que los rivales “no esperarán” a que Occidente esté listo.
Bélgica, aunque sin levantar tanto la voz como España, también ha expresado reservas. Su viceprimer ministro y titular de Exteriores, Maxime Prévot, ha reconocido que su país necesitará “máxima flexibilidad” y ha puesto en duda la viabilidad del calendario. “Bélgica no podrá alcanzar el 3,5% en el corto ni medio plazo”, dijo en una entrevista, insistiendo en que cualquier incremento deberá ser gradual y sostenible. Alertó incluso del riesgo de fractura social si se impone el gasto sin consenso. “Si eso ocurre, Putin habrá ganado sin disparar un tiro, debilitando Europa desde dentro”, advirtió.
Pese a estas resistencias, la mayoría de países, alentados por Washington, defienden que el aumento del gasto es inevitable ante la nueva situación geopolítica. Alemania, por ejemplo, ha tenido que reformar su Constitución para cumplir con los nuevos objetivos. Aunque la declaración de la cumbre no lo señala con tanto énfasis como en años anteriores, cuando la Casa Blanca estaba más alejada de Moscú, Rutte no dejó lugar a dudas: “Rusia es hoy la amenaza más directa y significativa para la Alianza”.
Curiosamente, Ucrania - principal víctima de la agresión rusa - tendrá un papel discreto en esta cumbre. Su presidente, Volodímir Zelenski, solo participará en la cena inaugural del martes y en una reunión ministerial centrada en su país. Para compensar, mantendrá encuentros bilaterales con líderes europeos como Ursula von der Leyen, António Costa y el propio Rutte. No hay prevista, por ahora, una reunión con Donald Trump, que canceló su cita con Zelenski la semana pasada durante el G-7 en Canadá.
Rutte aprovechó para revelar que la ayuda militar comprometida para Ucrania en lo que va de año asciende ya a 35.000 millones de euros, una cifra muy superior a los 20.000 millones anunciados en el primer trimestre.