La presidenta del PP de Extremadura, María Guardiola, ha sido finalmente investida como presidenta de la comunidad autónoma este viernes, después de una sesión de investidura que ha durado dos días y en la que ha consolidado definitivamente la mentira de que no pactaría con Vox para alcanzar el poder. 

Tras los resultados autonómicos del 28 de mayo, pese a que la lista más votada fue la encabezada por el socialista Guillermo Fernández Vara, Guardiola se postuló como la potencial nueva presidenta de Extremadura porque la aritmética parlamentaria le daba la posibilidad si pactaba con la extrema derecha. En un primer momento, y sosteniendo su postura durante varias semanas, la líder popular rehuyó de este escenario, renegando de pactar con un partido que “niega la violencia machista, que deshumaniza a los inmigrantes y que tira a la papelera la bandera LGTBI”.

Sin embargo, la dirección nacional del partido tenía otros planes, y finalmente, un mes después de los comicios de mayo, Guardiola cedió para pactar con Vox y no hacerle el contrapeso a la campaña electoral de Alberto Núñez Feijóo de cara a La Moncloa. Un giro de 180 grados que no dejó indiferente a nadie, especialmente por declaraciones previas que apuntaban a una dirección totalmente contraria: “Tengo un compromiso de gobierno en solitario y no voy a gobernar con nadie. Pero aceptaré el apoyo de Vox si desean lo mismo, que entiendo que desearán un cambio en esta tierra”, señaló en otra ocasión, insistiendo en que no haría falta que la ultraderecha entrase en el ejecutivo autonómico. 

Un espejismo de dignidad

El alegato de Guardiola y su plantón a la extrema derecha duraron más bien poco, y ahora, no sólo gobernará gracias a su voto a favor, sino que también introducirá a los de Abascal en las instituciones extremeñas. La defensa a ultranza de sus valores se fue por el desagüe tras conocerse los detalles del acuerdo de gobierno, que entregaba a Vox la consejería de Gestión Forestal y Mundo Rural, además de haber dejado por escrito un acuerdo programático entre ambas formaciones de 60 medidas centradas en “el paro, la pobreza, la falta de oportunidades y la despoblación”. Lejos quedaban ya las declaraciones críticas de Guardiola, que con el paso de las semanas, ha ido dando un giro radical y ha defendido a los de Abascal como "un partido constitucional".

Por su parte, Guardiola ha pedido al PSOE y a Unidas por Extremadura que no se envuelvan en la "bandera apocalíptica", ya que el acuerdo de gobernabilidad "no supone ninguna amenaza a los derechos de los extremeños", a pesar de haber pactado con un partido negacionista de la violencia machista, del cambio climático, de los derechos del colectivo LGTBI y reaccionario en materias migratorias. 

En la misma línea, Guardiola ha remarcado que ha tenido las manos "completamente libres" para llegar a este acuerdo con Vox, que supondrá un "cambio de ciclo", y ha criticado que cuando se habla de "experimentos" se está desprestigiando, ha dicho, el trabajo y la libertad de otros para formar gobiernos, algo que, además, "no le devolverá el Ejecutivo a Guillermo Fernández Vara". Por ello, ha invitado a los partidos de la oposición a "a pasar de pantalla" y a "resituarse cuanto antes" porque, con su elección como presidenta de la Junta, "no hay ningún experimento" y sí un "cambio político" que materializa la "voluntad mayoritaria de los extremeños".

A juicio de Ángel Pelayo Gordillo, candidato de Vox a la presidencia de Extremadura, el acuerdo entre PP y Vox para la gobernabilidad es "un acuerdo justo", en el que ambas formaciones han "cedido en apreciaciones o juicios de valor fruto del acaloramiento del debate político", que a su juicio "no podían ni debían oscurecer el claro mandato de los extremeños ni la ilusión manifestada por tantos al final del recuento" de las elecciones del pasado 28 de mayo.

Recordar que hace menos de un mes, el 20 de junio, cuando Vox se negó a facilitar la investidura, Guardiola calentó aún más su discurso subrayando su intención de gobernar en solitario y postulándose, como un espejismo, como la dirigente ‘popular’ que rehuía de los pactos con Vox, a diferencia de otros ayuntamientos y gobiernos autonómicos: “En Vox sólo he encontrado zancadillas, desunión y ansia. Todo se ha teledirigido desde Madrid porque, ¿qué importa Extremadura? Hoy se ha presentado el capataz del señor feudal. Hoy ha venido el líder de Vox a decir a los extremeños qué tenemos que hacer y qué no”, sentenció, un dardo dirigido directamente a Santiago Abascal. Hoy, gobierna con ellos.