Alberto Ruiz-Gallardón lo ha sido casi todo en la política española. Desde alcalde de Madrid a ministro de justicia pasando por presidente de la Comunidad de Madrid o eterno candidato a liderar el PP.

Pero aquellos tiempos han terminado y  Luis Bárcenas ya avisaba a Gallardón de que "a todos nos llega el momento de la verdad" refiriéndose a su implicación en el caso Lezo.

 Y es que el expresidente de la CAM está imputado por la compra presuntamente fraudulenta en 2001 de la empresa colombiana Inassa por parte del Canal de Isabel II por 83 millones de euros y, según la fiscalía, con  un sobrecoste de unos 25 millones, un único licitante y con pagos realizados en un paraíso fiscal, Panamá.

Del coche oficial al metro

Parece que esta imputación ha desterrado a Gallardón de la jet set y ahora podemos verle, tal y como recoge Diario 16, en el suburbano madrileño como cualquiera de los mortales. Quedan atrás los años en los que Gallardón no salía de casa si no era en su coche oficial blindado con su correspondiente chófer y sus escoltas.

El exalcalde se camufla entre los anónimos y grises oficinistas, cargando su maletín y respirando el fuerte olor a humanidad que se concentran en los masificados vagones del metro.

Al verle absorto mirando la oscuridad del túnel tras la ventanilla es fácil imaginar sus pensamientos del tipo “¿cómo he llegado yo hasta aquí?” mientras aguanta los codazos de los usuarios del suburbano. 

Alberto Ruíz-Gallardón sentirá que ha fracasado al rebajarse a la rutinaria normalidad de los proletarios en los tristes túneles y andenes. Pero debería recordar que mientras el juez no le ordene acompañar a sus amigos de Soto del Real, puede seguir considerándose afortunado.