Esperanza Aguirre ha cambiado de estrategia. Con Mariano Rajoy en la Presidencia del Gobierno y una crisis que se puede tragar a cualquier gobierno sea del partido que sea, tomo dos decisiones en este congreso regional del PP madrileño. La primera: si a mí no me tocan las narices yo no se las tocaré a nadie, es decir, si nadie intenta meterme a un infiltrado o decirme qué tengo que hacer, estaré quietecita. Y la segunda: posponer todo lo que tenga que ver con su sucesión, ese tema no toca. Ignacio González es su número dos indiscutible y eso tampoco se discute de momento.

Lo primero tuvo una visualización clara, la presidenta madrileña no dio este fin de semana ningún titular que robara plano a Rajoy o le enmendara la plana. Lo podía haber hecho, por ejemplo, con las víctimas del terrorismo, cuya radicalidad fue exacerbada hasta límites indignos por el PP cuando estaba en la oposición y que ahora ellos mismos tienen que aplacar.

Sucesión en letargo
Cuando ya era un hecho la victoria del PP en las generales, Aguirre se planteó muy en serio dejar la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Después de su triunfo arrollador en las autonómicas de 2010, sintió que estaba cansada de tanta verbena y romería de San Isidro. Además le habían operado de un tumor benigno en el pecho pero, lo más importante, su familia le presionaba para que dejara la política y se dedicara más a su marido, hijos y nietos. Estaba claro que ya no tenía tiempo para jugar a suceder a Rajoy y ser lideresa nacional. Con Rajoy en La Moncloa sólo se trataba de buscarle un retiro dorado, un puesto de relumbrón, quizá en un organismo internacional. Pero el problema era el sucesor que había elegido.

Ignacio González

Con su "enemigo íntimo", Alberto Ruiz Gallardón, fuera de la arena madrileña y su amiga Ana Botella en la Alcaldía, Esperanza Aguirre encontró algo de tranquilidad. Pero en cuanto empezó a rumorearse que podía estar pensando en dejar la Comunidad madrileña se desató una batalla entre su mano derecha y su mano izquierda, Ignacio González y Francisco Granados iniciaron una batalla que perdió el segundo porque quiso hacerse con el control del PP en Madrid y además le iba con cotilleos a Rajoy y a Cospedal. Y Aguirre es de las que no perdona.

Ignacio González tiene un problema, no es bien visto en Génova 13, concretamente a Mariano Rajoy no le gusta nada. Los viajes de González a Colombia en compañía de un constructor  con sospechosas bolsas bajo el brazo y el dúplex de lujo que tiene en Marbella no acaban de convencer. ¿Acaso hay algún español normal que para alquilar un ático necesite contratar a una misteriosa firma americana que opera, entre otros, en el paraíso fiscal de las Islas Caimán?

Pero Esperanza Aguirre, de momento, le ha elegido a él y Mariano Rajoy no quiere pelearse con nadie de los suyos, ni está para peleas ni está para ocuparse de la sucesión en Madrid, que bastante tiene con la que está cayendo.

Lucía Figar, consejera de Educación, casada con el ex jefe de gabinete de Aznar, Carlos Aragonés, ha perdido muchos enteros después de la batalla que emprendió el año pasado contra los sindicatos. Iba lanzada y tenía el apoyo del sector mas ultra del PP, pero en política cualquier traspiés echa todo a rodar. Aunque también en política nunca se puede dar a nadie por muerto.