Conviene revisar nuestra historia reciente. En especial los tan duros y difíciles años de la transición. No fueron, como muchos pretenden hacernos creer, unos años plácidos ni pacíficos. Hubo muertos. Muchos. Demasiados. Víctimas de las acciones terroristas de grupos antifranquistas y de extrema izquierda, como ETA, GRAPO, FRAP, EPOCA o Terra Lliure, entre otros. Hubo asimismo víctimas mortales a causa de actos de grupos parapoliciales y/o de extrema derecha, como el Batallón Vasco Español, Guerrilleros de Cristo Rey, Alianza Apostólica Anticomunista, Antiterrorismo ETA, Acción Nacional Española... Y hubo víctimas también provocadas por acciones represivas de miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. En total, durante el periodo de la Transición hubo más de 700 muertos. Hubo muertos tanto desde la muerte del dictador, el 20 de noviembre de 1975, como incluso después de las primeras elecciones democráticas, el 15 de junio de 1977, y siguió habiendo muertos hasta más allá de la firma de los ahora tan citados Pactos de la Moncloa, en octubre del mismo 1977.

En aquellos años, en concreto en 1979, un joven inspector de Hacienda de 26 años de edad, con militancia en sus años de universidad en el falangista Frente de Estudiantes Sindicalistas, publicó en el diario "Nueva Rioja" siete artículos de opinión. También conviene releerlos ahora. Al estar disponibles todos ellos en las redes sociales, me abstengo de reproducirlos aquí. Los siete artículos del joven Aznar son un compendio del rechazo frontal que la extrema derecha tuvo respecto a la Transición. También a los Pactos de la Moncloa. Y también a la Constitución.

Sí, ya sé que las personas evolucionan con el paso de los años, que lo que un joven de 26 años opina no tiene porqué ser lo que opine años después, pero lo que no es de recibo es que José María Aznar, a sus actuales 67 años de edad, se permita darnos lecciones sobre la Transición, los Pactos de la Moncloa y la Constitución. Pero resulta una desfachatez colosal que Aznar se atreva ahora a reivindicar a Adolfo Suárez -y que lo haga también Adolfo Suárez Illana, primogénito del ex presidente y ahora imperturbable secretario cuarto de la Mesa del Congreso de Diputados-, cuando toda la actuación de Aznar está en abierta contradicción con el espíritu y la voluntad de concordia que guió al presidente Suárez durante los duros y difíciles tiempos de la transición. Una transición que, como hemos visto con un elevado número de víctimas mortales y de todo tipo, nos llevó de una dictadura fascista a una democracia, a nuestro actual Estado social y democrático de derecho.

Todo ello viene a cuento porque la FAES, esa fundación presidida por el propio José María Aznar, ha dado a conocer algo así como una especie de manual de instrucciones sobre la posición que debe tener el PP respecto a la propuesta del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, de abrir un diálogo con los representantes políticos y sociales para negociar un gran pacto de Estado para hacer frente a la grave crisis provocada por el coronavirus.

Lo que la FAES exige de manera inexcusable es la ruptura de la actual coalición de gobierno entre UP y el PSOE. En concreto, el cese inmediato de Pablo Iglesias como vicepresidente segundo del Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Por si no bastara con esta condición, a todas luces inaceptable para el propio Pedro Sánchez y para todo el PSOE, la FAES preconiza también la ruptura de todo tipo de acuerdos con todas las fuerzas nacionalistas e independentistas, así como políticas recentralizadoras y fórmulas económicas de tinte neoliberal, con algunos apuntes iliberales.

El objetivo de la FAES, esto es el objetivo del ex presidente José María Aznar, está meridianamente claro. Si el PP sigue su manual de instrucciones y Pedro Sánchez y el PSOE las aceptasen, tanto Sánchez como todo el PSOE quedarían dominados y satelizados por el PP. Romperían cualquier posibilidad de acuerdo o pacto con UP y con las fuerzas nacionalistas e independentistas. El PP podría así romper cuando quisiera el supuesto pacto con el PSOE para forzar unas nuevas elecciones, evidentemente en el momento que le pareciera más oportuno para sus intereses electorales. Es el gran objetivo estratégico de José María Aznar desde que el PP perdió las elecciones del 14 de marzo de 2004. Se trata de someter al aislamiento total del PSOE, cortocircuitando toda posibilidad de acuerdo con otras fuerzas políticas de izquierdas o nacionalistas, lo que convertiría al PP en el supuesto gran partido de Estado por mucho tiempo.

¡Váyase, señor Aznar! ¡Váyase y no vuelva nunca más!