Aunque todavía ni tan siquiera se ha estrenado como nuevo diputado en el Parlamento Europeo, Toni Comín se ha ya permitido hacer público un sorprendente desafío a la Unión Europea (UE). El gesto no ha extrañado a quienes conocen bien y desde hace muchos años al sujeto. Por mi parte, como apenas le conozco pero sí tuve una extensa relación de amistad con su padre, Alfonso Carlos Comín, únicamente me he permitido barruntar cuál hubiese sido la reacción del padre -respetuosa, sin duda, pero supongo que entre irónica y sarcástica- ante esta nueva propuesta de su hijo: “¿Es suficiente el desgaste reputacional del Estado? ¿O tenemos que ir también a un desgaste económico? Podría ser que tengamos que ser un problema también económico para Europa para acabar de ganar”.

Esta apuesta del ya eurodiputado Toni Comín en realidad no es ninguna novedad. La apuntó hace ya algunos meses y ahora se ha limitado a pasear de nuevo, en una prolija entrevista dada al diario Ara. En el pasado mes de octubre, en declaraciones a El Periódico de Catalunya, Comín apostaba ya por “buscar el desgaste económico del Estado”. Como se trata de un tipo muy listo, Comín incluso llegaba a sugerir ya entonces una fórmula para alcanzar su objetivo: “Si un millón de personas se levantan un día y no quieren ir a trabajar, el Estado no puede obligarlos”.

Mitómano como en él ha sido habitual al menos desde su introducción en la vida política, Toni Comín en esta reciente entrevista adopta tonos amenazantes -por ejemplo, respecto al magistrado Pablo Llarena-, se atribuye su participación personal en hechos políticos relevantes -entre otros, unas supuestas negociaciones de Pasqual Maragall con el PSOE a las que Comín nunca asistió... Y finalmente llega al extremo de pavonearse por lo que viene en denominar “la estrategia del exilio”, en lo que para mí acaba siendo la mejor definición del propio sujeto, puesto que con sus palabras pretende desautorizar el coraje personal y político de Oriol Junqueras y de los otros dirigentes políticos y sociales que no se fugaron, se quedaron en nuestro país, fueron detenidos, encarcelados, juzgados y condenados a importantes penas de prisión, mientras Toni Comín y la reducida cohorte de incondicionales que acompaña a Carles Puigdemont reside en Bélgica.

Se necesita tener mucho cuajo para actuar como actúa Toni Comín. Sobre todo cuanto plantea un desgaste económico no solo para España sino también para toda la UE, con todo cuanto traería consigo la puesta en práctica de un desafío tan enorme para el conjunto de la ciudadanía de Cataluña. O, como mínimo, para este supuesto “millón de personas” que “se levantan un día y no quieren ir a trabajar”, y “el Estado no puede obligarles”. ¡Qué fácil, qué cómodo y sobre todo qué cínico resulta decir sandeces de este tipo desde la suntuosa Casa de la República de Waterloo, y encima ahora con todos los beneficios económicos que le corresponden como miembro electo del Parlamento Europeo!

¿Cómo se atreve Toni Comín a reclamar todavía más sacrificios a una ciudadanía catalana a la que él mismo, en concreto como consejero de Salud, comenzó a recortarle toda clase de prestaciones sanitarias básicas, mientras se echaba al monte en la alocada aventura secesionista, este desventurado viaje a ninguna parte que tanto parece divertirle a Toni Comín pero que, entre otros muchos efectos muy negativos, ha deteriorado hasta niveles impensables el servicio público de salud catalán y, por primera vez desde hace muchos años, ha visto cómo el PIB catalán pasaba a ser superado por el de la comunidad de Madrid?