Feijóo no es Casado pero no acaba de ser Feijóo. La fama de político templado que trajo de Galicia no era un espejismo pero tampoco era del todo real. El presidente del PP ha traído a Génova un tono político más humano y más sereno que el de su antecesor, pero su moderación en las formas no ha tenido traslado en los contenidos.

Aunque lo pronuncie con otro tono, Alberto Núñez Feijóo no ha dejado atrás el ‘no es no de Casado’ . Tal vez por falta de convicción, tal vez de coraje; tal vez por miedo a perder votos por su derecha o a ser fagocitado por Isabel Díaz Ayuso. La sombra de Casado intimida a Feijóo: Casado habría dicho no al paquete gubernamental de ahorro energético y Feijóo también ha dicho no; Casado se negaba a renovar el Poder Judicial y Feijóo también se está negando; Casado tenía todos los días a Bildu en la boca y Feijóo lo tiene en días alternos.

En el tiempo que lleva como líder de los populares Alberto Núñez Feijóo no ha tomado ni una sola decisión distinta y claramente diferenciada de las que habría tomado Pablo Casado. Es como si Feijóo fuera capaz de ejercer de Feijóo en Galicia, pero no en España.

En la negociación para renovar el Consejo General del Poder Judicial, Feijóo tenía la oportunidad de marcar distancias con el liderazgo de Casado, pero no ha sido así. Parecía que iba a ser que sí pero está siendo que no. Dos meses después de su nombramiento por Feijóo, el vicesecretario y portavoz de facto de Génova Esteban González Pons decía en junio pasado sobre la renovación del CGPJ: “Defender que el Consejo no se renueve y no se aplique la ley es impropio de un legislador. Si el legislador no le gusta, la ley la cambia. Pero mientras la ley es ley, la aplica. Esto no quiere decir que se tenga que hacer ni de forma apresurada, ni de forma opaca, ni cambiando cromos”. 

Tales palabras de Pons explicitaban un claro cambio de posición del PP en esta materia: Feijóo parecía decidido a hacer de Feijóo. Buenas perspectivas. Dos meses después, sin embargo, el discurso de Génova vuelve a las posiciones cerriles y ventajistas de su antecesor. La obviedad constitucional de que “mientras la ley es ley, el legislador la aplica” ya no rige en los despachos de Génova.

Es como si Feijóo hubiera decidido esperar a llegar a la Moncloa para ejercer de Feijóo, convencido de que solo podrá alcanzar el poder si mantiene los esquemas básicos de oposición instaurados por Casado. El resultado de todo ello es un líder confuso, titubeante, contradictorio y más bien inconsistente.

El capital de votos adicionales que, según todas las encuestas, Feijóo ha sumado al PP desde que llegó a la presidencia del partido puede empezar a menguar si el expresidente de Galicia no demuestra ser quien había prometido ser o quien todos pensaban que iba a ser. Se dice que Feijóo quiere seguir los pasos moderados de su amigo Juanma Moreno, pero se olvida que Moreno solo empezó a ser Moreno cuando llegó a San Telmo, no antes.

Aunque bastante más soso y con menos morro y salero, hasta entonces se había limitado a copiar la estrategia de tierra quemada de su antecesor Javier Arenas. Desde enero de 2014, en que Rajoy lo hizo presidente del PP regional, hasta diciembre de 2018, en que una carambola lo hizo presidente de Andalucía, Moreno estuvo intimidado por la sombra de Arenas. Como Feijóo lo está por la de Casado.