Pedro Sánchez ha dejado clara su determinación de orientar la actividad económica para conseguir un Estado de Bienestar. Una situación en las que ciudadanos sean los protagonistas después de tanto sufrimiento. Algo que será muy difícil de alcanzar ante el aluvión de nuevos parados, de personas sin cobertura ninguna, de autónomos que ya no levantarán más la persiana de su negocio. Pero el objetivo está trazado en línea con la responsabilidad que corresponde a un Gobierno socialista, a pesar de las ruindades de una oposición que busca cualquier resquicio para difamar al Ejecutivo.

Cierto es que esas continuas agresiones del PP y sus adláteres no ocupa demasiado tiempo a los gestores de esta crisis porque tratan de no perder de vista lo importante: evitar más muertes y sacar al país de la grave recesión económica. Actitud que les honra. Desde el primer momento, las decisiones se han apoyado en lo público, sector que requiere de grandes inversiones. Para eso, pelea en Europa la que mejor conoce los entresijos de Bruselas, la vicepresidenta económica Nadia Calviño. Se trata de conseguir una solución que permita retomar el buen rumbo que se anunciaba antes de que el Covid19 arrasara.

Las sociedades de la llamada abundancia inclusiva no están instaladas necesariamente en los países con la renta per cápita más alta, sino en los que poseen una distribución más equitativa de la renta. De eso se trata, por tanto. En 1933, en Estados Unidos comenzó la construcción del Estado de Bienestar tras una situación económica terrible motivada por los efectos del crack de 1929.

El New Deal (nuevo acuerdo) alumbrado por el presidente  demócrata norteamericano Franklin D. Roosevelt fue la política de intervención que puso en marcha para hacer frente a la gran depresión económica que asoló el país.  Se trataba de proteger al sector más vulnerable de la población con una serie de reformas normativas y con cuantiosos programas de inversión pública para frenar el modelo capitalista ultraliberal, a lo que se sumó el relanzamiento debido de las relaciones internacionales.

Al anunciar las nuevas medidas, el presidente Roosevelt reconoció que el país se enfrentaba a una ardua tarea “con la conciencia tranquila del que busca viejos e inestimables valores morales, con la clara satisfacción que produce el cumplimiento del deber por parte de ancianos y jóvenes por igual”. No fue fácil pero el mandatario norteamericano pero consiguió que Estados Unidos saliera adelante y estableció las bases de un sistema potente en cuyo espejo se han mirado otras muchas democracias.

El Gobierno de Pedro Sánchez también se encuentra ante una situación dramática, sin contar con los apoyos de muchos que tendrían que apostar, por encima de todo, en favor de los ciudadanos que están con el agua al cuello. Tiempo habrá para disputar el poder político. A este Ejecutivo, más allá de los errores del inexperto en cuestiones tan dramáticas como las que estamos viviendo, le acompaña la razón porque se basa en los valores fundamentales de la ética y de la protección a sus ciudadanos. Lo que está intentando hacer el Presidente es avanzar por la senda que iniciaron los buenos estadistas.