Pese al ensordecedor ruido político, las negociaciones entre partidos no cesan. Especialmente los encuentros pactados entre el Partido Socialista y Junts. El número tres del PSOE, Santos Cerdán, asistió el viernes a un nuevo encuentro con el líder de los neoconvergentes, Carles Puigdemont. Si bien la cita transcurrió en un tono cordial, según informa la Cadena SER, el principal partido de la coalición progresista pudo constatar de primera mano que la reducción de la jornada laboral, impulsada desde el socio minoritario, no prosperará. Para los independentistas, con un fuerte vínculo con la patronal catalana, supone una línea roja que no traspasarán. Por lo tanto, en Moncloa se preparan para una derrota que no sabe a tal, sino a avance.

En el marco de las reuniones mensuales entre sendas formaciones, la delegación socialista encabezada por Santos Cerdán se volvió a Madrid con sentimientos encontrados. Ratificaron que las relaciones con sus socios independentistas han subido de nivel y la sintonía es cada vez más fuerte. Pero la realidad parlamentaria es la que es y sin los siete votos de los juntaires, las medidas sociales del Gobierno caminan por la cuerda floja. La red, precisamente, son los neoconvergentes, que esta vez han decidido no colocarla y para evitar la caída al vacío de la medida estrella de Yolanda Díaz: la reducción de jornada laboral.

A pesar de los intentos de Sumar, los independentistas no darán marcha atrás. Su oposición a la jornada laboral de 37,5 horas semanales es firme. Así lo constataron los socialistas en su encuentro mensual con el expresident de la Generalitat, según ha informado la Cadena SER. La postura de Junts está enraizada en un sustrato empresarial que es contrario al espíritu de la normativa de Trabajo. De hecho, es una “línea roja” y no van a ceder en absoluto porque “la patronal catalana está muy a la contra”.

En cualquier caso, en Ferraz no asumen el rechazo como una derrota, sino que la narrativa pasa por dibujarlo como un “gran avance” con vistas a futuro porque las conquistas sociales nunca salen a las primeras de cambio. De hecho, celebran que, por el momento, han abierto un melón en forma de debate para ganar un nuevo derecho que estará en los programas electorales de todos los partidos en la próxima campaña electoral.

No obstante, aún hay tiempo para buscar cualquier recoveco negociador y atraer a los juntaires, habida cuenta de que el proyecto de ley está a la espera de que se cierre el plazo de enmiendas a la totalidad en el Congreso. Por ello, los socialistas manejan una hoja de ruta que choca con la de los magentas en tanto en cuanto esperan que se celebre el debate parlamentario que conduzca a la primera votación, que en cualquier caso no se producirá hasta el próximo periodo de sesiones. Una vez ahí, si se consuma la derrota, hay quien se dará con un canto en los dientes por sembrar la semilla.

Grandes esperanzas

Esta visión optimista, pero más largoplacista, confronta con las prisas de Sumar. El socio minoritario de la coalición tiene en la reducción de jornada su medida estrella. Articulado que, esperan, cristalice en votos para frenar la más que asumible sangría electoral que proyectan todas las encuestas. Pero sin el apoyo de los neoconvergentes, el naufragio es más que previsible. Aun con ello sobre la mesa, la vicepresidenta segunda del Ejecutivo asegura que la línea con Waterloo sigue abierta y está al rojo vivo.

La negociación no cesa, aunque siempre envuelta en la “discreción” pertinente, y es más “frecuente” de lo que cabría esperar. Al menos así lo ha hecho saber la propia Yolanda Díaz ante los micrófonos de RNE este martes, desde donde ha exhibido “todas sus esperanzas” para arañar ese ansiado ‘sí’ que permita “seguir mejorando y modernizando” el país. “Tardaremos lo que tardemos, pero sale”, se convencía la también ministra de Trabajo, sugiriendo la “gravedad” y la dificultad que entrañaría votar en contra de una medida que “están esperando 12,5 millones de personas”.

Díaz ha insistido en que la “calle” lo quiere y eso imprime una fuerza extra para que “salga adelante”. “Siempre sale lo que quiere la gente”, ha puntualizado, recordando lo que ocurrió con la reforma laboral – que vio la luz gracias al error del exdiputado del Partido Popular Alberto Casero -. Entiende que la oposición a medidas sociales de calado supone un coste elevado para quien se oponga a ellas. “Por lo tanto, discreción, mucho trabajo y mucha tenacidad, paciencia y no hay que preocuparse porque lo que quiere la gente, siempre sale”, ha remachado.

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