La tendencia ciclotímica de la campaña ha contagiado a la noche electoral. Taquicardias, vítores, desánimos… España ha vivido todo un sinfín de emociones en este 23J, que ha estado en un puño. Las urnas han arrojado, sin embargo, un país a priori ingobernable. A la derecha se le fue la fuerza por la boca en los últimos metros de la carrera, insuflando indirectamente aliento a los vacíos pulmones de un Partido Socialista, que no solo resiste a la hecatombe que se auguraba desde ciertos altavoces mediáticos, sino que mejora sus resultados tanto en escaños como en votos. Manual de resistencia: Capítulo II. El motor Pedro Sánchez no ha dejado de funcionar y anula el aura de plebiscito que previamente aceptó al adelantar las elecciones. Aceptó el combate con PP y Vox, se cayó, se levantó y aguanta en el cuadrilátero en una posición de lo más ventajosa. ¿El resultado? Contener la oleada conservadora y sumar dos escaños y medio millón de votos más que en 2019. 

No hubo remontada en su máxima expresión, pero se consiguió el objetivo: no hay tsunami conservador. El 29 de mayo, tras el retroceso en las municipales y autonómicas, Pedro Sánchez cogió el toro por los cuernos y aceptó el reto. El presidente del Gobierno asumió el “plebiscito” que la derecha había planteado en el primer asalto electoral de este 2023. A pesar de una campaña errática, los socialistas supieron leer el momento final y dieron la vuelta a todos los eslóganes vomitados por la derecha y la ultraderecha durante estos cuatro años; recuperando el pulso en la batalla por el relato.

En todo momento, en el PSOE nadie hablaba en privado de una victoria electoral, mientras en público se insistía en remontada y en la recuperación. Dos mantras que probaban la ventaja que se presuponía a un Partido Popular fuerte, pero que se ha desfondado en el último tramo de la carrera electoral. De nuevo, se incurrió en el error de dar por muerto a Pedro Sánchez. Sin embargo, resurgió de las cenizas para no solo salvar la papeleta, sino mejorar sus resultados de 2019. Este 23J, los socialistas han conseguido dos sillones más que en las últimas generales, lo que se traduce en medio millón de votos más que en aquel noviembre en el que la palabra pandemia sonaba a distopía.

Sánchez decreta el estado de euforia

La “máxima prudencia” y la contención que han exhibido al principio de la tarde-noche se ha borrado a medida que avanzaba el escrutinio. Nadie vio venir este escenario, ni siquiera en Ferraz, donde a pesar de la confianza en la recuperación pedían tranquilidad para controlar las expectativas que los resultados provisionales arrojaban. De hecho, a eso de las 21 horas, Pilar Alegría, portavoz del PSOE, abandonaba la sala de prensa entre llamadas a la calma y agradecimientos a todos los españoles -dardo incluido a Feijóo tras el gesto a los trabajadores de Correos-.

Contención que desaparecía a cada escaño que se sumaba en el cartelón rojo. Gritos y vítores interrumpían la calma chicha que se respiraba en el centro de mando avanzado. Hasta ya desaparecer cuando en los aledaños de Ferraz, la organización ponía a todo trapo Perra, de Rigoberta Bandini, y que certificaba que Pedro Sánchez volvía a hacer de dique de contención de la ultraderecha y el conservadurismo. El contraataque socialista al Perro Sanxe de la derecha es bandera ahora de los del puño y la rosa. También el Verano Azul del Partido Popular, que ha resonado en los altavoces de Ferraz.

Entre tanto, un tsunami de personas -que no conservador- inundaba la calle del cuartel general del PSOE, enarbolando banderas LGBTI, de España y, por supuesto, las enseñas rojas del puño y la rosa. Ondeaban con normalidad, hasta que el presidente del Gobierno asomaba por el balcón improvisado, acompañado por su mujer, Begoña Gómez; Cristina Narbona, presidenta del PSOE; Santos Cerdán, secretario de organización socialista; y María Jesús Montero, ministra de Hacienda y vicesecretaria general. Gritos de “presidente, presidente” ensordecían el “buenas noches” de Pedro Sánchez.

El jefe del Ejecutivo daba las gracias a todos los que han participado en la fiesta de la democracia; desde los ciudadanos, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y, sobre todo, a los “trabajadores de Correos”. De nuevo, dardo a su adversario del Partido Popular, a quien le recordaba que los españoles han demostrado que “España es una democracia fuerte y limpia”. A partir de ahí, Sánchez ha sacado toda su artillería contra el bloque “del retroceso”. El tándem “involucionista” prometía “una derogación de todos estos cuatro años”. “Aquellos que planteaban el machismo, el retroceso en derechos y libertades, han fracasado y han salido derrotados”, ha rematado un Sánchez que aseguraba que son “muchos más” los que defienden “una España que siga avanzando”.

España, en manos de Puigdemont

El conteo final esboza, sin embargo, un boceto menos amable del país. De nuevo, el bloqueo ensancha su sombra y amenaza a todo un país con una nueva repetición electoral, al más puro estilo 2019. En aquel momento, la moneda le salió cara al Partido Socialista con la reválida de noviembre: Podemos perdió peso y Ciudadanos empezaba a cavar su propia tumba. La tectónica de placas deja a la derecha con la miel en los labios, a seis escaños de una mayoría absoluta que se antoja inasumible a día de hoy. Ni el Partido Nacionalista Vasco (PNV) ni Junts, otrora aliados del establishment conservador, perdonan al Partido Popular sus coqueteos pubescentes con la extrema derecha. De hecho, jeltzales y postconvergentes ya avanzaron que mientras Vox estuviera en la ecuación, ellos dejarían pasar un tren al que sí se subirá Unión del Pueblo Navarro (UPN). Está por ver si Coalición Canaria le hace el juego a los populares o cambia al cromo del puño y la rosa.

La clave de bóveda, en cualquiera de los casos, es el partido que dirige a distancia Carles Puigdemont. España estará en manos del expresident de la Generalitat, aún en el extranjero mientras pende sobre su cuello la espada de Damocles de la justicia patria. Esos siete escaños de los neoconvergentes revalidarían la reelección de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. De hecho, con tres o cuatro abstenciones valdría. No obstante, la cabeza de cartel de Junts, Miriam Nogueras, ya ha avanzado que se borran del intercambio de pareceres para salvaguardar el Estado español; lo cual enciende todas las alarmas para una nueva cita con las urnas a finales de 2023 o bien en 2024..