Las maquinarias estratégicas de los partidos ya trabajan a pleno rendimiento. Lo hacen, de hecho, desde el mismo día en el que Pedro Sánchez decidió pulsar el botón rojo y adelantar las generales, previstas para diciembre en un principio. Los resultados del 28 de mayo empujaron al presidente del Gobierno a agilizar el calendario electoral y evitar un segundo semestre de presión incesante por parte de una derecha espoleada por su victoria en las municipales. Los comicios, más allá de los tangibles resultados, desnudaron los puntos débiles de los dos principales candidatos a la Moncloa. Este nuevo escenario ha provocado un golpe de timonel en el diseño de la campaña para el 23 de julio, con dos modelos estratégicos totalmente contrapuestos y orientadas a robustecer esas flaquezas.

El mismo 29 de mayo, Sánchez cogió el toro por los cuernos. ¿España quiere plebiscito? Lo tendrá. Adelantó las elecciones generales, previstas para finales de año, al 23 de julio. Aceleró el calendario electoral, mientras se parapetaba ante la dañada marca del PSOE para evitar un mal aún mayor. Desde el primer momento buscó canalizar el voto útil. O derechos o el retroceso de un Partido Popular que se mueve al ritmo de una ultraderecha con los ojos inyectados en sangre. Todo ello, aderezado por una izquierda instalada en la pereza que sigue sin terminar sus deberes. Ante ello, presenta al Partido Socialista como el último bastión frente a quienes buscan un regreso al “austericidio” de la primera crisis.

En busca del relato perdido

Tras el anuncio presidencial, las maquinarias se engrasaron para trabajar a destajo en una carrera improvisada. A la vista de los recientes resultados del 28M, el núcleo duro de Sánchez da un giro de 180 grados con respecto a la anterior campaña, trasladando el campo de batalla a un ambiente novedoso. Buscan hacer de la necesidad virtud. La pérdida de poder territorial tras las municipales y autonómicas provocó cierta desafección en las diferentes federaciones del partido. Desmotivación que, aderezada con las pulsiones de barones caídos -y algunos críticos-, comportaba un obstáculo para llamar a la movilización de todas las fuerzas vivas en actos multitudinarios y sin apenas descanso. Ahora, la cosa cambia.

La victoria del PP encendió las alarmas en el cuartel general de los socialistas. El relato abandonó Ferraz y buscó cobijo en Génova. Los de Alberto Núñez Feijóo, soflamas antisanchistas y resucitando a la extinta ETA mediante, se saben ganadores de esta parcela. En las altas instancias del PSOE también son conscientes de que han cedido terreno y que ahora van a rebufo. Por ello, el planteamiento que ponen sobre la mesa aflora como un elemento disruptor, en comparación con el fatídico 28M.

A pesar de todo, aún conservan la potencia que imprime la marca Pedro Sánchez, amén del consabido desgaste implícito en su cargo y más en una legislatura como la que acaba de concluir. El jefe del Ejecutivo lanzó el órdago este pasado lunes, desde la tercera edición del Foro Fondos Europeos, organizado por eldiario.es. Se propuso capitalizar el debate público, llevarlo a otro nivel con una propuesta directa a Feijóo que apuntala la estrategia de voto útil. “Debatir es democracia”, arrancaba el presidente del Gobierno tras remarcar las bondades de las partidas europeas. Con esa máxima fijó la discusión política en torno a seis ‘cara a cara’ con el líder de la oposición en las siete semanas que restan hasta llegar al 23 de julio.

En definitiva, más debates electorales y menos actos de campaña, pero con concentraciones masivas. Sobre ello ahondó el propio Sánchez al presentar su proposición. Siguiendo la hipótesis planteada, la democracia es “sinónimo de elegir” y a esa elección hay que llegar con “información”. ¿Cómo? Poniendo negro sobre blanco, que en el argot político es el “contraste de propuestas” a través de debates limpios y equilibrados, exentos del ruido habitual. “Es lo que se merecen los españoles”, remató el jefe del Ejecutivo, tras expresar su deseo de convertir estas elecciones en las de “los debates democráticos”. En consecuencia, argumentar desde los datos “y no desde los bulos y los insultos”. Eso sí, prometió contundencia para combatir cualquier tipo de improperio.  

 La iniciativa de Sánchez, independientemente de la respuesta del Partido Popular, refuerza el enfoque de concentrar el voto útil en torno al PSOE para evitar un gobierno coloreado por la ultraderecha. El argumento al que se aferran desde el entorno del jefe del Ejecutivo es que tan solo hay dos opciones “reales” para presidir el país: O él o Feijóo. Así, saca de la ecuación al espacio a su izquierda, con Sumar y Podemos en pie de guerra desde principios de abril. Su recuperación, de hecho, pasa por la absorción de la mayor cantidad posible de electores de este espacio, además de reconectar con los potenciales votantes que no fueron a votar el 28 de mayo.

La debilidad de la marca Feijóo

En el Partido Popular tienen desde el lunes la propuesta encima de la mesa. El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, envió una carta formal a los cuatro grupos de comunicación que transmitieron su interés en acoger los debates, pero también remitió otra a Génova, en concreto a su homólogo en la estructura de Alberto Núñez Feijóo, Elías Bendodo. Sin embargo, los conservadores replicaron que no harían el juego a las “excentricidades” de Sánchez, máxime cuando el jefe del Ejecutivo rechazó un cara a cara en 2019, cuando Pablo Casado era el máximo responsable de la formación. No obstante, los socialistas argumentaron que “no tener debates” en democracia sí es una “excentricidad”.

En cambio, la realidad es otra en Génova. En el PP sienten que, por primera vez en mucho tiempo, son ellos los que marcan el tempo en el relato y el núcleo de confianza de Núñez Feijóo evitará una campaña en esta dirección. Consideran en Génova que su candidato no tiene que entrar en un cuerpo a cuerpo directo con Sánchez más allá de los debates ordinarios, por ello el objetivo está en la calle.

Saben que la marca del jefe de los conservadores no es un puntal de cara al electorado. La potencia de una figura como Ayuso es capaz de canalizar una ingente cantidad de voto. En esta dirección navegan las principales tesis socialistas, de hecho. También en el cuartel general de los populares son conscientes del impacto de su principal baronesa. De ahí que aborden la campaña desde un punto de vista más personalista, acercando al candidato a los ciudadanos frente a un Sánchez que explotará la faceta televisiva y discursiva.

Se ven capaces de implementar actos políticos y públicos inalcanzables para el presidente del Gobierno, al que consideran la diana de infinidad de reproches. En otras palabras, la colección de “que te vote Txapote” y otro rosario de improperios que ha recibido Sánchez les aleja de las calles que ahora pretenden domeñar. No obstante, una de las virtudes del jefe del Ejecutivo es precisamente el influjo de su marca propia, una de las carencias del líder gallego. Explotarán su perfil de gestor, sin perder el pulso a las compañías de su adversario. O Bildu y Sánchez o Feijóo.

La dicotomía que los conservadores pretenden explotar de nuevo en esta campaña contrasta con la “campaña propositiva” de Sánchez. Así lo deslizó este lunes, vinculando los eslóganes de esta índole con los mensajes ultraderechistas de Donald Trump, Jair Bolsonaro o Giorgia Meloni. En definitiva, un “peligro” para la democracia y una prueba irrefutable de que el 23 de julio el partido se juega disputa entre la “gestión” del presidente del Gobierno y un futuro Ejecutivo del PP con motor Vox.