Tras los resultados de las elecciones andaluzas, en donde el PP tiene posibilidades de formar gobierno junto a Ciudadanos y Vox, después de 36 años de gobierno socialista, Pablo Casado viaja por sorpresa a Galicia, donde participa en una junta directiva del PP en la provincia de A Coruña.

Sobre la mesa dos temas. Por una parte, la guerra interna de los populares en la provincia de A Coruña, para designar a la persona que ocupará la Presidencia de la Diputación provincial, si el PP logra recuperarla en los próximas elecciones municipales.

La candidata de Feijóo es la exconsejera de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio del Gobierno gallego, Beatriz Mato, que desembarcará como cabeza de lista de los populares en la ciudad de A Coruña. Diego Calvo, expresidente del ente provincial y miembro de la candidatura del PP para el Ayuntamiento de Ferrol, es la propuesta de Pablo Casado. De esta manera, el presidente nacional de los populares, no solo intenta echarle un pulso a Feijóo en sus dominios, si no que además emprende el camino para conseguir más poder orgánico después de las primarias, y así poner en liza a los barones territoriales que no le apoyaron.

El apoyo de VOX fragmenta la relación

Pero no solo la guerra interna de candidatos divide al PP gallego y al nacional, si no la pirueta ideológica que ha impuesto Casado con su llegada a la presidencia del Partido Popular. La paradoja es que si bien Aznar fue el primero en renegar del “ centro-derecha “ y se inventó el “ centro-reformista “, ahora a su sucesor le ha dado frutos la reivindicación sin complejos de la derecha tradicional y las esencias más conservadoras.

Por este motivo, la posible llegada del PP a la Presidencia de la Junta de Andalucía supone un espaldarazo a la consolidación de Pablo Casado al frente del Partido Popular, al tiempo que es un batacazo al centrismo que representa Feijóo. Durante la campaña, el líder gallego, no solo apenas tuvo presencia en Andalucía, si no que además lanzó serias advertencias a Casado: “ en caso de que se dé un mal resultado electoral, al igual que pasaría en el resto de partidos, "pasará factura".

Finalmente el resultado no fue malo, pero sí agrio. Los populares dependen de Vox, la formación de extrema derecha que lidera Santiago Abascal, para formar gobierno. Algo que no parece preocupar a Pablo Casado, ya que su triunfo se basa en el regreso del largo viaje al centro que emprendió José María Aznar a finales de la década de los noventa. Sin embargo, la reivindicación del orgullo de ser de derechas junto con los constantes guiños a Vox, que hace el discípulo de Aznar, inquietan al barón gallego de los populares.

Feijóo se encarga de marcar distancias cada vez que puede, tanto con Abascal como con sus planteamientos. Recientemente ha aseverado que en contra de la propuesta de recentralización del Estado de los de VOX, él es un  “contrarreformista y galleguista” y que, aunque "para el señor Abascal sea el máximo descentralizador”, “todo el electorado” sabe que es un firme defensor de la unidad de España y su partido es “constitucionalista de principio a fin”. Además ha advertido a Abascal que ni él ni el PP van a aceptar lecciones de cómo defender la Nación y la Constitución. "No necesitamos ni profesores ni profetas".

Con estos mimbres, la reunión de hoy puede determinar si el PP gallego seguirá siendo de centro y galleguista o por el contrario seguirá la deriva que ha marcado la dirección nacional.