En la particular cruzada de esta semana contra Pedro Sánchez, a Pablo Casado solo le ha faltado gritar “guerra al infiel”. Ha manejado dos argumentos: el apoyo de EH Bildu al Gobierno contra la enmienda a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado, y también su oposición a la Ley de Educación.

Los de Génova 13 han enviado consignas a todos sus cargos públicos para que presenten mociones en Parlamentos autonómicos y Diputaciones. El supuesto objetivo se reviste de nobleza política, nada menos que para “dar la oportunidad al verdadero PSOE a plantar cara a Sánchez”. De este modo, el PP se auto postula como salvador del partido que fundó Pablo Iglesias.

En cuanto a la Ley de Educación, el PP se mantiene en su papel de representar los intereses de los colegios privados que defienden sus privilegios y las subvenciones del Estado. Con esos dos elementos base, el PP ha iniciado su batalla de esta semana.

Casado aprovechó una reunión de Nuevas Generaciones en Zaragoza para incitar a los jóvenes conservadores a que salgan a la calle, en defensa de la educación. Les prometió también que derogará la llamada Ley Celaá en cuanto consiga llegar al poder.

Mientras el presidente del PP arengaba así a sus eventuales sucesores, su jefe, José María Aznar, daba muestras de pésima educación y de haber perdido por  completo maneras y formas en una entrevista publicada en Expansión. Con absoluta grosería, utilizó la descalificación personal al afirmar que Pedro Sánchez “tiene una cara de inútil que no puede con ella”. 

Como fondo de esta injuria, el que fue presidente del Gobierno acusó al Ejecutivo de hacer peligrar el modelo constitucional para cambiar el régimen y poner al país en una situación peligrosa, fracturado y en retroceso. Definió el papel del PSOE como simple plataforma de Podemos, reiterando que Sánchez es “un tonto inútil”.

El insulto es uno de los recursos propios de quienes no tienen discurso o se basan en falsedades para llevar adelante sus propósitos. Incluso, en algún medio como La Razón, se editorializa contra el diputado socialista Rafael Simancas --que por una jugada sucia no llegó a ser presidente de la Comunidad de Madrid—de  ser incapaz de reconocer los crímenes cometidos por las izquierdas durante la República.

En política las falsedades se utilizan también para desviar la atención de los propios errores. Ahí tienen al PP sacando pecho contra su rival mientras le produce un miedo cerval VOX, su vecino político, que les amenaza con no apoyar la aprobación de los presupuestos en aquellas Comunidades en que están asociados, Murcia, Andalucía, Madrid, en venganza por haberles hecho un feo al rechazar la moción de censura contra Sánchez  que Santiago Abascal defendió en el último debate parlamentario.

Pero la realidad está ahí, y ni Casado ni Aznar van a poderla camuflarla por más gritos que den o por más faltas de respeto que exhiban: al PP quien le manda es la ultraderecha. Algún día lo lamentarán.