Los padres suelen dejar a su descendencia el fruto de lo que han ahorrado en vida y también las deudas, si es el caso. Juan Carlos I ha legado una combinación de ambas cosas a su hijo, el rey Felipe VI: de una parte, los ahorros poco claros de una serie de operaciones dudosas, y de otra, el adeudo de una falta de credibilidad, desconfianza hacia la Institución, y hastío respecto a la conducta de los Borbones que pueden justificar la reivindicación de una República en España.

Ahora se conoce que Juan Carlos I donó dos millones de euros a Marta Gayá, compañera de muchos años hasta que conoció a Corina Larssen. En sus estancias en Barcelona y Mallorca, los encuentros entre ambos eran bien conocidos. También donó otros 65 millones a Corinna Larssen, a la que además había facilitado en Madrid una confortable vivienda no lejos de la Zarzuela.

Al parecer, ambas fueron amantes consecutivas del entonces Soberano. En Suiza investigan si esa última cantidad procede de una posible comisión de Arabia Saudí por la adjudicación de las obras del AVE a la Meca. Pero, además, el diario británico The Telegraph ha informado sobre dos fundaciones que, asegura, creó Juan Carlos I y de las que es beneficiario su hijo Felipe VI, quien se ha visto obligado a responder contundentemente ante tales acontecimientos.

Y lo que ha dicho la Casa Real es que el Rey renuncia a la herencia de su padre​ que, personalmente, le pudiera corresponder a él y a su hija Leonor, “así como a cualquier activo, inversión o estructura financiera cuyo origen, características o finalidad puedan no estar en consonancia con la legalidad o con los criterios de rectitud e integridad que rigen su actividad institucional y privada, y que deben informar la actividad de la Corona”.

La anulación de la cantidad que cada mes recibía el emérito Juan Carlos (unos 16.000 euros), fijados en los presupuestos de la Casa del Rey, habrá sido también un duro golpe para quien lo tenía todo. Juan Carlos I ha corroborado el desconocimiento que tenía su hijo de este asunto.

Todo ello viene a ser como una losa colgada al cuello del antiguo Jefe del Estado: la condena sin necesidad de juicio y el reproche hacia una conducta indeseada. Pero, sobre todo, es un desesperado intento por salvar la Institución. En todo caso, la mayoría de juristas consultados coinciden en que esa eventual renuncia sería papel mojado mientras Juan Carlos I esté vivo.

El Código Civil es taxativo en este punto: Es nula toda renuncia a futuro de una herencia. Lo único que se puede hacer es celebrar contratos cuyo objeto sea practicar entre vivos la división de un caudal y otras disposiciones particionales. Este punto es el que genera dudas en una minoría de expertos que no acaban de negar la posibilidad de que la renuncia sea válida.

Mucho mejor hubiera sido no haber conocido todo esto por la investigación de un periódico. Sobre todo, cuando hace ya un año que en la Zarzuela sabían de esas andanzas y el Rey ya las repudiaba. El actual jefe del Estado ha presentado una conducta intachable, introduciendo cambios notables en el hacer cotidiano e institucional de los Reyes.

Se entiende que Felipe intentara salvar a su padre y, de paso, a la Corona. Pero la falta de reacción en el momento oportuno es tan nociva como la herencia envenenada que le han legado.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com

@enricsopena