Investigadores y médicos que fueron jubilados forzosamente de sus puestos en el hospital Ramón y Cajal por orden del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, están recibiendo ofertas de diferentes grupos tanto españoles como extranjeros para poder continuar sus ensayos interrumpidos por esta brusca actuación. Para muchos de estos científicos es imprescindible terminar estos trabajos. Pero también lamentan no poder continuar atendiendo a los pacientes. Aún hoy, en el hospital se recuerdan con desagrado “las malas formas con que se comunicaron los ceses”. En el ámbito científico se critica “la escabechina realizada contra la investigación española”.

 

Diversos grupos privados, Fundaciones, Instituciones y Universidades de enorme prestigio, de España y del extranjero, están realizando ofertas de trabajo a científicos y médicos a quienes la gerencia del hospital Ramón y Cajal comunicó en marzo su jubilación forzosa siguiendo las directrices de la Comunidad de Madrid que preside Ignacio González. “La trayectoria de estos investigadores es de tal calibre que mucho antes de que pudieran recoger sus protocolos y sus trabajos ya empezaron a recibir muestras de interés por su labor para que sigan desarrollándola en otras centros”, comentaban a ELPLURAL.COM fuentes relacionadas con la Sanidad.

 

 

Escabechina en ciencia y docencia
Lo que se está considerando en ámbitos científicos como “una auténtica escabechina en el área de la investigación española” es también nefasto en lo que se refiere al papel docente “todos estos profesionales han enseñado a muchos. El hecho de que no continúen llevando a cabo la formación de otros científicos es una desgracia”.

 

 

Formar a un virólogo es difícil
Ocurre por ejemplo en el caso de los virólogos María Luisa Celma y Rafael Fernández Muñoz, brillantes investigadores en su especialidad, con quienes están terminando sus tesis dos jóvenes científicos, uno de ellos reclamado ya por la Clínica Mayo. “Un virólogo se forma en cuatro o cinco años y si sumamos a la jubilación de estos dos investigadores, el hecho de que en España no existe la Virología como especialidad académica… el futuro es grave”.

 

 

Tendrán que emigrar
Los nuevos investigadores están abocados a emigrar y buscar acogida en otros países que sí cuentan con especialidades de todo tipo y lo que es más importante, valoran a quienes las ejercen. Quizás sea el caso de los dos virólogos citados, Fernández Muñoz y Celma quienes comenzaron su andadura en Estados Unidos y se ven ahora abocados a dejar de nuevo su país para proseguir sus apasionantes investigaciones sobre virus, entre ellos, aquellos asociados al cáncer. En situación parecida está el doctor Pedro Cuevas, cuyos descubrimientos en relación con la degeneración macular y su tratamiento ya relató ELPLURAL.COM. También el doctor Cuevas está recibiendo ofertas nacionales e internacionales que le permitan seguir adelante con sus trabajos.

 

 

“Nombres de primera fila”
Y es que los nombres que, a bote pronto, se pueden reunir entre quienes han sido obligados a cesar, son de primera fila. Además de los tres mencionados, figuran entre ellos, por ejemplo,  nuestro más internacionalmente conocido especialista en linfomas, doctor Carlos Montalbán (125 publicaciones) o a la doctora María Ángeles Mena, jefa de sección del departamento de Investigación (134 trabajos publicados), especialista en Parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas.

 

 

Prestigiosos profesionales a la calle
Del mismo modo que al genetista doctor García Sagredo, académico de la Real Academia Nacional de Medicina,  le jubilaron sin venir a cuento; al igual que a los doctores Pérez Díaz y  Martínez Beltrán, del servicio de Microbiología, grandes científicos reconocidos por todos. O al doctor Gaztelu, una autoridad en Neurofisiología y en mecanismos y patología del sueño; y cómo no citar al neurobioquímico doctor Rafael Martín del Río que ha estudiado las implicaciones del aminoácido taurina en el sistema nervioso central. Bueno, esto es solo una mínima muestra porque hay afamados doctores en Clínica, en Investigación… hasta cerca de un centenar de profesionales solo en este hospital que  por decisión graciosa de las alturas, ya no ejercen en él.

 

 

“Unas formas dolorosas de cesar”
“Aparte de la gravedad de prescindir de nuestros médicos e investigadores, están las formas, las maneras en que les comunicaron el cese. Fue de un terrible mal gusto y de una absoluta desconsideración”.  Es doloroso solo imaginar la escena: Les llamaron y tuvieron que esperar haciendo cola.  Sumaban unas cien personas entre médicos e investigadores. Allí aguardaban, en un pasillo, muchas de las mentes más brillantes de este país.

 

 

“Usted se queda…usted se marcha”
“Al final llegaban a una oficina y a unos les decían una cosa y a los demás, otra: ‘Usted se queda…usted se marcha’. Un espectáculo insultante”. Se pudo ver de todo, gente llorando, gente indignada, gente incrédula. Cuentan que después  volvieron a sus laboratorios, a sus despachos, a sus enfermos, sin creerlo todavía y como desnudos de prestigio, vulnerables en su bata blanca, cargados con el peso de quince días de plazo para recoger su vida, para concluir los ensayos. Incluso alguno preguntó en voz alta si los de seguridad vendrían a sacarles del despacho si no se cumplían las fechas.

 

 

“Trabajar gratis por concluir los ensayos”
 Esos  fueron los modos de los ejecutores de Ignacio González que despoblaron en cuestión de horas el hospital Ramón y Cajal de  muchos de los expertos reconocidos en todo el mundo y con trabajos en curso,  tareas cruciales para los enfermos y para el avance de la ciencia. Para más desazón, relatan que después de mucho tiempo sin convocarse, tuvo lugar en esos días una reunión de la Junta  Técnica Asistencial del hospital. Un grupo de investigadores se dirigió a  alguno de sus miembros, proponiendo que les dejaran quedarse seis meses, gratis, sin vinculación, pagando un seguro privado de su bolsillo. Solo querían  terminar las labores incompletas y atender a los pacientes. No hubo respuesta.

 

 

Lo que vale un científico
 “El valor de un científico se mide por lo que ha descubierto y el dinero para los proyectos de investigación se concede por la garantía que ofrecen las personas que lo dirigen. Luego la tarea avanza por tenacidad, esfuerzo y labor de equipo. El rigor, la meticulosidad, la originalidad… es lo que cuenta, lo que hace que se valore a un científico. Lo demás, bueno, lo demás son refritos”, enumeran las mismas fuentes. Habría que añadir a esto lo que no se ve: las horas en el laboratorio y el sacrificio familiar, todo por los pacientes, todo por la investigación.


El reino de la necedad
Valores que no parecen hacer mella en los dirigentes y directivos de la Comunidad madrileña o en sus gestores hospitalarios. No es este lugar para la ciencia. Estados Unidos, Alemania, Holanda Francia… Cualquiera de estos países en sus imponentes laboratorios ya manifiesta sentirse muy honrado de recibir a los jubilados de González. Mucho mejor, porque aquí, en el prosaico mundo en el que reinan los políticos  que arrasan la ciencia sin mirar, la estulticia se extiende como una mancha de aceite pringosa e irrefrenable.