Según se atisba a observar ante los últimos acontecimientos, el Partido Popular parece venir funcionando por secciones en lugar de como un bloque sólido y con una coordinación clara que marque líneas concretas. Varias son las contradicciones que viene encontrando Alberto Núñez Feijóo en su formación, ya que están siendo distintas las ocasiones en las que el político gallego dibuja un esquema a seguir por su partido y, sin verlo venir, se encuentra rápidamente con versos libres que le ponen en apuros. Un ejemplo de ello tuvo lugar esta misma semana y es que, aunque Almeida haya rectificado, cerca estuvo el PP de Madrid de volver a situarse en una de las posiciones más duras contra el aborto de la mano de Vox, estando esto lejos de las políticas más apaciguadas que Feijóo pretendía su partido siguiera en esta materia.
¿Son figuras concretas con su forma arbitraria de actuar las que hacen desdecirse a Feijóo; el gallego marca y Génova corrige; o el conjunto de la dirección nacional del partido persigue unas ideas distintas de las que su actual líder busca implementar? Esas son las incógnitas que se plantean y que vuelven a hacer dudar de la solidez de Alberto Núñez Feijóo como máximo dirigente de los populares. ¿Falsa fachada o error de coordinación? Esa es otra de las cuestiones que surgen a la hora de analizar este asunto, pues cuando en el mes de julio fue ratificado nuevamente como presidente del Partido Popular en el Congreso Nacional celebrado, recibía sonoros aplausos por, entre otras afirmaciones, asegurar con rotundidad que no existirá un gobierno en coalición con Vox.
No obstante, vuelven a aparecer opiniones diferentes en su partido o realidades distintas de las que el gallego parecía considerar posibles. El miedo a la derecha más severa, personificada en Santiago Abascal y los suyos, fue una carta que desde la izquierda se jugó en las últimas elecciones generales y que pareció surtir efecto a la hora de frenar un mayor crecimiento del Partido Popular. Una estrategia contra la que Núñez Feijóo parecía luchar ya desde este verano, tratando de alejar a su formación política de Vox. Si bien, las autonomías vuelven a jugar en su contra.
Génova entiende que hay excepciones
A excepción de Andalucía, donde Moreno Bonilla parece seguir atrayendo gran cantidad de voto, a pesar de la preocupante situación por la que pasa la Sanidad pública de esta región, en la mayoría de comunidades en las que gobierna el PP el panorama vuelve a mostrar un cartel en el que, lejos de hallar un monólogo, será un dueto conformado por dos actores los que deberán alcanzar acuerdos si el Partido Popular quiere revalidar sus presidencias, volviéndose muy necesario para ello contar con el apoyo de Vox.
Las intenciones de Feijóo vuelven a quedar lejos de lo que parece terminará por ocurrir, algo que ya desde Génova justifican afirmando que la andadura en solitario se plantea a nivel nacional, pero que los líderes autonómicos disponen de permiso para formalizar acuerdos con los de Abascal en caso de no alcanzar mayoría absoluta. Una situación esta la de necesidad de votos que afronta el PP, ya que, aunque las encuestas les favorecen con subidas en la mayoría de las regiones españoles, la intención de votar a Vox en las urnas también se incrementa, lo cual vuelve a dividir a la derecha de nuevo, no dejando un camino fácil para lograr esa mitad más uno necesaria para gobernar sin socios.
De hecho, en el propio Partido Popular se entiende que se hallan muy lejos de poder liberarse de Vox y más ahora que la gestión en algunas comunidades autónomas se está complicando.
Los presupuestos en fuera de juego y Vox se hace fuerte
Tanto Andalucía como Castilla y León vivirán en el 2026 comicios electorales que se ajustan a su calendario ante las elecciones autonómicas celebradas en estas regiones en el 2022, la única duda queda en si, aunque se celebren en este año, podrían darse antes de los meses en los que están marcados. Si bien, por el momento, ni Mañueco ni Moreno Bonilla parecen poseer intención de modificar la fecha.
No obstante, en otras comunidades autónomas comienzan a surgir factores de relevancia que podrían dar lugar a un adelanto electoral. Extremadura y Aragón viven dificultades para aprobar sus cuentas económicas, lo cual lastaría la continuidad de sus gobiernos, y en Baleares y Murcia las recientes situaciones vividas relacionadas con la inmigración condicionan al PP y dan fuerza a los de Abascal de cara a las urnas, lo cual hace que, aunque no posean en este momento previsión de modificar el calendario de los comicios, no descartan posibles cambios de escenario.
La situación comienza a volverse compleja para el PP en lo referido a lograr desvincularse de la formación de Abascal. Como se hacía mención, la situación de la Sanidad pública en Andalucía viene siendo concebida como caótica ante las listas de espera, por ejemplo; no obstante, Moreno Bonilla mantiene buena imagen de cara al votante. Ahora bien, no es el mismo caso para su homólogo en Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, cuyo grupo ve imposible alcanzar la mayoría absoluta, sobre todo tras la crisis de los incendios de este verano. A pesar del buen posicionamiento del presidente andaluz, el posible adelanto electoral en Extremadura y Aragón no termina de ser visto con buenos ojos en la región del sur de España, ya que se considera que si no obtienen suficiente apoyo en las urnas la carrera a la investidura de Moreno Bonilla, y hasta la de Feijóo, podría verse condicionada.
Una situación para el Partido Popular la que deriva de la división del voto en la derecha a la que se suma la resistencia que el PSOE está encontrando entre los votantes, lo cual agudiza la dificultad que los de Núñez Feijóo encontrarán para volver a ocupar los asientos de presidencia en las cámaras parlamentarias de las comunidades autónomas.
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