Pablo Casado ha ambicionado la reconstrucción y reunificación del espacio centro derecha desde que dejó sus objetos personales en la séptima planta de Génova 13. Este plan pasa por la absorción y destrucción completa de Ciudadanos y por arrinconar a Vox. Para cumplimentar el primer paso, el Partido Popular lleva meses sondeando a Albert Rivera para incorporarse, de alguna manera, a las filas conservadores. La relación entre el ex líder liberal y el popular es “muy buena”, pero su fichaje es complejo y no se prevé en el corto o medio plazo. Pero sí manejan transformar al abogado en una suerte de asesor del presidente de la formación.

Según informa El Independiente, fuentes de Génova han trasladado que la figura de Rivera “tiene mucho más valor político hoy que cuando dirigía Ciudadanos”. Rivera mantendrá un papel activo, aunque ajeno a la estructura orgánica del partido.

Durante el último año, Casado y Rivera han labrado una relación de amistad, incrementando los contactos entre ambos, que en Génova califican como “asiduos” en los últimos meses. De hecho, fue el ex político el que facilitó el fichaje de Toni Cantó por el Partido Popular, informando incluso antes de que el otrora coordinador de Ciudadanos en Valencia anunciara su salida del partido liberal.

En Génova aseguran que Rivera se ha convertido en un “asesor” para Pablo Casado. Una voz autorizada a la que escucha y consulta sin ningún tipo de reparo. En las filas conservadoras atribuyen al ex de Ciudadanos el argumentario utilizado por el líder popular en las últimas semanas contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Unos días marcados por los indultos a los nueve condenados por el procés y que también preocupan al abogado.

La influencia de Rivera en la táctica conservadora queda en evidencia en la renovación de los órganos constitucionales. La cúpula del Partido Popular estaba a un paso de renovar el Consejo General del Poder Judicial y el resto de instituciones. Tras una reunión entre bambalinas con Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo, la decisión estaba prácticamente tomada y el PP pondría fin a más de dos años de bloqueo continuo.

Sin embargo, el expresidente de Ciudadanos intercedió en la maquinaria conservadora. Del ‘sí’ a negociar para su renovación se pasó a la tesis de “al Gobierno ni agua”. El bloqueo, que estuvo cerca de su ocaso, resistió y el ‘no es no’ a Sánchez imperará en los dos años que restan de una legislatura que el PP entiende como amortizada tras la concesión de la medida de gracia.

Desembarco a largo plazo

En el horizonte más próximo no se contempla la integración de Rivera en la estructura del Partido Popular. Al menos no hasta que se vislumbren las urnas en lontananza. Pese a que Génova ve su fichaje como una operación a largo plazo, el ex de Ciudadanos y el líder conservador se lanzan guiños constantes y preparan su posible adhesión con sumo mimo.

Según El Independiente, a finales de 2020, las reuniones entre ambos se sucedían “una semana sí y la otra también”. Tanto es así que la cúpula tomó el pulso a diversos cargos y dirigentes territoriales ante la posibilidad de incorporar a Albert Rivera como número dos de Pablo Casado por Madrid para las generales.

Un movimiento crucial, pues la opinión de la generalidad de la estructura resulta vital para una operación de semejante calado, debido, sobre todo, a los posibles recelos que podrían surgir con la adhesión de una figura potente como la de Rivera, que sería capaz de eclipsar al propio Casado. También se encuentran las ambiciones del propio exdirigente de Ciudadanos, que “no aceptaría cualquier cosa” ni “nada por debajo de potencial vicepresidente”. El entorno de Rivera lo ratifica e insisten en que “no es el momento”, aunque subrayan que su futuro está ligado a la política y, por lo tanto, “volverá”.