Sostiene el socialista José Bono, que presidió el Congreso de los Diputados, la comunidad de Castilla la Mancha y fue también ministro de Defensa, que los que no son decentes no pueden ser transparentes. Quizás por eso, ha publicado 19.000 documentos de trabajo y personales que fue guardando a lo largo de su larga vida política. Ahora, esa inédita colección se alberga en la Fundación Pablo Iglesias para la consulta directa que quiera hacer cualquier ciudadano.

Entre esa documentación inédita hasta ayer domingo a las diez de la mañana se encuentra un escrito del director del CNI, durante el gobierno de José María Aznar, en el que declara que tras los terribles atentados yihadistas en la estación de Atocha de Madrid, La Moncloa le obligó a decir que ETA estaba detrás de esos atentados del 11-M.

Con su sorna manchega, Bono comentaba este domingo a lo largo de una entrevista en Al Rojo Vivo de La Sexta, que dirige el periodista García Ferreras, que “puede que esto no le guste a quien le transmitió al director del CNI que sostuviera que la autoría había sido ETA”.

Las actas y documentos que acaba de hacer públicos José Bono arrojan luz sobre hechos que conocíamos parcialmente o que desconocíamos. Existe un acta de la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE del 1 de agosto de 1995 en la que se refleja el pánico del presidente del Gobierno y de otros dirigentes del Partido Socialista ante la investigación del caso GAL que Baltasar Garzón retomó a su vuelta a la Audiencia Nacional, tras abandonar su breve paso por la política.

Según refleja esa acta, Felipe González dijo que “existe un intento claro de destrucción del Gobierno y de toda la tarea hecha en estos años. La estrategia se parece mucho a la empleada contra Azaña en los años 30″.

Entre esos papeles se observan las delicadas gestiones diplomáticas que tuvo que hacer el presidente José Luis Rodríguez Zapatero a punto de tomar posesión de su cargo. Así anunció al primer ministro británico, Tony Blair, y al italiano Silvio Berlusconi que, en un plazo breve, ordenaría la retirada de las tropas enviadas a Irak por el Gobierno de José María Aznar. También explican las presiones que tuvo que soportar a continuación.

Esto no lo explica José Bono. Pero esos días la embajada de Estados Unidos en Madrid reunió a un grupo de periodistas destacados para averiguar si consideraban que se llevaría a cabo ese propósito de retirar las tropas españolas de Irak. La mayoría de los consultados contestó afirmativamente.

En otro documento consta la protesta del entonces embajador norteamericano en España, George Argyros, que se queja al ministro Bono en 2004 del antiamericanismo del Gobierno, citando como dato la “ofensa” cometida por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, de no levantarse al paso de la bandera estadounidense en el desfile de la Fiesta Nacional de 2003. Bono aseguró que Zapatero no se había dado cuenta y se inventa que en ningún caso lo había hecho por la invasión de Irak. “Somos humanos, pero creo que el año pasado no hubo ofensa”, le aseguró. El embajador aceptó las explicaciones.

Este legado documental de Bono tiene el valor de aportar claves políticas que no tienen desperdicio. También recoge que el entonces jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, le facilitó una serie de graves informaciones sobre el hoy rey emérito Juan Carlos I, pero que, tal como están las cosas, por ahora no las hará públicas pues no quiere echar más leña al fuego.

Aparte de la prudencia, este brillante político afiliado al PSOE desde finales de los 60, que se propone seguir militando en el socialismo hasta el final de sus días, ha demostrado cumplidamente que los tiene bien puestos.